México D.F. Domingo 24 de octubre de 2004
El grupo inglés Serenissima ofreció
su programa Antonio Vivaldi: Per la Solennitá
El heavy metal de la música antigua en el FIC
Evidentes cambios de ánimo durante las dos horas
de concierto de los 14 músicos
ANGEL VARGAS ENVIADO
Guanajuato, Gto., 23 de octubre. Un prodigio ocurrió
este mediodía en el Templo de la Valenciana. Los creyentes lo llamarían
milagro: la Serenissima en concierto. Lo más prendido del barroco,
el heavy metal puro de la música antigua, en el penúltimo
día de la fiesta cervantina.
Catorce
músicos en escena, cuatro de ellos mujeres. Acaso de allí
ese espíritu encantador y sutil, seductor del sonido de la agrupación
inglesa. No es exagerado afirmar que el concierto cambió la vida
de muchos de los asistentes que llenaron hasta el tope la nave principal
del recinto religioso. Cuando menos durante sus dos horas de duración.
Así lo hicieron evidente esas sonrisas que se prodigaban
pletóricas y bellas en los rostros tanto de intérpretes como
de público al final, lo mismo que la proliferación de suspiros
y frases y exclamaciones de gusto y placer. ''¡Qué bonito
es lo bonito'', una de ellas. Felicidad colectiva.
Antonio Vivaldi: Per la Solennitá fue el
título del programa presentado por el ensamble europeo, recorrido
intenso y deshinbido por la geografía sensorial y anímica.
Caleidoscopio de estrambóticos colores y figuras, invocación
a la espiritualidad, llamado también a la alegría festiva.
Gozoso.
Música celestial, en el sentido lato de la palabra.
Estrellas, firmamento, cosmos diluidos y transformados en elixires sonoros.
Siete violines, dos violas, dos chelos, un contrabajos, una tiorba y un
órgano juntos, recreando el canto del universo, de la eternidad.
La epifanía ocurrió de principio a fin de
cada una de las seis piezas del programa, dos de ellas con la participación
de la mezzosoprano mexicana Carla López-Speziale, en una actuación
portentosa, conmovedora, merced su voz profunda, amazónica, de tersos
y claros registros.
En La Valenciana se desparramó a manos llenas el
genio vivaldiano, los diversos estados y pasajes anímicos, emotivos
y sonoros de sus obras interpretadas, entre ellas los conciertos en Fa
y Do para violín, cuerdas y bajo continuo, así los concerti
per la Solennnitá di San Lorenza y per la Solennitá della
Lengua di San Antoni in Padua.
El desempeño de la Serennisima se mantuvo siempre
en los mismos parámetros: la perfección. Impresionante fueron,
sin embargo, los varios solos a cargo del primer violín y director
del ensamble, Adrian Chandler.
Intenso, desgarbado, irreverente, oceánico en el
manejo de su instrumento en los momentos que las obras lo demandaron. Muy
semejante al ímpetu de un heavymetalero en su proceder escénico,
llevando la música en cada uno de sus fibras de su cuerpo, electrificando
y electrificándose con movimientos explosivos.
Su virtuosismo fue capaz de transformarlo también
en un fino orfebre, maestro de la delicadeza, con momentos en su actuación
en el que los sonidos parecían desquebrajarse, suspenderse evaporarse
de un momento a otro. La caja toráxica se llenó no en pocas
ocasiones de un aire fresco, mentolado, para luego explotar en suspiros
con la actuación de este grupo inglés, capaz de lograr de
un instante a otro giros emocionales: lo estridente de la belleza y lo
sublime de los detalles.
Música e interpretación que de tan bellas
y tan imposibles, lastimaron plácidamente, invitaron a abstraerse
en la reflexión interior. Embrujo, hechizo. Embriaguez de dicha.
Una lágrima de emoción surca imprevistamente por el rostro.
Al final, los asistentes pasmados, insertos en un estado
de embeleso, de placer. Cuesta trabajo reincorporarse a la realidad, pero
en cuanto se hace, irrumpen ovaciones y vítores, y en casi todos
los rostros se enciende una sonrisa tierna. Alegría y satisfacción.
Un prodigio de dos horas, que, se desea, pueda repetirse este domingo en
el concierto que la Serenissima ofrecerá en la Sala Nezahualcóyotl
del Centro Cultural Universitario, a las 18 horas.
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