México D.F. Miércoles 13 de octubre de 2004
Alejandro Nadal
Las joyas de la familia
Hace dos semanas, en la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI), los países ricos dejaron pasar la oportunidad de cancelar la deuda externa de los países más pobres del planeta. La operación podría haberse realizado de manera rápida, con una serie de operaciones contables, y los balances de los acreedores habrían ajustado perfectamente. Pero se dejó pasar la oportunidad porque los ricos no se pusieron de acuerdo.
Este año el G-7 también dejó pasar la ocasión para cancelar la deuda de los países pobres. Las diferencias entre sus miembros sobre montos y calendarios no lo permitieron. Prefirieron simplemente extender dos años más la iniciativa pactada en 1996 y reforzada en 1999 para los países pobres más endeudados (PPME). Al amparo de la iniciativa PPME los líderes de los países más ricos prometieron cancelar 110 mil millones de dólares de deuda. Pero a la fecha apenas se han cancelado unos 36 mil millones.
Una de las operaciones contables que podían haber contribuido a fortalecer la iniciativa PPME concierne al oro que tiene el FMI. Este organismo tiene un acervo de 3 mil 217 toneladas métricas de oro, valuadas a un precio muy inferior al de mercado actual. El resultado es que el valor del oro del FMI es de 8 mil millones de dólares. Si se le revalúa, su valor alcanzaría los 42 mil millones de dólares, dejando 34 mil millones para solventar la deuda de los países pobres más endeudados.
El FMI obtuvo ese oro a través de operaciones consideradas en su convenio constitutivo. Por ejemplo, 25 por ciento de la suscripción inicial de los miembros se pagaba en oro. Además, todos los intereses sobre créditos del FMI se pagaban normalmente en oro. Pero en 1978 se eliminó el uso del oro como referencia cambiaria y lo que quedó es un activo subvaluado. La reevaluación del oro del FMI permitiría liquidar casi toda la deuda de los países pobres más endeudados (PPME) con organismos multilaterales y, además, permitiría cancelar un componente importante de la deuda con otros países.
De un solo plumazo el FMI aliviaría la pesada carga financiera de los países más pobres (la mayor parte de ellos en Africa). Los recursos que hoy van al servicio de la deuda se canalizarían a proyectos de inversión social. Y para asegurarse que los recursos liberados efectivamente fueran a beneficiar a los más pobres, se podrían establecer comités de seguimiento y monitoreo. Pero habría que evitar que el Banco Mundial y el FMI usaran esto para seguir con su práctica de condicionalidad que sólo sirve para imponer un modelo económico que no funciona.
La prueba del mal desempeño del modelo es que desde 1980, cuando estalló la crisis de la deuda y el FMI y el Banco Mundial comenzaron a imponer sus programas de ajuste estructural, la carga de la deuda externa en los países africanos al sur del Sahara aumentó 388 por ciento. Sin contar a Sudáfrica, hoy la deuda externa por habitante es de 366 dólares, mientras el PIB per capita es de sólo 311 dólares. Hoy, Africa está herida de muerte por la epidemia de sida, pero tiene que gastar más en el servicio de su deuda (pago de intereses y amortizaciones) que en salud.
La iniciativa PPEM está más enfocada hacia los síntomas que a las causas de un problema. Los prestamistas (con frecuencia el Banco Mundial y el propio FMI) sabían que otorgaban créditos insostenibles. Muchas veces tuvieron que refinanciar su propia cartera vencida e incobrable. Para seguir adelante en sus prácticas financieras, proyectaron tasas de crecimiento de 6 por ciento para países que no han podido alcanzar un promedio de 2 por ciento. Y diseñaron la iniciativa PPEM en función de sus necesidades financieras y contables. Por eso la iniciativa deja de lado las necesidades a largo plazo en materia de salud, vivienda y educación de los países pobres.
Se ha dicho que los acreedores no sacan grandes beneficios de esta situación y no perderían nada con la cancelación. En el caso del FMI, la cancelación no le cuesta más que una simple corrección contable. Para los demás acreedores, la falta de una cancelación hasta puede resultarles más costosa porque, en muchos casos, se han visto obligados a otorgar préstamos a los países deudores para evitar que se declarara la moratoria de pagos. Esta dinámica de préstamos defensivos es muy costosa.
La deuda detestable acumulada por los países más pobres no será pagada nunca. El oro no sirve para nada, ahí lo tiene el FMI, como recuerdo de familia, de la época en que las monedas de referencia tenían ese respaldo. Si se revalúa o no se revalúa, eso no afecta la presencia física de esas 3 mil toneladas. Pero, por el momento, los hermanos ricos y envidiosos (el G-7) no están dispuestos a vender las joyas de la familia.
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