Lamento por el agua fresca
Hasta hace unos veinte años, tal vez un poco más, había puestos de aguas frescas por todos lados. Mamá, papá y hermanitos salían a caminar por la Roma (digamos, de Monterrey a Insurgentes por Tlaxcala) y al final del recorrido era fácil que encontraran un puesto con dos o tres grandes garrafas de vidrio gordo gordo en las que nadaba un trozo de hielo gigante: agua de horchata, jamaica y alguna opcional: naranja (absoluta favorita estival), guanábana, piña, sandía o, si el puesto era excéntrico, chía. Después, con la llegada de los vanidosos 80, se propalaron varias cosas: la barra de sushi, el refresco de dieta, el agua embotellada, la superstición de una miope higiene a cualquier costa: todo contribuyó a que, borreguito de las modas importadas, el chilango clasemedia fuera olvidándose de la sencilla felicidad del agua fresca callejera. Ni modo. ƑQué hacer?: Águila y Sol le ha echado ganas y suele tener un par de aguas rimbombantes en su elegante menú; a La Michoacana de Coyoacán (sobre Carrillo Puerto casi con Belisario) hay que pasar por agua de naranja, muy dulce todo el año, antes de ir por sopes a la calle Higuera; en el mercado de Medellín de la Roma (que nadie logró llamar nunca Melchor Ocampo) hay que pedir agua de fresa, tal vez por eso doblemente peligrosa, servida en cristalinas botellas portátiles de litro; en La Merced hay agua de chía con limón, deliciosamente viscosa... O reclinar la frente, empinarse ante la realidad y disolver un Clight limón cristal en litro y medio de agua Electropura.
Starbucks: doblar las manos
Como tantos mexicanos, le hice varios feos al Starbucks. Que hubiera cuatro en París me pareció une véritable pipe; que hubiera šocho! en Viena, me pareció lo mismo (pero en alemán); cuando llegó a México, me creí inmune a él. De repente visité el de la Condesa, sin demasiado entusiasmo: detestaba, según yo, cómo enuncian la salida de tu café (ššlatte vainilla light alto para Alonso en la barraaa!!) y la pasadez de lancita de sus precios. Pasó el tiempo y, poco a poco, me dejé convencer por los sabrosos biscotti, que solucionan positivamente el viejo dilema: sopear o no sopear (neta, hay gente que dice: no sopear), y por una opción ligerísima, etérea: espresso macchiato sencillo con el resto del vasito lleno de espuma para el sopeo. O tal vez nada de esto es cierto, y yo me invento que me gusta para justificar que soy un tornillito más de la invisible maquinaria que nos tiene ensartados a todos. Y nosotros encantados. Michoacán 139, Condesa
Kiss of Life @ Colmillo
Hace siglos que no recomendábamos al viejo Colmillo (y es que, caray, todo parece siempre igual), uno de los sobrevivientes de la delegación Cuauhtémoc (nació, si la MDMA no me ha arruinado la memoria, en 1999), que ha presumido, con justicia, una sabrosa coctelería, un buen mural tríptico de Héctor Falcón (la mejor parte es la del perrito), ocasionales invitados de rico gusto, y el hecho de que a sus puertas se estacione un chido puesto de falafel. Si sólo por esto, y porque sí tienen vodka Zubrowka, aromático a yerbas que pacen bisontes polacos, habría que darse una vuelta el viernes después de las once y media. También estarán Pol Habif y Yoni en plan electro, con la sesión Kiss of Life. Versalles 52, Juárez
Más electro, más disco
Es el sábado: en el Galaxie con Starlight y en el Music Box con Christopher Just, el uno está en el viejo y querido edificio Ermita (el del anuncio de Cocacola, sí) de Tacubaya, barrio espesito que nomás no logró convertirse en opción real, sudorosa y cachondamente raspita, para la Condesa; el otro en López Portillo 138 (junto al Banamex), en Coacalco, zona también espesita que seguro es opción sudorosa aunque quién sabe si cachonda. (A propósito, recién llegó la carpeta informativa 2004 del Consejo Nacional de Población. En la página nueve enumera las cinco demarcaciones con desarrollo social 'muy alto' del país; Coacalco es una de ellas. Qué guardadito se lo tenían.) Starlight es mexicana, Christopher Just vienés, y ya por eso cuenta con la arbitraria aprobación de Antrobiótica.
La próxima semana: Antrobiótica desde Catalunya y el País Vasco
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Quesos D.O.
Vivimos, por un lado, la era de la sustitución. Sustituimos el amor por el matrimonio o por las relaciones amorosas, el azúcar por el sweet'n'low, el queso por cualquier cosa que se le parezca: hay queso tipo roquefort, queso tipo emmentaler, queso tipo americano, incluso anda por ahí un šsustituto de queso tipo americano! Afortunadamente para la nariz y el paladar, lamentablemente para el bolsillo, también vivimos en la era de la denominación de origen: soñamos con que nuestras frutillas vengan derechito desde Guanajuato, nuestros Syrah desde el sur de Australia y, si es posible, nuestros manchegos desde La Mancha. He aquí tres manchegos en tres estilos diferentes que andan por los refrigeradores de súpers chilangos, con sus precios y un ligero apunte: Queso Tierno Mancha Real (aprox $290/kilo) es un queso de textura suave, levemente elástica, de oveja y cabra, con notas suaves de nuez, sabroso pero no complejo -aun podría comerse en quesadilla-; de estos tres quesos, el que más se parece al "queso tipo manchego" que solemos comer en México. El queso la Cueva del Abuelo Reserva (aprox $340/kilo) ha sido semicurado, su textura es ligeramente quebradiza, con nariz ya tendiente a la complejidad donde predominan los lácteos y los frutos secos, de sabor aún suave pero que equilibra bien la sal con la intensidad de sabor. Flor de Esgueba (aprox $480/kilo) ha sido elaborado por la Nestlé -esa suerte de Sony de la industria alimenticia-; se trata de un queso curado de color crema profundo, aromas que extrañamente se toman su tiempo para aparecer pero que son complejos e interesantes; en boca su textura es firme, agradable y su sabor levemente picante. Ojo: la denominación implica sacrificios: todos estos quesos son extragrasos. Suerte.
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