Horacio Labastida

Contra la república social

El pasado martes, cuando en la Cámara de Diputados se iba a discutir una osada reforma al 122 constitucional, se escuchó un develador intercambio de palabras entre dos representantes. Según La Jornada (6 de octubre), las cosas ocurrieron del siguiente modo: "Junto a la tribuna, el diputado perredista Alfredo Hernández Raigosa escuchó la advertencia del panista Ernesto Herrera: 'šVan a ver cómo nos vamos a chingar a López Obrador!' El legislador del sol azteca le contestó: 'šPues vas a chingar a tu madre!', y sólo porque fueron separados no se liaron a golpes", expresiones adjetivas que nos recuerdan las exclamaciones irritadas de Sancho Panza cuando lo enojaban las circunstancias que vivió en el relato de Cervantes; y tales hechos motivaron el e-mail que desde San Francisco, California, me enviaron estudiantes mexicanos inscritos en las universidades de San Francisco, Berkeley y Stanford. Aunque no cito nombres de los remitentes, porque me pidieron guardar el anonimato, sí subrayo la preocupación central que los persigue. Me escriben así: "Más y más contra López Obrador, Ƒpor qué? ƑPodría usted explicarnos las causas de tal actitud? Primero fue Ahumada y sus complejos manejos monetarios relacionados con personas del PRD y de la propia administración de la capital; después vino el palurdo juicio político al jefe del Gobierno del DF, por delitos que nunca cometió, apuntalándose un escenario de absurdos jurídicos y políticos, y ahora sin más ni más se le quieren entregar las enormes y serias obligaciones de la educación, restándole a la vez recursos para financiar las tareas. Quizá los detractores de López Obrador piensen desacreditarlo al imponerle el deber de cargar con pesados tributos a una población defeña, que ya sufre los efectos desastrosos de la política neoliberal que se aplica en México desde la época de Carlos Salinas de Gortari hasta el presente foxista. Todo esto nos turba mucho -agregan en su comunicación-, y quisiéramos algunas reflexiones que nos ayuden a comprender el dramático teatro que hoy se representa en nuestra patria".

La petición que me hacen los estudiantes de San Francisco me ha conmovido profundamente e intentaré contestar, haciendo a un lado los síntomas de las enfermedades políticas que nos agobian y procurando señalar hasta donde me sea posible las causas de la delicada etapa en que nos hallamos.

Precisemos las ideas. Las crisis del capitalismo en que vivimos tienen siempre una causa precisa, el descenso en ocasiones agudo de las tasas de ganancia empresarial, porque si éstas se prolongaran por largo tiempo el sistema capitalista caería hecho añicos; en consecuencia, cada vez que las ganancias decrecen a grados preocupantes, los expertos buscan la manera de recobrarlas, sin importar, por supuesto, los medios que tengan que ponerse en práctica. En estos negocios Maquiavelo es el maestro supremo de las oligarquías, y los valores morales de cualquier tipo, que escudan al ciudadano, conviértense en terroristas que deberán ser transformados en polvo imperceptible.

El derrumbe de las tasas de crecimiento y acumulación y el aumento del desempleo registrados en Occidente durante las últimas décadas del siglo pasado plantearon una urgente necesidad de hallar salidas al derrumbe, y al respecto John Williamson se dio a investigar y recoger los puntos de vista más importantes que se expresaban en Estados Unidos, entre políticos de altura, economistas prestigiosos y los atormentantes think tanks al servicio de la Casa Blanca y demás oficinas del aparato gubernamental estadunidense, resultando de sus indagaciones el conjunto de tesis de política económica que el propio Williamson calificó exitosamente con el título de Consenso de Washington, identificado, por supuesto, con el neoliberalismo.

Desde entonces la orden del capitalismo trasnacional representado por Washington es libre comercio sin límites, privatización total, reducción del Estado al papel de mero gendarme, baja del salario real y supresión de servicios y seguros sociales. En nuestros días los resultados nos recuerdan la obra siniestra de los jinetes del Apocalipsis. El derrumbe de las economías nacionales, el ingreso de poblaciones enteras a la miseria y el desempleo, el enriquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los pobres, y una globalización que exige materias primas baratas y la zombificación de la mano de obra. Si en esta atmósfera surge el juicio crítico y se plantea la necesidad de una alternancia que recupere el bienestar y oriente al hombre hacia su propio perfeccionamiento, recobrando nacionalidades y gobiernos democráticos, el poder dominante e imperial exigirá de inmediato la destrucción de los proyectos innovadores. Tal es la causa de que López Obrados esté sufriendo continuos embates de los servidores del fracasado Consenso de Washington. Quizá esta meditación aclare en algo las dudas de mis corresponsales.