México D.F. Viernes 1 de octubre de 2004
La gala de ópera conmemorativa de ese
palacio devino miniferia de vanidades
Ecos de los fastos porfirianos en los 70 años
de Bellas Artes
''La catedral del arte en México, espacio para
todas y todos los mexicanos'', señaló Fox
El Presidente recordó que el recinto se inauguró
con una obra de Juan Ruiz Alarcón
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
El presidente Vicente Fox llegó ''contento" al
Palacio de Bellas Artes, a la ''gala de ópera" llevada a cabo la
noche del miércoles para conmemorar los 70 años del máximo
recinto cultural del país.
Venía de su reunión con Andrés Manuel
López Obrador, pero no dejó claro si era ése u otro
el motivo de su bienestar.
Al tomar la palabra en la ceremonia, Fox simplemente dijo:
''Muy buenas noches. Vengo contento y más contento me pongo estando
aquí".
Después
leyó un texto lleno de elogios para ''la catedral del arte en México",
remarcando su importancia en la vida cultural del país. Sin embargo,
como ya le ocurrió con ''José Luis Borgues", volvió
a tropezar con los nombres de creadores.
Esta vez fue al recordar que en la inauguración
del Palacio de Bellas Artes se representó La verdad sospechosa,
de Juan Ruiz de Alarcón. Fox leyó: ''Juan Ruiz Alarcón".
Ante un recinto completamente lleno, el titular del Ejecutivo
federal afirmó que ese palacio ''no es un espacio para unos cuantos,
sino un espacio que pertenece a todas y a todos los mexicanos".
Sin embargo, esta afirmación contrastó de
algún modo con la imagen de alrededor de 400 personas que soportaban
la lluvia en la explanada del inmueble, contemplando en una pantalla gigante
la pompa y circunstancia del festejo.
La cultura, rostro y raíz
La efeméride reunió a personajes procedentes
de todos los ámbitos del quehacer cultural: escritores, pintores,
actrices, actores, directores de teatro, funcionarios.
Como es habitual en ocasiones así, la ''gala de
ópera" devino acto social, miniferia de vanidades, espacio para
el encuentro, la chorcha en las alturas: Fox, Marta Sahagún, Santiago
Creel, Reyes Tamez Guerra, Gerardo Estrada, Sari Bermúdez y cortesanos
que los acompañaban.
Por su parte, ajeno a la comitiva presidencial, acudió
el senador Manuel Bartlet, quien al ser reconocido por una de las asistentes
recibió un piropo que a más de uno le hubiera gustado oír:
''Es un político inteligentísimo".
En la parte social del festejo podían percibirse
ecos de los fastos porfirianos, donde los notables de la época se
reunían para ver y ser vistos. Nada nuevo.
Antes de Fox, había tomado la palabra el director
general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Saúl Juárez,
quién se olvidó de las brutales restricciones presupuestales
que padece el sector cultural y agradeció al ''señor Presidente
el que esta noche comparta con la comunidad artística este significativo
aniversario. Estamos convencidos de que el apoyo a la cultura es una apuesta
definitiva y necesaria para el desarrollo integral del país".
También agradeció a Sari Bermúdez,
presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y dijo que
''esta celebración pone énfasis en el hecho de que la cultura
de México es uno de sus mejores rostros y su raíz más
profunda".
Tanto Fox como Juárez fueron enfáticos al
reconocer la importancia de la cultura y el quehacer artístico,
también fueron pródigos en elogios para el recinto y a los
creadores que por él han pasado, pero de ninguno de los dos hubo
los compromisos concretos de apoyo a la cultura que, tal vez, una conmemoración
así ameritaba.
Recinto entrañable
En la gala participaron varias de las mejores voces operísticas
mexicanas contemporáneas, como Olivia Gorra, Carlos Almaguer, Encarnación
Vázquez, Rosendo Flores, Eugenia Garza y Rolando Villazón,
quien se echó el público a la bolsa con su interpretación
de El elixir de amor, de Donizetti.
Todos ellos acompañados por el Coro y la Orquesta
del Teatro de Bellas Artes, dirigido por Enrique Patrón de Rueda.
El programa estuvo integrado por arias de óperas
y canciones que evidentemente forman parte del repertorio preferido del
público: Sansón y Dalila, de Saint-Säens; Russalka,
de Dvorák, y Tosca, de Puccini, entre otras.
La pomposidad de la celebración no inhibió
le emotividad. El público se mostraba sensible a la efeméride
de un recinto simbólico que se le ha vuelto entrañable. Al
final, en la parte más emotiva de la celebración, público
y cantantes se unieron para entonar Las mañanitas a ese viejo
que a sus 70 años ha reverdecido laureles y luce renovado.
|