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México D.F. Domingo 24 de octubre de 2004
Un paso para salvar el planeta
La
Duma de Rusia ratificó el Protocolo de Kyoto, a pesar de la oposición
de los nacionalistas cerrados que decían que eso afectaría
el desarrollo industrial del país (en 1990 emitía 17 por
ciento de los gases de efecto invernadero y actualmente redujo esa cifra
a 7 por ciento). Estados Unidos queda así solo en la oposición
al tratado, que el presidente Clinton había sin embargo firmado
en 1998 comprometiéndose a reducir 7 por ciento, con respecto a
1990, las emisiones de gases responsables del recalentamiento de la temperatura
terrestre (que de aquí a 2100 aumentará entre 1.4 y 5.8 grados
centígrados, en promedio.)
El gobierno de George W. Bush, para justificar su rechazo,
ha declarado que ese protocolo "no es bueno para Estados Unidos", pues
lo obligaría a reciclar sus industrias que contaminan sin control.
En efecto, ese país es responsable por sí solo de 36.1 del
total de los gases de efecto invernadero producidos por las naciones desarrolladas
y emitía por cada habitante 21.1 toneladas de contaminantes, contra
8.5 en el caso de la Unión Europea.
Aunque ya el daño es enorme, pues avanza la desertificación,
disminuye la disponibilidad de agua potable y su calidad, se disuelven
los glaciares y los hielos polares, se forman enormes huracanes y tormentas
devastadoras, disminuye aceleradamente la flora y la fauna del planeta,
la firma del protocolo por las naciones desarrolladas que contribuyen en
55 por ciento a las emisiones de gas de efecto invernadero permitirá
impedir que el recalentamiento empeore. Los efectos dañinos de la
contaminación atmosférica se sentirán sin embargo
durante todo este siglo y sólo una reducción de 50 por ciento
en esas emisiones podría reparar los daños causados.
Pero es importante que se tome conciencia del problema
y que se adopten algunas medidas al respecto, aunque siga pesando sobre
el mundo la amenaza que plantea el ciego egoísmo del gobierno de
Bush y la incógnita del desarrollo industrial y de los consumos,
según el modelo capitalista de países como China, India y
Brasil, que suman casi la mitad de la población mundial.
En efecto, a las emisiones industriales hay que agregar
las causadas por la generación de energía con combustibles
fósiles, las provenientes de la quema de los residuos (que aumentan
con los desechos de la civilización del consumo), las emisiones
del transporte, (que crecen con el automóvil propio), las de los
electrodomésticos, etcétera.
Lo que establece el protocolo (reducir las emisiones en
5.2 por ciento con respecto a 1990 en el periodo 2008-2012) es, por consiguiente,
importante como reconocimiento de la responsabilidad general por la suerte
del planeta y como primer paso hacia una solución pero, para salvarnos
todos del desastre ecológico, hay que cambiar los modelos de industrialización
y de consumo, buscar o desarrollar nuevos energéticos "limpios",
no confundir desarrollo con crecimiento económico a toda costa,
no aplicar el despilfarrador y fracasado modelo occidental en las nuevas
potencias económicas y, sobre todo, dar conciencia a los estadunidenses
de que tienen una responsabilidad ante el mundo y de que pueden ganar en
calidad de vida aunque deban modificar su modo de vivirla.
Esa no es una tarea fácil pero, independientemente
de todos los puntos discutibles que existen en el protocolo aprobado, es
alentador que se empiece a caminar por la vía correcta.
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