México D.F. Domingo 24 de octubre de 2004
Victoria, la última niña que retornará
con su madre, triunfo de la fe y la esperanza
Recuperados, 78 jóvenes nacidos en cárceles
de la dictadura argentina: Estela de Carlotto
"El amor todo lo puede", dice la presidenta de la organización
Abuelas de Plaza de Mayo
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 23 de octubre. Se arregla con suavidad
el cabello blanco, que enmarca su cara serena, y dice: "hemos recuperado
a otra ni-ña nacida en la Escuela de Mecánica de la Armada
(Esma), apropiada y entregada a un militar. Y como la canción, sólo
puedo decir que el amor todo lo puede, porque su abuela Leontina la buscó
sin descanso. Y con ella ya hemos recuperado a 78 de los niños nacidos
en cautiverio y apropiados por los represores, una historia que afrenta
al mundo".
Así relata Estela de Carlotto, titular de Abuelas
de Plaza de Mayo, la recuperación de Victoria Donda Pérez,
nacida durante la última dictadura militar en el centro clandestino
de detención de la Esma, donde desaparecieron unas 5 mil personas.
Y no es fácil relatar la historia de esta joven,
cuyo rescate es el último triunfo del amor en esa búsqueda
sin límites de tiempo en que están empeñadas las abuelas.
"Es
una historia que además resulta muy especial, muy terrible -agrega-,
y da cuenta de cómo un ser humano puede transformarse hasta ser
victimario de su propia familia. Allí en la Esma, donde nació
Victoria, su tío Adolfo Donda Tigel era jefe de un grupo de tareas
y no dudó en entregar a la hija de su hermano a un hombre de las
fuerzas armadas que está preso en estos momentos y por pedido de
Victoria no se menciona su nombre. Donda Tigel es también responsable
de la muerte de su hermano José María Lau-reano Donda y de
su cuñada María Hilda Pérez, secuestrada en 1977".
En Canadá, donde ahora vive, esperaba noticias
Leontina Puebla de Pérez, la abuela materna de la joven, que luchó
durante años por encontrarla y fue una de las fundadoras de la Asociación
de Abuelas de Plaza de Mayo. El llamado, esperado du-rante 27 años,
llegó hace 10 días.
Acompañada por miembros de la organización
de las abuelas, Victoria balbuceó en el teléfono su nombre
ahora recuperado. "Soy la de los hilitos azules", dicen que le afirmó
a esa abuela que creyó que su sueño de encontrarla era ya
casi imposible.
Victoria era el nombre que Hilda le puso al nacer en la
Esma, y para que no se confundieran sus captores le colocó unos
hilitos azules a manera de arito en la orejas, ya que pensaba que la niña
iba a ser entregada a su familia. Pero eso nunca sucedió.
El tío, Adolfo Miguel Donda, también se
apropió de la hermana de Victoria, Da-niela, nacida poco después
de que Laureano y María Hilda se casaran.
Según Carlotto, Laureano nunca habrá imaginado
que su hermano, a quien recurrió ante el secuestro de su esposa,
no sólo no iba a hacer nada sino que finalmente también terminaría
siendo responsable de su secuestro, tres meses después de lo sucedido
a Hil-da, para seguir su misma suerte. "El no podía ignorar lo que
estaba sucediendo", dice.
Considerando que había librado "una guerra donde
no se puede tener piedad con el enemigo, aun cuando sea un hermano o una
cuñada", como lo confesaría a otra detenida en la Esma, Donda
Tigel se dedicó -usando todo su poder y dinero- a quitarle la otra
hija de su hermano a la abuela Leontina, mediante juicio amañado.
Victoria estuvo 15 días con su madre y luego la
entregaron a una familia, se sabe ahora que de un militar, mientras la
madre iba al suplicio, la muerte y la desaparición.
Hace algún tiempo, las abuelas recibieron un informe
de una niña que con hilitos azules en sus orejas había llegado
a una familia de un militar. Y comenzó el lento y angustioso proceso
de investigación y luego del ADN, hasta que no quedó duda
alguna.
Leontina, en tanto, se había ido a Canadá
con su familia cuando el ex presidente Carlos Menem dispuso los indultos
a los jefes militares juzgados por su responsabilidad en crímenes
de lesa humanidad, en 1990. Entonces tuvo miedo, ya que Donda Tigel tenía
en sus manos enorme poder.
Favorecido por las leyes de impunidad de Obediencia Debida
y Punto Final, anuladas ahora, Donda Tigel fue en 1984 nada menos que agregado
naval en la embajada de Argentina en Brasil.
Años después su nombre apareció ligado
al poder menemista, y especialmente conformó el grupo de seguridad
que rodeaba al empresario Alfredo Yabrán.
Muchos otros crímenes pesan sobre este hombre que
no dudó en sacrificar a su propia familia y que aunque ahora está
detenido por los juicios que se llevan adelante en el caso de la Esma,
además de que ha sido solicitado desde el exterior, sólo
podrá ser castigado por una mínima parte de los crímenes
de lesa humanidad que cometió.
Las Abuelas de Plaza de Mayo reconstruyeron pacientemente
la historia y muy pronto Leontina, que no sólo perdió a su
hija y a su yerno, sino que la habían privado de sus nietas y sufrió
hasta en democracia el terror de la persecución, podrá encontrarse
con Victoria, la niña de los hilitos azules, ahora estudiante de
derecho.
Las abuelas buscarán la forma de que Victoria viaje
próximamente a Canadá, porque Leontina no está en
condiciones físicas para venir a su encuentro.
"Este es un acto de amor, que se ha impuesto sobre el
horror que significa este caso. Es un premio de amor. Y ahora también
caerá algo más de justicia sobre Mi-guel Donda, quien tiene
que responder por este crimen. Daniela, la hermana mayor de Victoria, está
en contacto con ella y vive la realidad de su vida también apropiada",
di-ce Estela de Carlotto.
"Aquellos hilitos azules que Hilda colocó a su
hija para que no se perdiera, fueron finalmente el hilo que llevó
hasta ella. Y esa historia de amor justifica todo nuestro trabajo, la solidaridad
y la ayuda que recibimos del mundo", señala por último.
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