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México D.F. Viernes 15 de octubre de 2004
Espionaje: cuarta ofensiva contra López Obrador
Tras
los videoescándalos del mes de marzo, en los que resultaron involucrados
funcionarios de la administración capitalina, luego del inicio de
un proceso de desafuero contra el jefe del Gobierno del Distrito Federal
(GDF), Andrés Manuel López Obrador, por un delito que no
cometió, y después de que el Partido Revolucionario Institucional
y Acción Nacional unieron fuerzas para alterar la Constitución
con el propósito de ahorcar financieramente a la capital de la República,
la más reciente ofensiva para destruir al titular del GDF pasa por
el espionaje telefónico.
Las conversaciones -interceptadas y grabadas ilegalmente-
de Dolores Padierna y René Bejarano, así como de la diputada
local Alejandra Barrales y el subsecretario de Gobierno del DF, Martí
Batres, luego enviadas a un medio televisivo por manos anónimas,
han dado margen a la coalición de facto pri-panista para
lanzar una nueva y muy virulenta andanada contra López Obrador.
Los excesos de los ánimos linchadores contra éste han llegado
inclusive a agregar al proceso de desafuero pendiente la propuesta de que
el Senado lo destituya.
Más allá de disparates como el referido,
resulta significativo que en el nuevo coro de condenas a priori
destaquen voces de políticos que aspiran, de manera abierta o embozada,
a una candidatura presidencial en 2006, como Felipe Calderón, Jorge
G. Castañeda y Santiago Creel, para quienes sería muy conveniente
la ausencia de López Obrador en las boletas electorales de ese año.
Por otra parte, es deplorable y exasperante que la más
visceral e incontinente de las descalificaciones del mandatario capitalino
provenga de Santiago Creel, quien es el responsable -teórico, al
menos- de preservar la armonía y el respeto entre las instituciones,
así como entre los titulares de los distintos poderes de la Unión
y de los diferentes niveles de gobierno. Los epítetos empleados
por el funcionario referido -"mentirosos", "cobardes" y "deshonestos"-
fueron la única y descontrolada respuesta del encargado de la política
interna del país a quienes señalaron la posibilidad real
de que las grabaciones telefónicas referidas hayan sido realizadas
por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), organismo
adscrito a la responsabilidad del propio Creel Miranda.
Mientras se redoblan los embates contra el gobernante
urbano y se le acusa de haber orquestado las tomas de la tribuna
de la Cámara de Diputados por diputados locales y federales del
Partido de la Revolución Democrática, se deja de lado el
único delito evidente, flagrante y documentado de todo el episodio,
que es la intromisión en las comunicaciones de las dos legisladoras
perredistas.
No son las únicas víctimas, desde luego.
El secretario de Gobierno de la capital de la República, Alejandro
Encinas, denunció que es objeto de intervención telefónica
inclusive en su domicilio. Mientras se incrementa el espionaje telefónico
contra los perredistas, Creel se limita a insultarlos, sin parar mientes
en lo que ambas acciones -el espionaje y los insultos- significan en la
vida
política del país: el abuso extremo del poder para acosar
adversarios políticos, la degradación de la confianza ciudadana
y, para recurrir al barbarismo de cosecha creeliana, la expansión
sin freno del sospechosismo en el país.
Al presidente Vicente Fox se le agota el margen para asegurar
una sucesión tranquila que daría al país estabilidad
y certidumbre, y que otorgaría al actual mandatario un margen para
un retiro apacible. Urge, en ese espíritu, que realice los ajustes
pertinentes en su gobierno.
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