Frenar el fascismo democrático
En su relación directa y personal con Dios, George W. Bush ha decidido
ser la espada de fuego de su supuesto socio celestial y desatar los cuatro jinetes
del Apocalipsis por este mundo ya agobiado por tantas desgracias. Rehabilitado
de su alcoholismo, se emborracha ahora con el fundamentalismo religioso, el
racismo y el clasismo exacerbados, y con la arrogancia imperialista sin traba
alguna.
Además de promover un New deal al revés, como sostiene el diario francés Le Monde, escandalizado por una política económica y social que transfiere a los más ricos los recursos antaño destinados al desarrollo social y de los más pobres, el presidente de Estados Unidos blande el garrote sobre la cabeza de los gobiernos amigos y enemigos. En su discurso de toma de posesión pronunció, en efecto, 42 veces la palabra libertad, pero ni siquiera mencionó una vez Afganistán o Irak, países ocupados militarmente violando el derecho de autodeterminación y la legalidad internacional, además de todas las libertades de sus habitantes, que son torturados, humillados, saqueados o muertos por simple decisión de la Casa Blanca y del Pentágono.
Bush sostuvo que la libertad en el resto del mundo (una libertad cuya existencia él determina y evalúa) es un problema de seguridad para Estados Unidos y, por consiguiente, amenaza a todos con la agresividad imperial de la primera potencia militar mundial, que se arroga el derecho de decidir unilateralmente cuándo y dónde hacer la "guerra preventiva" y cómo y durante cuánto tiempo invadir y ocupar los países que declara integrantes, con un vocabulario medieval, del "eje del mal". Es más, esta vez ni siquiera alega como pretexto para amenazar con invadir esos países, en un abierto acto de terrorismo de Estado, la supuesta existencia de armas de destrucción masiva (que no fue probada en el caso de Irak) o el terrorismo.
Su alter ego Condoleezza Rice, secretaria de Estado, que defiende y refuerza el apartheid que practica Israel y que construye una política racista a escala mundial contra los pueblos no tocados por la mano de Dios y, por lo tanto, inferiores, completó hace unos días el discurso de su jefe, colocando entre las prioridades para la agresión los casos de Irán, Cuba y Venezuela.
Bush, por su parte, amenaza a sus aliados (tácitamente y en primer lugar Rusia y los países árabes) con cambiarles por la fuerza las políticas y las relaciones que la camarilla de la Casa Blanca considere poco democráticas. Por supuesto, también ningunea a las Naciones Unidas, los tratados, las leyes internacionales, la ética, las reglas de la civilización, y exige y acepta sólo la sumisión incondicionada de todos ante sus diktats. Su nacionalismo, su belicismo, su amoralidad, su arrogancia basada en la idea de la superioridad racial por mandato divino, recuerdan al nazismo, que también hizo la guerra despreciando a la entonces Sociedad de las Naciones. El apoyo de masas que le concedieron las elecciones torna aún más brutal a este nuevo iluminado que se apoya en el irracionalismo y el chovinismo de un amplio sector del pueblo que lo padecerá como presidente durante otros cuatro años si una aventura particularmente desastrosa provocada por el cruzado de un dios a la medida no lo despierta a la realidad y le permite sacárselo de encima.
ƑEl mundo que hace 70 años vio crecer y desarrollarse el nazismo, sin atinar a frenarlo, repetirá una vez más esa actitud suicida? ƑNo habrá al menos una ola de protestas oficiales contra esa apología del delito hecha por el inquilino de la Casa Blanca? ƑNadie recordará la advertencia de Brecht de que "el vientre de la bestia inmunda es aún fértil"?