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México D.F. Sábado 30 de octubre de 2004
James Petras
Comicios sin perspectiva de izquierda
El aspecto más significativo de las elecciones presidenciales en Estados Unidos es el desastroso trasvase del espectro político hacia la derecha. Los conservadores cambios en la Constitución de Estados Unidos, la legislación social, la política y las leyes internacionales, así como la experiencia histórica se han convertido en el lenguaje común de los dos principales candidatos en estas elecciones, sin que ello haya provocado expresiones de descontento popular masivas o protestas de intelectuales de la mayoría de la izquierda.
Aunque la Ley Patriótica ha eliminado de hecho los derechos fundamentales y la seguridad de los ciudadanos ante detenciones arbitrarias por parte del Estado, ambos candidatos la han respaldado. La Seguridad Nacional del Estado se ha convertido en el eje de las campañas de los dos partidos.
Ni los candidatos ni los partidos han abordado los problemas de los trabajadores afroestadunidenses o latinos, que han sido excluidos de hecho de los debates públicos. La exclusión programática de las "minorías" tiene mucha más importancia que la exclusión del registro de electores de la que tanto se ha hablado en los medios de comunicación, y la consecuencia, según estiman los expertos, es que cerca de 60 por ciento de los electores de esas minorías no sufragarán. Los resultados de la exclusión de hecho en la participación electoral nacional serán un poco más altos que los que se produjeron durante la época de la exclusión legal en el sur.
El tema central del debate económico entre Bush y Kerry ha sido el déficit presupuestal federal, no la pobreza, la vivienda, la sanidad, el salario mínimo o los insuficientes ingresos familiares. Ambos candidatos defienden la austeridad fiscal aunque pretenden aumentar el gasto militar y, aunque los demócratas anuncian un pequeño incremento del gasto en educación, su insistencia en reducir el déficit público y en aumentar los presupuestos militares convierten sus promesas electorales en una farsa.
No se ha presentado propuesta alguna de nuevas leyes laborales que faciliten la organización de los sindicatos. Y, a pesar de la indiferencia absoluta de los candidatos a la presidencia, la mayor confederación sindical -la AFL-CIO- ha gastado 10 veces más dinero en el millonario candidato del Partido Demócrata, John Kerry, que en el trabajo de afiliación de los trabajadores más pobres durante un año. El denominado "Solidarity Institute" (Instituto de Solidaridad) invirtió más dinero en la financiación del golpe de Estado contra Hugo Chávez que en proteger los derechos de los explotados obreros agrícolas de Estados Unidos.
La última reforma social del pasado todavía vigente -el programa de jubilaciones del Estado, la seguridad social (SS)- se va a privatizar: Bush defiende públicamente la privatización mientras Kerry afirma que la seguridad social está en "crisis" y precisa de "ajustes". El anterior presidente demócrata, Bill Clinton, inició el proceso de privatización con el nombramiento de una comisión de los dos partidos que abrió la puerta a la privatización "parcial" y propuso la prolongación de la edad de jubilación hasta los 67 años.
Ante una inminente crisis sanitaria como la provocada por la epidemia de gripe y la escasez de vacunas, ninguno de los candidatos ha querido tomar medidas más allá de la "solución que dé el mercado". A pesar de que millones de vulnerables estadunidenses enfrentarán la enfermedad y de que niños, mujeres embarazadas, ancianos y enfermos crónicos morirán, ninguno de los candidatos ha propuesto que intervenga el Estado para proteger la salud pública.
Los dos candidatos principales defienden las guerras coloniales y las ocupaciones, no sólo las actuales en Irak, Afganistán y Haití, sino las futuras en Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Sudán y dondequiera que el imperio exija. Ambos, asimismo, apoyan que Estados Unidos e Israel violen las leyes internacionales, y apoyan las arbitrarias y masivas detenciones ilegales, los secuestros y asesinatos extraterritoriales perpetrados por las "fuerzas especiales", y los ataques militares en lugares habitados por población civil. Así que la falta de respeto a las leyes se ha convertido en el Estados Unidos de hoy en requisito para ser "presidenciable".
Las diferencias entre los dos candidatos se reducen a la forma de gestionar la imagen pública del imperio y en consultar o no con los aliados europeos. Todo el debate público presidencial se ha centrado en cómo librar las guerras coloniales, en cómo acabar con la resistencia popular y en cómo aumentar la eficacia del ejército, no en los aspectos legales, éticos o políticos de esas guerras. En otras palabras, el abanico político ha quedado reducido a un marco ideológico en el que la única preocupación es la eficacia en el gasto de Estados Unidos y no los millones de personas sin hogar, los desempleados, y las víctimas coloniales, muertos y heridos, ni los centenares de miles de familias aterrorizadas que viven entre escombros en Gaza e Irak.
Apenas ha habido debate sobre la política en Latinoamérica: los dos partidos respaldan los planes Colombia y Andino, la instalación de más bases militares estadunidenses y el ALCA. Las diferencias entre uno y otro candidato se reducen a que Kerry quiere hacer compatibles una mayor protección a los poco competitivos productores estadunidenses con el supuesto "mercado libre" en Latinoamérica.
El actual gobierno de Bush ha codificado, formalizado y explicitado las políticas liberales en el interior y las políticas bélicas imperialistas llevadas a cabo por los presidentes que le precedieron, republicanos y demócratas, de forma que cada vez que la izquierda opta por el "mal menor" el espectro político se mueve más aún hacia la derecha.
La actual campaña electoral tiene lugar mientras se llevan a cabo dos dilatadas guerras coloniales en las que Estados Unidos se enfrenta a una masiva resistencia, a un continuo aumento de víctimas y a un alza de los déficits comercial y presupuestario. Aún así, no existe una oposición política a esas actuaciones coloniales. El dramático deslizamiento desde una democracia oficial burguesa a un Estado colonial de seguridad se ha llevado a efecto sin una oposición política significativa ni en el interior de los dos partidos ni en los "movimientos sociales".
Desde una perspectiva histórica, uno de los aspectos más sorprendentes de estas elecciones presidenciales es el desmoronamiento de la "izquierda" y de los movimientos progresistas de oposición, ya que más de 90 por ciento de la izquierda y de los progresistas se han concentrado en la campaña de apoyo a Kerry.
Los movimientos progresistas estadunidenses han experimentado un continuado declive desde los días de las masivas protestas en la calles de Seattle (1999) contra la Organización Mundial del Comercio, y las manifestaciones multitudinarias de febrero de 2003 contra la guerra. Ahora, en octubre de 2004, no hay gente en las calles para protestar. ƑDónde están todos los que protestaban? Ƒ Adónde se han ido los intelectuales "libertarios"? Los han encauzado con éxito para apuntalar la candidatura de Kerry, que está a favor de la guerra y apoya a Sharon. En el corto espacio de dos años se ha producido la transformación de un movimiento pacifista masivo y vibrante, que aspiraba a la paz y la justicia, en el apéndice frívolo de una campaña electoral a favor de un multimillonario belicista. Esta "transformación" es el resultado de la falta de coraje y de dignidad de los más destacados líderes ideológicos de la izquierda y de su miopía política. "Cualquiera menos Bush" es una "solución" a corto plazo que sacrifica las posibilidades estratégicas y tácticas de los movimientos de masas de los años 1999-2002.
Lo más lamentable en esta capitulación de la izquierda es el hecho de que existe una tercera opción real: Ralph Nader y Peter Camejo, quienes realizan una decidida y valiente campaña por todo lo que peleaban los manifestantes de Seattle y los pacifistas antes de su subordinación a Kerry: la oposición a las guerras de Irak y Afganistán, la defensa de la soberanía de Venezuela contra los Kerry-Bush que promovieron el golpe, la encendida defensa de los palestinos contra el terrorismo de Estado de Israel y la exigencia de un servicio nacional de salud de cobertura universal. Ante la oportunidad de unirse a los 2 o 3 millones de votos que apoyarán a Nader-Camejo, "progresistas", ONG, profesores, periodistas e intelectuales de Nueva York, Boston, Los Angeles, etcétera, no sólo apoyan a Kerry, sino que difaman a Nader y Camejo con las más graves descalificaciones personales. Una izquierda avergonzada por su rendición ante el poder, trata de destruir a los únicos candidatos que les recuerdan los principios en los que, al fin cabo, se basa la política de izquierda.
Ni la izquierda ni los progresistas muestran ningún tipo de oposición cuando Kerry defiende orgullosamente sus proezas bélicas en la guerra colonial de Vietnam. Los políticos negros demócratas y conocidos creyentes permanecen mudos mientras Kerry ignora las reivindicaciones de los trabajadores negros, y concentran sus esfuerzos en los que denominan "electores de clase media" (blancos). El movimiento feminista aclama a Kerry, incluso tras haber prometido que nombrará jueces que están en contra del aborto libre. Ni las ONG de Seattle, ni los líderes del movimiento pacifista, ni los del movimiento No en mi nombre han denunciado ninguna de las declaraciones belicistas de Kerry, ni siquiera ante su propuesta de enviar otros 40 mil soldados estadunidenses a Irak. Cuando Kerry hizo público su apoyo incondicional a Israel, en momentos en que Sharon mataba a decenas de niños palestinos y se estaba investigando a gentes del lobby judío por espiar en el Pentágono, la izquierda estadunidense permaneció muda. Cuando las principales organizaciones judías de Estados Unidos expresaban su apoyo a Bush y a Kerry para convertir en objetivos a Irán y Siria y para suministrar a Israel bombas de una tonelada, los más prominentes y prestigiosos intelectuales críticos judíos mantuvieron sus bocas cerradas o las abrieron para atacar a Nader por sus críticas al salvajismo de Israel.
Una de las más graves consecuencias de estas elecciones presidenciales ha sido el espectacular colapso y desaparición de la izquierda durante el enfrentamiento de los dos candidatos de la derecha. En elecciones precedentes, incluso entre la izquierda que se decantó por la oportunista estrategia del "mal menor", se produjeron continuas presiones de los progresistas para incluir en la campaña electoral algunos temas sobre la "paz" y las reformas sociales. En la actual, Kerry ignora por completo a la izquierda, y acepta su apoyo sin siquiera reconocer su existencia. La izquierda se ha desacreditado a sí misma y ha hecho lo posible para dar a Kerry un cheque en blanco con el que, si es elegido, pueda profundizar e incrementar el colonialismo militar y las políticas retrógradas internas.
Tras las elecciones, la izquierda no podrá exigir nada a Kerry porque el candidato no les ha hecho promesa alguna y podría contestar honradamente que los "progresistas" sabían de antemano lo que iba a hacer: "continuar la guerra (colonial) hasta conseguir la victoria".
Si aceptamos la discutible afirmación de que Estados Unidos es una democracia y los candidatos, de forma explícita y pública, defienden las guerras coloniales, entonces habremos de admitir que todos los ciudadanos, en especial los intelectuales progresistas que voten por un candidato belicista, asumirán una grave responsabilidad personal por las matanzas y el pillaje. Después de las elecciones, sería indecente proclamar que la devastación colonial que se lleva a cabo no se hace "en nuestro nombre".
El hundimiento de la izquierda en Estados Unidos no es una mera cuestión de la campaña presidencial, ya que tanto si gana Bush como si lo hace Kerry, cualquiera continuará con nuevos bríos las sangrientas guerras coloniales, tal como han prometido, y la izquierda habrá perdido su credibilidad y respeto. Enfrentados a un futuro de guerras, represión y regresión social, la cuestión que se plantea es cuándo, dónde y cuánto tiempo pasará hasta que emerja una nueva generación política que se niegue a ser cómplice de las guerras imperiales y grite la verdad ante los poderosos sobre Palestina, la resistencia iraquí, los empobrecidos haitianos, y la necesidad de nuevos movimientos sociales y políticos en Estados Unidos.
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