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México D.F. Lunes 11 de octubre de 2004
Inaugura jerarca el Congreso Eucarístico Internacional
Condena enviado papal la guerra, el laicismo y el agnosticismo
JOSE ANTONIO ROMAN Y JOSE DIAZ BETANCOURT ENVIADO Y CORRESPONSAL
Guadalajara, Jal., 10 de octubre. Junto a la luz que representa el anhelo de paz, el respeto a los derechos humanos y la búsqueda de algo que una a la humanidad, también están presentes las "pesadas sombras" de la guerra; el ataque ideológico al matrimonio, a la familia y a la vida misma; el laicismo que excluye a Dios de la vida social e incluso de la conciencia privada, y el agnosticismo que no deja espacio a la religión, aseguró esta noche el cardenal Josef Tomko, al inaugurar en el estadio Jalisco el 48 Congreso Eucarístico Internacional.
En la celebración religiosa con la que dio inicio formalmente dicho congreso, el enviado especial del papa Juan Pablo II dijo que este agnosticismo "resulta peor" que el ateísmo, mientras que proliferan en el mundo manifestaciones de una religiosidad sectaria y fanática con tendencia fundamentalista.
Desde el altar colocado en el centro del campo, el cardenal de nacionalidad eslovaca se dirigió a los más de mil sacerdotes y religiosos, los dos centenares de obispos y arzobispos y a la treintena de cardenales procedentes de todo el mundo, que junto a otros invitados especiales, ocuparon los lugares colocados sobre el terreno de juego, y a los miles de feligreses católicos, en las gradas del estadio de futbol.
Acompañado por el cardenal y arzobispo anfitrión, Juan Sandoval Iñiguez, y cinco cardenales más -uno por cada continente-, Tomko señaló que el deseo y la búsqueda de la humanidad por encontrar la paz y algo que la una -como lo son las Olimpiadas-, es un signo de luz, que también se refleja en el redescubrimiento de la belleza y de la creación de Dios, la defensa de los derechos humanos y la sensibilidad por la justicia social.
Sin embargo, además de estos destellos de luz y brillantez, también están presentes las "sombras tenebrosas" de las guerras conocidas y olvidadas, declaradas o solapadas, de la violencia y el conflicto de diversa índole; el ataque ideológico al matrimonio, a la familia y a la misma vida humana, desde su concepción hasta la muerte natural, ahora también amenazada por la eutanasia de los ancianos, de los enfermos, e incluso de los niños recién nacidos, como un homicidio legalizado.
Pero de igual forma está el oscurecimiento de la conciencia moral, la pérdida de la capacidad de amar fiel y constantemente, el terror que se transforma en horror, la pérdida del sentido del pecado que denota la pérdida del sentido de Dios, la apostasía silenciosa de Cristo de algunas regiones cristianas, un laicismo que excluye a Dios de la vida social e incluso de la conciencia privada.
Dijo que pese a esta difícil situación, la Iglesia católica ve el despertar de los jóvenes a los que el Papa ha encomendado la estupenda tarea de ser "centinelas de la mañana". Después de un siglo de grandes papas, agregó, Juan Pablo II "es cada vez más ampliamente reconocido como la más alta autoridad moral, no sólo de los católicos sino de la humanidad entera, el cual hoy sigue enseñando con su ejemplo y su palabra".
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