Guillermo Almeyra

Las burbujas y el hervor

En la olla de la sociedad mexicana la temperatura está subiendo. Varias burbujas significativas nos indican ese hervor del descontento y la protesta popular. La más reciente es la constitución del Ejército de Mujeres Zapatistas en lucha por la Defensa del Agua, formado por mazahuas del estado de México, las cuales se han armado con carabinas, machetes, escopetas y palos; están organizadas militarmente y declaran que están dispuestas a envolver sus cuerpos en cartuchos de dinamita e inmolarse con tal de proteger sus tierras y exigir una política hídrica que no las condene a la miseria. Aunque después negocien y cedan, su decisión inicial muestra el hartazgo de quienes sufren sin poder encontrar esperanzas. Otra, anterior, es la lucha amuzga en Xochistlahuaca, Guerrero, contra la prepotencia y la injusticia, y por la construcción de un municipio autónomo y democrático. Una más la persistencia de la policía indígena comunitaria elegida en asamblea en La Montaña, en la Costa Chica, siempre en Guerrero, a pesar de las presiones de las autoridades y de las ofertas de dar salario y uniforme a sus componentes, porque las comunidades no confían ni en la policía, ni en la justicia, ni en las autoridades estatales, y quieren ejercer por sí mismas su prevención de los delitos y el castigo de los mismos. Otra aún es la protesta popular ecologista-social-económica en Zihuatanejo por el desvío de los cruceros de turistas del muelle municipal a uno privado que está destrozando una playa antes paradisiaca.

Atenco, que muchos vieron sólo como un estallido local violento de comuneros y ejidatarios que machete en mano impidieron la destrucción de su hábitat, no es más un caso aislado, y el movimiento social, organizado y con propuestas, comienza a tomar nuevas fuerzas.

Pero también aumenta la violencia salvaje en la vida cotidiana, como se vio con el enfrentamiento entre grupos juveniles del Politécnico y de la UNAM por un partido de futbol americano, o se ve en la ferocidad de las opiniones contra los cuerpos de seguridad con motivo del tiro a quemarropa que le disparó un agente de la seguridad privada a un cliente de una panadería, o en los linchamientos de presuntos ladrones o violadores en diversos pueblos suburbanos.

La confianza en las instituciones del "orden" está hecha jirones. El que un juez de la Suprema Corte actúe abiertamente como agente del poder (sin siquiera preocuparse por hacerlo en forma encubierta y guardar las apariencias) acaba de dar otro golpe a la confianza en una justicia que es descaradamente de parte. La participación de policías y jefes policiales en el narcotráfico, los secuestros, los asesinatos y otros delitos, conduce a miles de ciudadanos a pensar en armarse y hacerse justicia por sus propias manos. La forma en que se aprueban al vapor leyes infames y la violación continua de la legalidad por las más altas autoridades estatales y federales, hacen que las instituciones aparezcan "como palo de gallinero". México siempre vivió en el arbitrio y la semilegalidad, pero la figura del Tlatoani, del Presidente, aparecía durante décadas por sobre el caos como una autoridad y una fuerza mediadora. Ahora, como en la fábula de Esopo, el rey es de palo y no tiene ni autoridad ni prestigio. No es de extrañar que la marcha más grande en los recientes decenios haya sido contra la inseguridad y haya convocado no sólo a los sectores de derecha sino también a un vasto sector popular, y dado ocasión también a protestas sociales y políticas contra la política neoliberal que el gobierno de Vicente Fox aplica tal como sus predecesores priístas y en alianza con éstos.

Hay un vacío de poder y una semidestrucción de la institucionalidad, porque el aparato estatal carece del consenso necesario y aunque sea legal ya no es legítimo a los ojos de millones de mexicanos.

El mayor movimiento social desde la Revolución de 1910 -la migración masiva- equivale a una huelga general latente y pasiva: los mexicanos se fugan de un sistema infame esperando vivir una vida mejor a pesar del odio racista y de la discriminación en Estados Unidos si consiguen escapar a la muerte en la frontera norte. No aceptan ya la miseria, la injusticia, los salarios de hambre, la inseguridad, la prepotencia, ni tienen esperanzas de cambio en el país. La responsabilidad de esta tragedia es, sin duda, de los gobiernos sucesivos, pero también de una oposición de su majestad que no lucha por un cambio real y creíble y aparece como la quinta rueda del carro.

La rabia popular podría así llegar a dispersarse en estallidos esporádicos pero cada vez mayores y más seguidos o, si la situación económica y social se agravase, podría conducir a una gran "bola" al estilo del Caracazo que, aunque reprimido sangrientamente, dio origen al gobierno actual de Hugo Chávez, o podría también ser canalizada transitoriamente por algún "salvador" que rápidamente decepcionaría. O, por el contrario, podría conducir las luchas obreras, campesinas, populares, indígenas, por el camino de la construcción del poder local, del autogobierno, de la autonomía, de la autogestión, de la creación de un plan de acción desde abajo en la vía de la construcción de un México diferente, basado en las necesidades populares, independiente política y económicamente, socialmente justo y soberano.

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