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México D.F. Viernes 8 de octubre de 2004
MUSICA
Mariana Norandi
Paulina Rubio: desafinada
80 minutos de concierto sin definición
HAY ARTISTAS QUE hacen que sus conciertos sean
siempre una sorpresa, bien por su creatividad, por su calidad musical o
por su espontaneidad en vivo. Por poner ejemplos recientes, citemos, sin
ir más lejos, a Sting o Gilberto Gil, quienes nos visitaron en septiembre
pasado dejando el mejor de los sabores. En cambio hay otros que no despiertan
la más mínima expectativa debido a que, desde un principio,
el espectador ya sabe lo que va a ver y escuchar. Es el caso de Paulina
Rubio quien se presentó este martes en el Auditorio Nacional.
A
ESE ENCUENTRO acudió gente variopinta. Niños a los que
les gusta bailar su música como si fuera la de Tatiana, muchachas
adolescentes que sueñan con parecérsele, cúmulos de
hombres que ven en Paulina la mayor y más fina de sus fantasías
eróticas, treintañeros que esperan las canciones de Timbiriche
para corearlas como en su adolescencia y jóvenes gays que ven en
Paulina, equivocadamente, lo que en otras épocas la comunidad homosexual
encontró en Madonna: una sexy, polémica y liberada reina
del pop.
VEINTE MINUTOS DESPUES de la hora estipulada, cuando
el Auditorio aún no estaba lo lleno que después iba a estar,
la Chica dorada sale al escenario, acompañada por cinco músicos
(entre los que se encontraba una diyéi que le dio un toque
especial y moderno al concierto) y un grupo de seis bailarines (dos mujeres
y cuatro musculosos hombres). El decorado simulaba una calle en obras,
las pantallas de video mostraban imágenes urbanas en construcción,
por lo que Paulina y sus bailarines aparecieron vestidos con overoles de
obreros y cantaron Pau Pau.
ABARCO GRANDES EXITOS, tanto de su más reciente
disco, Paulatina, como de sus anteriores. Los músicos -que
nunca fueron presentados por la cantante- demostraron calidad, el trabajo
coreográfico cumplió su función de adornar un espectáculo
en vivo, pero la voz de Paulina no alcanzó definición en
ningún momento, apagándose y desafinándose en continuas
ocasiones.
CUANDO LLEGO A la mitad del concierto apareció
con un look ochentero: gafas negras, chamarra de rayas, mini y zapatos
fucsia. Con una buena introducción musical de la DJ que recordó
temas de la época y una coreografía afín, Paulina
interpretó un popurrí de Timbiriche y puso, sobre todo a
los treintañeros, a corear cada tema. La vida es mejor cantando,
Corro, vuelo, me acelero, México, Acelerar o Con todos menos
conmigo fueron algunas de esas canciones que ya, más que recordar
adolescencias, aburren.
TAL VEZ LA única sorpresa de la noche fue
cuando apareció en medio del Auditorio y cantó Enamorada.
Esta sorpresa no sé si gustó a la seguridad del recinto porque
la gente se le aventaba para abrazarla, darle la mano o echarle un piropo.
Finalmente fue acompañada por numerosos elementos de seguridad hasta
el escenario donde la esperaba un mariachi... las rancheras no están
hechas para Paulina.
TRAS UNA HORA y veinte minutos de concierto, la
cantante se despidió con el tema Y yo sigo aquí, en
medio de una lluvia de papel picado. La gente se dio por satisfecha con
ese final y no pidió más. A la salida los comentarios más
comunes eran: "canta mejor en el disco", "fue muy corto" o "se veía
cansada".
Y ES QUE, finalmente, la música de Paulina
no deja de ser un producto comercial, de canciones pegajosas y simples
que, aunque envueltas en una imagen seductora, no tiene otro fin que el
consumo.
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