México D.F. Lunes 4 de octubre de 2004
Cuba retrocede una década por la crisis
eléctrica
Los apagones persiguen a la isla desde mayo; el crudo
local intoxica sus plantas
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 3 de octubre. Fueron 11 minutos que
estremecieron a Cuba. En ese lapso, en la madrugada del 5 de mayo, la temperatura
de la caldera en una termoeléctrica cayó bruscamente, sin
que los operarios lo evitaran. Lo que siguió fue una cadena de golpes
que llevaron a la crisis al sistema eléctrico, que así mostró
su fragilidad. Fidel Castro tuvo que salir tres noches de la última
semana a ventilar el problema en la cadena nacional de radio y televisión.
Los cortes de energía persiguen a los cubanos desde
hace meses: en el sueño interrumpido por el calor de madrugada;
en el refrigerador postrado en la tibieza y sobre un charco de agua; en
la mancha de autos alrededor de un semáforo apagado; en la subida
obligada por escaleras; en el bochorno de una tienda sin aire acondicionado
ni ventanas; en la charla callejera que quiere dar la espalda a la oscuridad
de la vivienda y la falta de televisor; en las calles sin principio ni
fin, rasguñadas por la luz de los autos o en efectos mucho más
impactantes en la producción, la agricultura, el turismo y los servicios.
Medida por la electricidad, la vida en Cuba ha retrocedido
una década. El director de Generación de la Unión
Eléctrica, Juan Manuel Presa, dijo ante Castro, en una de las emisiones,
que con casi la misma capacidad instalada que a finales de los años
ochenta, la energía disponible era este fin de semana de 50 por
ciento. La misma que en 1993 y 1994. Igual que entonces, los apagones son
uno de los asuntos más sensibles para la población.
Tan reveladoras como la falta de corriente, las tres rondas
nocturnas de Castro mostraron a los cubanos facetas poco exploradas de
la política y la economía de la isla.
La
primera revelación la hace el propio mandatario, con su habitual
uniforme verde olivo, tocándose el pecho con los dos índices:
"Yo no estaba conciente de la debilidad del sistema".
Y es que la explicación técnica de la crisis
concluye que la termoeléctrica Antonio Guiteras, de tecnología
francesa, ubicada junto al manto de petróleo que la surte, tiene
una eficiencia que contrasta con el resto de la red. Pero antes de su avería
fatal, esa planta de vanguardia tenía resultados decrecientes por
la suciedad que le arroja el crudo cubano, cargado de sales y azufre.
A ''la joya" del sistema, como llama Castro a la Guiteras,
igual que a las demás plantas, hay que pararla cada tres meses para
limpiarla. Aunque se reparó la curvatura en el rotor de la turbina
por el percance de mayo, un nuevo desperfecto, cuyo diagnóstico
aún se desconoce, prolonga el quebradero de cabezas en la industria.
La única salida inmediata es apagar circuitos.
"Un sistema eléctrico que tenga los problemas que
ha creado una sola planta, es un sistema eléctrico débil",
dice Castro. "Equivocarse siempre es posible." El líder cubano habla
extensamente e impone ritmo a los programas con abundantes preguntas a
los expertos. "Todos debemos autocriticarnos."
El vicepresidente Carlos Lage, el circunspecto jefe del
equipo económico, participa poco en las emisiones, pero es directo
y preciso. Defiende a su gente. Dice que los operarios de la planta actuaron
como debían, aunque no advirtieron la amenaza decisiva. Recuerda
que en la durísima década pasada se han electrificado casi
un millón de viviendas, que el consumo doméstico ha crecido
en términos reales y relativos y que el país tiene un nivel
del servicio de 95.6 por ciento, por encima del promedio latinoamericano
de 86 por ciento. Todo sin crédito. Todo con recursos propios. Dice
que la responsabilidad del conflicto es de "todos, aunque principalmente
de nosotros y no de él", es decir, de Castro.
El líder cubano se detiene para reflexionar sobre
otra novedad para la población: quizá no hubo un cálculo
adecuado cuando la red eléctrica fue reconvertida para usar el combustible
local. Esta es la tercera oleada tecnológica en el sector, después
de que Cuba tuvo que desmantelar las plantas estadunidenses para instalar
las que enviaban los soviéticos y sus aliados europeos. Ahora la
maquinaria de la era socialista, en parte tachada de ineficiente, está
en retirada o en cirugía mayor en la isla.
Usando crudo cubano el país ahorró en una
década unos 150 millones de dólares, dice Presa. A finales
de la década pasada la curva fue ascendente y en 2001 la energía
disponible rozó 70 por ciento. "Todos éramos felices cuando
decíamos que estábamos consumiendo nuestro petróleo
pesado", dice Castro. Pero los perjuicios del crudo sulfuroso indican que
hay que hacer las cuentas de nuevo.
Más precisiones: a la industria le falta gran inversión.
Los técnicos desgranan las carencias y atrasos, los "sueños"
que tienen para respirar tranquilos. Pero no hay recursos. No, al menos,
en la proporción requerida, recuerda Castro. Vuelve a confiar en
cadena nacional un dato de sus apuntes personales: hubo quien pidió
reducirle recursos a la batalla de ideas para salir en auxilio de
la industria eléctrica.
No es común que una autoridad, menos el propio
jefe de Estado, hablen de discrepancias concretas. Menos cuando, como en
este caso, se toca la máxima prioridad, un plan que combina una
fuerte política social con una intensa campaña en defensa
de la obra del gobierno. No hay gasto injustificado, dice Castro. Eso "ni
es cierto ni es justo". Habla de la educación y dice que no le quitará
presupuesto.
Más conocida, la desigualdad social que ha resurgido
en Cuba se documenta con las cifras del consumo eléctrico. El 7
por ciento de la población gasta el 20 por ciento. A todos se les
cobra en pesos cubanos, a 10 por ciento del costo real. Nadie lo dice,
pero es evidente que ningún salario en moneda local podría
pagar el precio real del servicio.
En contraste con los años 90, cuando la crisis
fue paliada con una modesta apertura a negocios privados, Castro recuerda
su conocida incomodidad con los paladares, los restaurantes familiares
que en algunos casos son prósperos, pero están en la mira
de los reglamentos, los inspectores y el discurso oficial. El presidente
cubano cita el consumo eléctrico de algunos paladares. Dice
que no está acusando a nadie.
Castro muestra que está informado de las reacciones
de la calle. Dice que lo critican por interrumpir a los expertos, pero
responde que trata de ahondar en los temas. Uno de ellos es una enciclopedia
del sector. Fue director de la empresa eléctrica y parece conocerla
de memoria. Es Alfredo López, quien no está en ninguna parte
de la industria. Es ministro de Pesca.
Castro dice que él, en uso de sus facultades, convocó
a quienes pensó que debían estar en las emisiones. No lo
dice, pero es una alusión a la pregunta de dónde está
Marcos Portal, el ministro de la Industria Básica, cabeza de un
sector reputado por su destreza y profesionalismo, el hombre que hace dos
años sumó a su cartera la fabricación de medicinas
cuando el Ministerio de Salud naufragaba en el intento; el que hace una
década, solitario, explicaba en la televisión los apagones
de entonces.
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