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México D.F. Lunes 11 de octubre de 2004
José Cueli
Mal reparto
El buen reparto es que el torero no se asuste, que se asuste el público, decía don José María Cosío. Lo nunca visto fue que donde los demás ponían la muleta, se puso José Tomas y los públicos se escalofriaban. Lo mismo que repitió David Silveti en su última temporada. Lástima que por una o por otra cosa, en México nos quedamos sin ver a José Tomas, en su madurez. Ese torero que alcancé a ver la tarde de su consagración en Madrid, y que se fue del toreo sin gesticulaciones ni teatros.
Qué lejos estamos en el reparto de que algún novillero nos asuste. Lo que sí, ellos salen asustados, corren las novilladas más o menos bien presentadas, novillos propicios al lucimiento y novilleros que sólo mueven los pies por el redondel, sintiéndose figuras de época, avalados por brillante historial. Los locos "cables" aún asistimos al embudo de Insurgentes en espera de ver la rencarnación de José Tomás, Silveti o Joselillo, etcétera.
Ese torear valeroso renovado por José Tomás, que ponía el cuerpo donde los demás ponen la muleta. Ese impulso que se apara con el cuerpo y enfrenta al toro. El tiempo de la embestida, en el espacio. Un vacío del pensamiento. Un instante sin lenguaje en que se le deja su lugar al cuerpo para que hable en su lugar. Mientras el público, paralizado, se queda helado, asustado, antes de resucitar entre gritos y oles.
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