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México D.F. Lunes 4 de octubre de 2004 |
Sharon: senda de horror
El
sábado pasado, anteayer, cuando los habitantes de Gaza asesinados
por el ejército ocupante sumaban 59, el ministro palestino Saeb
Erekat informaba del envío de casi un centenar de misivas a otros
tantos gobiernos del mundo para pedir que hicieran algo ante la masacre
indiscriminada de palestinos que perpetra el gobierno israelí, y
se quejaba de que "hasta ahora, la respuesta de la comunidad internacional
no ha estado a la altura de la situación".
Anoche, después de otras muertes, los poderosos
del mundo seguían sin reaccionar ante la barbarie. El Departamento
de Estado de Estados Unidos se limitó a sugerir a su aliado de Tel
Aviv que "utilice sólo una fuerza proporcional para responder a
las amenazas que afronta", y justificó al régimen de Ariel
Sharon porque "es entendible que se responda cuando se está bajo
ataque de terroristas".
La ciudadanía israelí, por su parte, parece
mayoritariamente dispuesta a seguir creyendo que para combatir el terrorismo
basta con matar a los terroristas, a sus familiares, a sus vecinos y a
sus connacionales, y a ignorar que las represalias de Sharon contra la
población civil, los operativos de limpieza étnica
en Gaza, Cisjordania y Jerusalén; la demolición de viviendas,
la destrucción de sembradíos y el ataque con tanques a feligreses
que salen de las mezquitas conforman precisamente el caldo de cultivo de
más atentados terroristas.
La operación Días de Arrepentimiento,
iniciada la semana pasada por el régimen de Tel Aviv en el norte
de Gaza, tuvo como pretexto inaugural un ataque de misiles caseros, lanzados
desde el lado palestino, sobre la localidad israelí de Sderot, atentado
en el que murieron dos niños. En lugar de proceder a la búsqueda
y la detención de los autores del crimen, las fuerzas de ocupación
optaron por atacar al conjunto de la población del norte de Gaza
con helicópteros artillados, aviones de combate y tanques, y destruir
con buldózeres casas y sembradíos.
La manifiesta desmesura de la respuesta, característica
del Estado de Israel en su etapa actual, sólo puede tener como resultado
el fortalecimiento de las organizaciones terroristas palestinas, el debilitamiento
de los sectores que buscan un arreglo pacífico al conflicto, el
ahondamiento de los rencores entre ambos pueblos y, en consecuencia, la
gestación de nuevos atentados contra civiles israelíes.
Y es que la política "defensiva" de Tel Aviv -transformación
demográfica y limpieza étnica en Gaza, Cisjordania y Jerusalén;
asesinatos sistemáticos de dirigentes políticos y sociales;
destrucción de las incipientes instituciones palestinas; acoso y
asesinato de civiles; robo simple de territorios y recursos naturales y,
a últimas fechas, construcción de un muro infame que cercena
los territorios ocupados y constituye una vasta cárcel para sus
habitantes- no está orientada a acabar con el terrorismo, sino a
alimentarlo y exacerbarlo; debe reconocerse que, en esa lógica,
ha resultado todo un éxito.
¿Cuál será el próximo paso
en ese camino? ¿Llegará un momento en que a los halcones
de Tel Aviv les parezca razonable presentar, como única forma posible
para garantizar la seguridad nacional, la eliminación física
de los palestinos?
En lo inmediato, el Consejo de Seguridad de la ONU, la
Unión Europea, Rusia y China deberían evitar que Sharon siga
avanzando por esa senda de horror y poner un alto a su política
en la Palestina ocupada, no muy diferente, por cierto, de la aplicada por
Slobodan Milosevic en Bosnia y en Kosovo o de lo que hizo Saddam Hussein
en Kuwait en 1990 en los seis meses en que ese emirato estuvo bajo su poder.
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