México D.F. Viernes 22 de octubre de 2004
Documenta el proceso que seguía el maestro
para lograr la síntesis de sus pinturas
La veta de Rufino Tamayo como dibujante, en magna muestra
MERRY MAC MASTERS
El dibujo, para el maestro Rufino Tamayo (1899-1991, era
un medio, un instrumento, para lograr un fin.
Sin embargo, el artista oaxaqueño no fue un dibujante
compulsivo. Además, trazaba en directo sobre las telas, para después
cubrirlas con pintura.
El hecho de que no haya bocetado primero en papel, explica
la pérdida de gran parte de la obra dibujística de Tamayo,
así como la oportunidad de ver cómo transformaba la imagen
ese artista que ''siempre tuvo una inventiva inagotable para recrear el
cuerpo humano y los objetos", expresa Juan Carlos Pereda, curador de la
exposición Tamayo dibujante. 1920-1989, integrada por cerca
de 140 piezas, que será inaugurada el martes 26 a las 20 horas en
el Museo Tamayo Arte Contemporáneo (Paseo de la Reforma y Gandhi,
Bosque de Chapultepec), que incluye un cuadro del artista sin terminar
para mostrar precisamente dicho proceso.
No
obstante, en la época en que se creó el Museo Prehispánico,
en Oaxaca, aparte de 12 litografías, Tamayo realizó una extensa
serie de 100 dibujos de su colección de arte precolombino, con un
brochazo de acuarela, comenta Pereda.
Por desgracia, también están dispersos ya
que eran muy atractivos para los extranjeros por ser Tamayos, por tener
una imagen de arte prehispánico y por su reducido costo, sin que
dejaran de ser caros, en relación con sus pinturas.
Y aunque la mayor parte de esas obras salió de
México y es difícil ubicarlas, Pereda logró encontrar
tres dibujos que se incluyen en la muestra.
Tamayo dibujante se divide en cuatro núcleos
temáticos. El primero, Desnudos femeninos y escenas cotidianas,
se constituye por dibujos a línea continua que representan a mujeres
en diferentes posturas, plasmados en pequeños folios de papel corriente
de gruesa y tosca textura, al parecer ''realizados como ejercicios que
permitieron al artista adquirir seguridad, fluidez y libertad en el manejo
de la línea", explica Pereda.
En seguida, Bocetos para óleos, comprende
una selección de los dibujos conservados sobre papel como estudios
previos a sus telas pintadas.
Se trata de bocetos para cuadros que hoy son emblemáticos
como Perro aullando a la luna, Perro y serpiente y Amantes
contemplando el firmamento.
Otro núcleo, Bocetos para murales, incluye
tanto aquellos realizados como los que no se hicieron, ejemplificado por
el trabajo muralístico planteado para el hoy Museo de las Culturas,
que debió haberse pintado en 1933.
''No se hizo -detalla Juan Carlos Pereda-, porque entendemos
que Tamayo al mandar los bocetos a Narciso Bassols, éste se asesoró
con Diego Rivera, quien le dijo, no, hombre, esto no."
Luego, hay unos apuntes que equivalen a las primeras ideas
de Rufino Tamayo para el mural El Eco, en respuesta a una invitación
de Mathias Goertiz, pero que tampoco se concretó. También
está un boceto para el mural Revolución que sí
fue pintado en el Museo de las Culturas, que tiene ''una glosa de la obra
de José Clemente Orozco".
En fin, son trabajos que documentan el proceso seguido
por Tamayo para lograr la síntesis de sus imágenes pictóricas.
El último núcleo, Dibujos terminados,
es el menos abundante debido a que Tamayo hizo pocos trabajos de este tipo
''independientes y finalizados en sí mismos".
Entre ellos figuran dos retratos de Olga Tamayo, uno realizado
al pastel en 1934, año en que la pareja contrajo nupcias, y otro
de 1947, que da testimonio del ''profundo sentimiento que profesaba por
ella".
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