Angeles González Gamio

Paseo de oro

El Paseo de la Reforma es indudablemente una de las avenidas más hermosas del mundo, con sus amplios camellones arbolados, lucidoras glorietas, fuentes, monumentos y estatuas, arquitectura decimonónica y del siglo XXI, que desde la remodelación del año pasado luce particularmente bella, con el luminoso pavimento dorado y las bien cuidadas y coloridas jardineras. En esta ciudad de clima privilegiado, tenemos la fortuna de que todo el año podemos disfrutar del verdor y las flores.

En el tramo que va de la impresionante Torre Mayor a la fuente de Petróleos, acaban de sembrar miles de flores de cempasúchil, que con su brillante color naranja iluminan con destellos de oro el bello paseo, que invita a caminarlo disfrutando de cerca la exposición fotográfica Memoria de la ciudad de México. Cien años: 1850-1950, que montó en las rejas de Chapultepec la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, que ha convertido ese espacio en una de las galerías públicas más importantes de la ciudad.

De la calidad de la exposición baste decir que la curadora es Patricia Mendoza, experta en la materia, quien fundó y dirigió durante muchos años el Centro de la Imagen, ese magnífico espacio que se encuentra en la Ciudadela. El contenido es responsabilidad del talentoso historiador Carlos Aguirre Anaya, conocedor profundo de la historia de la ciudad.

Emociona ver el fin de semana decenas de familias con los niños y los abuelos, junto a amorosas parejas de jóvenes y viejos, todos mirando y comentando las 170 fotografías de gran formato, que nos muestran las transformaciones de la capital en ese periodo, en el que se dieron cambios radicales: la evolución del transporte, la creación de nuevas colonias residenciales, la industrialización, la moda, la vialidad, los oficios y los estilos e influencias arquitectónicos. Se advierte un contraste entre las primeras cinco décadas y las segundas, siendo en estas últimas cuando se inicia un fenómeno de masificación urbana que se expresa, entre otras manifestaciones, en que el Centro, ahora llamado Centro Histórico, perdió su preponderancia comercial, política y social al expandirse la ciudad de manera explosiva, creando una ciudad de ciudades y dando un papel preponderante al automóvil como medio de transporte. Los autores de las imágenes son varios de los mejores fotógrafos mexicanos y extranjeros que trabajaron en México en esas décadas; para dar una breve muestra: Manuel Alvarez Bravo, Manuel Ramos, los hermanos Mayo, Héctor García, Desiré Charnay y los Casasola.

No esta de más volver a recordar algunos datos de la historia del paseo que construyó el emperador Maximiliano para llegar con rapidez desde Palacio Nacional. La vía, de 12 kilómetros, se iniciaba en la glorieta de El Caballito; el breve periodo que gobernó el austriaco sólo le permitió terminar una austera calzada. Durante el gobierno del presidente Lerdo de Tejada la avenida se amplió, añadiéndole a los lados generosos espacios que se cubrieron de árboles y jardines. Esto dio a la avenida un aspecto majestuoso, que llevó a las familias más pudientes a edificar grandes mansiones.

Este desarrollo alcanzó su plenitud a lo largo del porfiriato, en el que se construyeron el monumento a Cristóbal Colón, el de Cuauhtémoc y la columna de la Independencia, ahora conocida como el Angel. A fines del siglo XIX se colocaron dos estatuas por cada estado de la República, de sus hombres más ilustres. Muy polémica fue la instalación, al inicio del paseo, de las dos colosales esculturas de bronce conocidas popularmente como los indios verdes. En la década de los cuarenta del siglo XX se realizó la fuente de la Diana Cazadora, que ha sido cambiada de lugar en dos ocasiones. La avenida, que llegaba originalmente a la entrada de Chapultepec, se ha extendido hasta cruzar prácticamente la ciudad.

Como remate del delicioso paseo, en las cercanas Lomas de Chapultepec se encuentra el restaurante, El Discreto Encanto del Comer, que muchos habrán visitado cuando ocupaba una bella casona estilo francés, en la colonia Roma. En ese sitio concluyó una época y ahora estrena un moderno pero acogedor local, en la avenida de Las Palmas 425, con su tradicional carta, en la que destacan los caracoles Bourguignon, los tacos de pato sudados, los ravioles de huitlacoche en salsa de perejil y chile poblano, los camarones Gruyere y el costillar de cordero con salsa de menta. Los postres también son algo especial: fresas a la pimienta negra, martini de chocolate y queso Brie fundido sobre manzana caramelizada; no se asusten, están riquísimos.

[email protected]