México D.F. Viernes 1 de octubre de 2004
Adolfo Gilly * / I
La universidad y las regalías de radio y televisión
La Universidad Nacional Autónoma de México, esta espléndida construcción mexicana tal vez sin parangón en América Latina, se encuentra hoy, como nunca desde los años 50 del siglo pasado, en un país de pobreza, miseria y exclusión para todos sus muchos, y de riqueza sin igual para sus muy pocos. Daré una cifra, trivial por conocida: mientras 37 por ciento de los ingresos se concentra en el primer decil, el último decil de la escala de ingresos recibe apenas 1.6 por ciento. No hay tecnología que pueda resolver tal situación.
Con estos niveles de desigualdad en los ingresos se corresponden niveles similares de desigualdad en el ejercicio efectivo de los derechos (supuestamente iguales para todos), entre ellos el muy elemental derecho a la educación pública, gratuita, laica y efectiva. Es cierto: en las cifras de población escolar hubo una evolución favorable en las últimas décadas del siglo XX. En 1970, sólo 66 por ciento de los niños entre 6 y 12 años de edad asistía a la escuela; en 2000, esa cifra subió a 94 por ciento. En 1970, 32 por ciento de la población no tenía educación formalizada ninguna; en 2000, la cifra había descendido a 10 por ciento. En 1960, sólo uno por ciento de la población había accedido a la educación superior; en 2000, 11 por ciento había alcanzado ese nivel.
Pero el panorama cambia cuando se trata de la calidad y de los resultados de la educación impartida y recibida.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), integrada por 30 países entre los cuales México es el único latinoamericano, acaba de publicar un informe sobre la situación de la educación en los países miembros de la organización: Education at a Glance-OECD Indicators 2004, París, 2004, 459 ps. (Una mirada a la educación-Indicadores 2004 de la OCDE). Veamos algunos de esos indicadores.
Según el informe, en el conjunto de los 30 países el promedio de años de educación formal recibida, entre los adultos de 25 a 64 años, es de 11.8 años. Ahora bien, para el país al tope de la lista, Noruega, ese promedio es de 13.8 años; y para el país en el último lugar, México, el promedio es de 7.4 años: poco más de la mitad.
En todos los 30 países hay un avance en cuanto a los niveles de educación formal de los adultos por grupo de edad. En México, en la generación ubicada entre los 45 y los 54 años de edad sólo 10 por ciento alcanzó educación secundaria. En la siguiente generación -20 años después-, la ubicada entre los 25 y los 34 años de edad, 20 por ciento había recibido educación secundaria. En el lapso de una generación la cifra se duplica. Queda, sin embargo, 80 por ciento de esta población que no alcanza dicho nivel de educación.
Si se compara con otros países de la OCDE tomando las mismas generaciones puede medirse mejor la situación. Entre la primera generación (45-54 años) y la siguiente (25-34 años), en Corea pasan de 50 por ciento a 96 por ciento; en Grecia, de 41 por ciento a 70 por ciento; y en Estados Unidos se mantienen en el mismo alto nivel ambos grupos de edad: 90 por ciento había alcanzado educación secundaria.
Por lo demás, nuestro sistema educativo nacional distribuye el conocimiento de manera muy desigual. Y ante esta desigualdad, paralela a la desigualdad del ingreso, el tan repetido concepto de "igualdad de oportunidades" queda como una cápsula vacía de contenido y significado.
El informe de la OCDE incluye entre sus indicadores uno que es clave para medir la calidad de la educación recibida y de las capacidades adquiridas: la comprensión de lectura entre los estudiantes a los 15 años de edad. El mismo informe le asigna esta definición:
"La capacidad para leer, comprender y utilizar la información está en el centro del desarrollo académico y personal. La comprensión de lectura es el fundamento para aprender a través de los temas escolares y da a los individuos la capacidad para participar en sus comunidades y en la sociedad. Es una de las capacidades más importantes que los alumnos adquieren y desarrollan a medida que avanzan en sus años de escuela".
El informe establece seis niveles de comprensión de lectura, desde -1 (menos uno) hasta 5 (cinco). El nivel inferior (-1) es aquel que no puede mostrar ni el tipo más elemental de conocimiento y habilidad de lectura que el informe quiere medir. El siguiente nivel (1) "es sólo capaz de completar las tareas de lectura menos complejas" o más sencillas. Los siguientes niveles van ascendiendo en la complejidad y dificultad de las operaciones de lectura que el estudiante es capaz de realizar.
La prueba de comprensión de lectura se realizó con estudiantes de 15 años de edad, es decir, según el sistema mexicano, al final de la escuela secundaria o en el primer año de preparatoria. Estos fueron los resultados en los siguientes seis países:
Países |
Niveles de comprensión de lectura |
|
-1
|
1
|
2
|
3
|
4
|
5
|
|
|
|
|
|
|
%
|
Canadá |
2 |
7 |
18 |
28 |
28 |
17 |
EU |
6.4 |
11.5 |
21 |
27.4 |
21.5 |
12.2 |
GB |
4 |
9 |
20 |
27 |
24 |
16 |
España |
4 |
12 |
26 |
33 |
21 |
4 |
México |
16 |
28 |
30 |
19 |
6 |
1 |
Brasil |
23.3 |
32 |
28 |
13 |
3.1 |
0.6 |
Este es uno de los varios indicadores del informe que muestran la brecha educativa entre las naciones y, con excepción de Brasil, toma en cuenta sólo a los países de la OCDE. Las cifras comparativas serían pavorosas si se incluyera a otros países de América Latina, Africa y Asia.
En nuestro país, y no sólo en él, el momento inicial donde se desencadena esta dinámica que aquí aparece reflejada en los estudiantes de 15 años de edad, es sin duda la escuela primaria. Ahora bien, aparte de los diferentes niveles de calidad y carencias en las instalaciones escolares urbanas y rurales, los maestros de los muchos millones de niños mexicanos que asisten a la escuela pública reciben una remuneración inicial de tres salarios mínimos, equivalente a unos 4 mil pesos mensuales, que andando su tiempo de antigüedad puede llegar a duplicarse. Por eso, más de la mitad cubre dos plazas o completa su ingreso con otra actividad remunerada.
Se podrían agregar otros indicadores, pero con esos basta para hacerse dos preguntas elementales: ƑCuál es la calidad de la educación que aquellos estudiantes de 15 años de edad han recibido en su paso por la escuela primaria y secundaria? ƑCon qué preparación llegan después aquellos que logran ingresar al ciclo de la escuela preparatoria y la universidad?
Menciono estas sencillas y conocidas cuestiones porque, como los docentes universitarios sabemos por experiencia, los problemas de la UNAM no empiezan por su presupuesto, por importante que este rubro sea, sino por la escuela primaria y secundaria y por la calidad y los niveles de difusión de la educación y el conocimiento en el conjunto de la población, esa población que acumula entre sus aprendizajes de vida muchísimas más horas de radio y televisión que de educación primaria y secundaria formalizada.
ƑPuede la universidad hacer algo efectivo, desde donde está y con los recursos de los cuales dispone, para empezar a cambiar esa situación? ƑPuede pensar, o siquiera imaginar, cuál podría ser el equivalente para hoy de aquellos impulsos educativos de los inicios de los años 20? ƑPuede ella llegar hasta allá lejos, hasta donde no le toca pero tampoco le está prohibido llegar, para después recibir ella misma los beneficios en el nivel de preparación de sus estudiantes de primer ingreso?
* Presentado en el foro académico Alternativa XXI: la distribución social del conocimiento, Xalapa, Veracruz, 13 de septiembre de 2004. Mi agradecimiento a Pedro Miguel, periodista y navegador de La Jornada, por su apoyo para elaborar este documento; a Olac Fuentes y Pablo Latapí, de cuyas ponencias en el foro obtuve inspiración y datos; y a Claudia Herrera, cronista de La Jornada, quien me hizo llegar el informe de la OCDE.
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