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México D.F. Sábado 30 de octubre de 2004
En 2005 se cumplen 110 años del natalicio
del Bambino y 90 de su incursión en el beisbol
Nací arriba de una cantina, pero viví
abajo: Babe Ruth
Catalogado como el mejor pelotero de todos los tiempos,
su vida siempre estuvo llena de excesos
JAIME WHALEY
Luego de que abandonó las filas del equipo de beisbol
Medias Rojas, en 1920, la maldición del fantasma de Babe Ruth se
diluyó en la reciente Serie Mundial, cuando el equipo de Boston
obtuvo el mítico título del orbe el vencer a los Cardenales
de San Luis.
Ruth alineó con los patirrojos en 1918,
último año en que obtuvieron una Serie Mundial, y dos años
después fue vendido a los Yanquis de Nueva York, algo que los aficionados
de Boston nunca le perdonaron al dueño del equipo, pues en su nueva
novena El sultán del estacazo -como lo bautizó la
prensa- comenzó a labrar su leyenda y su anterior club cayó
en desgracia.
El próximo año se cumplirán nueve
décadas de que el mundo supo de Babe Ruth, y también se conmemorarán
110 del natalicio de -quizás- el pelotero más excelso de
todos los tiempos, pero también uno de los atletas más desbocados
en los excesos de la vida: mujeres, alcohol, comida, apuestas, parrandas
y otras exquisitas indisciplinas fueron el caldo de cultivo de su peculiar
conducta en el diamante y fuera de éste.
El Bambino, como era también llamado el
hombre que vino al mundo en Baltimore en febrero de 1895 en el piso superior
de una cantina -''nací arriba y viví abajo'', se le oyó
decir alguna vez-, saltó a la fama beisbolera en 1915 con los Medias
Rojas de Boston, contrincantes de los Cardenales de San Luis en la Serie
Mundial de este año.
Las hazañas de Ruth, para muchos icono de la cultura
estadunidense, en los diamantes quedaron intactas en las décadas
por venir. Su marca de jonrones -60 en 1927- no fue rota hasta cuatro décadas
después y la de más cuadrangulares de por vida (714) perduró
hasta entrados los años 70.
De francachela en francachela
Si
bien el hombre que a los siete años de edad fue depositado por sus
padres en una escuela correccional, fue todo un ejemplo a seguir deportivamente,
en su vida privada fue de francachela en francachela.
Apuestas, vino y mujeres, no necesariamente en ese orden,
fueron los otros pasatiempos del escasamente instruido Bambino,
apodo que se ganó cuando llegó a los Medias Rojas en 1915,
procedente del equipo Orioles, de la Liga Internacional, que se vio precisado
a venderlo, junto con otros dos peloteros, pues las finanzas del club no
eran envidiables. Su nuevo sobrenombre mandó al olvido el de Nig
-apócope de nigger, negro-, que se ganó en el orfanatorio
debido a la extraña mezcla de su corpulencia caucásica con
sus facciones negroides, abdomen pronunciado, nariz achatada, piernas delgadas.
Fuera de los diamantes Ruth también labró
su historia. A los 19 años contrajo matrimonio por primera vez con
Helen Woodroft, meserita de un café que el Bambino frecuentaba.
La relación pareció darle cierta seguridad hogareña
que nunca antes había conocido. Helen lo acompañó
en momentos culminantes como cuando se compró su primera casa en
Sudbury, al sur de Boston, mansión llena de antiguedades, algunas,
dicen, del siglo XVIII que el adulado Ruth mandó quitar de inmediato
pues quería un mobiliario nuevo.
Sin duda la prensa escrita, casi la única en aquellos
días, mucho tuvo que ver con la fama de Ruth. Los columnistas de
renombre como Grant Land Rice -a quien por su prosa le apodaban el Poeta
del palco de prensa-, que distribuían sus escritos en varios
periódicos, empezaron a darle forma y a construir el mito, y más
cuando en enero de 1920 se anunció el cambio de franela de Boston
a los Yanquis, algo que los fanáticos de los Medias Rojas jamás
han perdonado y que este 2004 el hecho apenas y tuvo un cobro cuando Boston
eliminó a los odiados Bombarderos del Bronx en cuatro juegos tras
ir abajo en la serie por tres partidos.
Sus recurrentes enfermedades, aparentemente estomacales,
también fueron tema de columnas de chismorreo y hasta se llegó
a rumorar que padecía sífilis.
La fama de Ruth se acrecentó al igual que lo hizo
su fortuna. En su estadía de 14 temporadas con los Yanquis se calcula
que llegó a ganar unos 850 mil dólares por concepto de salarios,
cantidad que se elevaría a un millón 300 mil dólares
si se le agregasen las participaciones que obtuvo por Series Mundiales,
juegos de exhibición, apoyo publicitario -lo mismo a chocolates
que a los cigarros Home run- y presentaciones varias.
La intromisión de Claire
En 1923 Ruth conoció a Claire Hodgson, con quien
contrajo nupcias poco después. A diferencia de su primera esposa,
Helen, con quien procreó a Dorothy, su única hija, Claire,
una ambiciosa dama con mayor gracia social que Helen, pronto se hizo cargo
de las finanzas de su marido que eran bien manejadas por el abogado. La
intromisión de Claire le cambió la vida a Ruth.
El Bambino fue dejado en libertad por los Yanquis
a principios de 1935. Ese año actuó en unos cuantos partidos
con los Bravos de Boston, de la Liga Nacional, y para mayo se quitó
el uniforme como pelotero activo en forma definitiva. Su licenciosa vida
dio un giro. Con una gran fortuna y sin problemas apremiantes, se dedicó
a cazar y a jugar golf. Al año siguiente la Warner Brothers filmó
una película sobre él que fue un fracaso económico.
En 1938 lo contrataron como coach de los entonces Dodgers de Brooklyn,
pero hasta ahí llegó su liga con la pelota profesional que
lo encumbró a alturas nunca alcanzadas por deportista alguno, ni
siquiera por uno de su generación, el boxeador Jack Dempsey.
Agobiado por un cáncer en la garganta el Bambino
falleció el 16 de agosto de 1948 en el Hospital Memorial de Manhattan.
En sus últimos años su nombre y su figura se utilizaron con
propósitos de relaciones públicas o como anunciador de prendas
de vestir como las famosas cachuchas que llevaron su nombre, de tipo escocés.
Sus presentaciones personales tocaron también México
y en el desaparecido Parque Delta, el Bambino se presentó
en 1947. El cubano Ramón Bragaña, a quien apodaban El
profesor, en un acto obviamente de prepotencia, lo hizo abanicar un
par de strikes, dos auténticas bolas de humo, según
rezan las crónicas de la época y ante el rechazo del público,
el ya encogido y mermado cuerpo de Ruth hizo sus peculiares desplantes
para tomar el viaje de la esférica de abajo hacia arriba y pudo
conectar las siguientes pitcheadas.
Una heterogénea multitud, calculada por la policía
neoyorquina en cerca de 80 mil personas, desfiló ante el féretro
de Ruth colocado en el lobby del Yankee Stadium, la casa que el Bambino
construyó, slogan que el periodista Freb Lieb acuñó
poco más de dos décadas antes.
Las anécdotas sobre la pintoresca vida de Ruth
no cesaron, inclusive sobre su entierro. Roger Kahn, prolífico escritor
de temas de la pelota, cita una versión de que Joe Dugan, ex pelotero
que, junto con otros ases del diamante, llevaba en hombros el ataúd,
murmuró: ''Dios mío, daría yo mi brazo derecho por
una cerveza bien fría'', a lo que Wayte Hoit, ex pitcher respondió
agobiado por el peso de la fúnebre carga: ''Joe, Babe también
haría eso''.
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