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P O L I T I C A
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México D.F. Lunes 4 de octubre de 2004

Armando Labra M.

La tersa transición

Habrá que dar concreción a los trabajos del foro Reforma del Estado y gobernabilidad democrática, que reunió a un elenco de lujo en la Cámara de Diputados la semana pasada. Se dijeron cosas importantes y hubo propuestas sustantivas que es necesario analizar y discutir con amplitud, precisar con detalle y asegurar que aterricen con hechos sólidos y sensatos, perdurables.

Un avance importante en la discusión del tema durante los trabajos de la semana pasada, que responde a la pregunta "ƑQué reforma?" es que quedó clara la diferencia entre reformar al Estado o reformar al gobierno. Se plantearon reformas del Estado y también de gobierno, pero por primera vez, parece ser, quedó clara la diferencia. Hasta ahora, la mayoría de los planteamientos sobre la reforma del Estado en realidad se referían a adecuaciones de la tarea de gobierno: legislación electoral, revisión de la administración pública, acciones contra la corrupción, revisión de la política exterior, mejoras normativas para la operación del Congreso, formato de los informes presidenciales, etcétera.

Reformar un Estado es mucho más que hacerlo con el gobierno. De hecho, las reformas de Estado usualmente se dan mediante revoluciones o asonadas que alteran la estructura del poder, la ley magna, la conciencia social, es decir, sacuden o sustituyen la médula del sistema. Es notable intentarlo por la vía pacífica porque los detentadores del poder a lo largo de la historia se oponen a cederlo o compartirlo por las buenas.

El hecho es que las sesiones, efectuadas durante la semana pasada en el salón de Protocolo y en el Verde de la Cámara de Diputados, tocaron temas que se acercan a la idea de reformar el Estado cuando se habla de parla o semiparlamentarismo, relección en cámaras y municipios, segunda vuelta en la elección presidencial, en tanto son temas que repercuten en las estructuras y hábitos del poder en México. Y bueno, fue la relección, junto con los excesos de la modernidad de entonces, lo que provocó la Revolución Mexicana hace 100 años, Ƒse acuerdan?

La discusión sobre las reformas del Estado se torna cada vez más pertinente e inminente en la medida que el gobierno es incapaz de reformarse a sí mismo o de convencer al Legislativo de llevar al cabo reformas -antipopulares, por cierto-, menos aún para convocar a la realización o la discusión siquiera de reformas mayores.

La abdicación temprana del señor Fox y el ambiente político en curso, signado por una mezcla de frustración, retroceso, incertidumbre e irritación respecto al desempeño gubernamental, obligan a que el debate sobre la reforma del Estado se socialice lo más ampliamente posible. La vieja inercia aún presente de gobernar o legislar para el pueblo sin el pueblo explica en grande proporción los sentimientos actuales, predominantemente adversos de la sociedad respecto a la política y, sobre todo, a los políticos.

En tales circunstancias, Ƒseremos los mexicanos los innovadores históricos de la política, creadores de una reforma del Estado que permita una tersa transición a la democracia social? Hasta ahora lo único que ha sucedido con sedosa tersura ha sido la alternancia presidencial en las elecciones de 2000, alternancia, por cierto, como todos sabemos no benefició al PAN, sino a un puñado de arribistas ambiciosos encabezados por Marta Sahagún.

Reaccionando con lentitud al desenlace de la alternancia, Acción Nacional busca ahora con lupa auténticos panistas, quizás demasiado tarde, para competir en 2006; además deberá pagar los platos que incesantemente rompe, por acción u omisión, el vacuo foxismo. Es tan lamentable el horizonte panista que hace otra vez viable al PRI, a pesar de su desprestigiado elenco y a pesar de todos los pesares. El hecho es que el PRI avanza con sólo pararse a observar los pleitos de los otros. El partido que más se esfuerza y más tiene que perder es el Revolucionario Institucional. Mal que bien es el único que trabaja en propuestas a la nación y cuenta con liderazgos viables. Si las elecciones fueran hoy, ganaba la Presidencia. Pero son hasta 2006 y por lo pronto su condición favorable convoca a todos en contra, por encima o debajo del agua.

En consecuencia, aun siendo el espacio natural, no son los partidos políticos ni el gobierno lugares donde hoy se pueda conceptualizar y consensuar la reforma del Estado sin altercados, con tersura. El espacio pertinente, lo vimos la semana pasada, es la sociedad, no el gobierno ni los partidos, los cuales han sido rebasados por grupos de mexicanos que en varios planos están discutiendo y proponiendo vías de futuro ante los dramáticos resultados de la senda recorrida ya durante dos décadas y que está culminando patéticamente en el gobierno actual.

El gran desafío para todos los mexicanos es proseguir con éxito asentados en la organización social y política eficiente, sin esperar la aquiescencia oficial o convencional de los poderes de un Estado que es preciso reformar, poderes que resistirán las reformas de fondo en la medida que lesionen sus intereses. La caja de Pandora está descubierta y nos reta. Habrá que asegurar, con acciones responsables, que no se torne en caos o fuego fatuo, y que finalmente predomine una transición democrática con la tersura que necesitamos y merecemos.

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