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México D.F. Domingo 3 de octubre de 2004
Angeles González Gamio
La virgen del Pilar
Hoy se festeja a la virgen del Pilar, que tiene en el Centro Histórico uno de los templos más bellos de América, mejor conocido como La Enseñanza, por haber pertenecido al convento de ese nombre. La fundadora, una inteligente y acaudalada dama coahuilense, María Ignacia de Azlor y Echevers, tuvo particular interés en fundar una institución religiosa dedicada exclusivamente a la educación femenina. Con un plan muy bien elaborado, se fue a España, donde ingresó a la Compañía de María, para, ya siendo monja, dedicarse a realizar los complicados trámites que, al igual que ahora, se requerían en el siglo XVIII para crear una institución de esa índole.
En tanto conseguía la autorización definitiva, adquirió dos casonas en la calle entonces llamada Cordobanes, con un costo de 39 mil pesos. Allí levantó una modesta construcción, que permitió la operación de la escuela, y desde luego un sencillo templo para las funciones religiosas. A la muerte de la noble fundadora, se reconstruyó, dando como resultado las maravillas que hoy admiramos.
La iglesia está ubicada en la calle de Donceles. El exterior, remetido de la banqueta por un pequeño atrio, es uno de los más bellos y originales del periodo barroco. La portada consta de dos cuerpos y un remate. El conjunto sobresale por la utilización de columnas en dos de los registros y en el nicho central. Una pequeña pero exquisita imagen de alabastro de Nuestra Señora del Pilar adorna la fachada, junto con un San José; una representación en relieve de la Santísima Trinidad, que corona el remate, completa el programa iconográfico. Por lo alto y angosto de la construcción no es fácil apreciar los finos detalles, ni la hermosa cúpula octagonal, por lo que vale la pena cruzar la acera y voltear hacia lo alto lo más posible, aunque se arriesgue a padecer una leve tortícolis.
En el interior los luminosos destellos de oro por doquier realzan el inmenso placer de apreciar todas las joyas que lo adornan: altares prodigiosamente labrados recubiertos de oro, pinturas excelentes, fina herrería y las magníficas esculturas de !tela engomada! del retablo principal dejan al visitante verdaderamente deslumbrado.
La iglesia tenía fama por sus reliquias: un hueso del dedo índice de San Juan Nepomuceno, colocado en una imagen de oro del santo; los cuerpos de los santos Clemente, Cándida, Rufo y Rudinetris; dos santas Verónicas tocadas a la original, al igual que una Sábana Santa; varias de ellas aún permanecen en ese lugar. Ahí fue sepultada la generosa monja Azlor y Echevers, que para muchos era una santa.
Las monjas de La Enseñanza gozaban de enorme prestigio y afecto entre la población pudiente, pues eran tenidas "como las más ilustradas, de trato franco y afable, virtuosas sin gazmoñerías". Se dice que eran muy visitadas por la gente de alcurnia para platicar con la fundadora, doña Ignacia, que era hija del conde de Guara y de la marquesa de San Miguel de Aguayo.
El templo tuvo adjunto un gran convento, como prácticamente todos los que aún existen en el prodigioso Centro Histórico. Tras las leyes de exclaustración fue abandonado por las monjas, destinándose a Palacio de Justicia, después tribunales y ahora sede del Colegio Nacional, continuando así con su vocación original, ya que fue creado para enseñar. Las religiosas poseían en esa fecha, además de sus enormes instalaciones conventuales, que abarcaban una superficie de "ocho mil varas cuadradas", 34 casas en la ciudad, que les producían jugosas rentas.
A unos pasos del soberbio templo se encuentra el restaurante Los Gallos Centenario, situado en la calle de Cuba 76, con su excelente comida mexicana y original ambientación decimonónica. Aunque no lo crea, sus taquitos šde sopa de fideo! son una delicia. En esta temporada, desde luego, tienen chiles en nogada y gusanos de maguey; dos lujos gastronómicos.
La hermosa casona que ocupa, se dice que fue parte de la residencia de la Malinche y Juan Jaramillo, el capitán con quien la casó Hernán Cortés. Es muy posible que así sea, ya que una época la vía llevó el nombre de Jaramillo, como se acostumbraba en ese entonces, cuando las calles recibían el nombre del personaje más importante que allí vivía, o el de las iglesias y conventos o los oficios, cuando éstos estaban ampliamente representados, como era el caso de los plateros, en lo que hoy es Madero. [email protected]
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