ANTROBIOTICA
Muy noble y leal ciudad de muertos
UNO. COMO CASI todas las demás, la ciudad de México es también la ciudad de los fantasmas. Tú la ves normalísima durante el día: el Sol nos arruina la espalda o el cielo gris nos promete su tormenta, los bancos avanzan a su paso imposible, la oficina se llena de ruido y el teléfono es un gato rabioso que te salta al cuello y no está dispuesto a soltarte; llega la noche y los turistas se sorprenden: "en esta ciudad siempre hay algo que hacer", pero no saben que la ciudad se vacía como un caño y en la madrugada, cuando ellos regresan a casa o al hotel, salen los nomuertos a robársela y a ocupar íntimas calles.
DOS. LOS PUEDES ver, por ejemplo, en el fondo del Café Pagoda (5 de Mayo número 10); esquivan tu mirada, porque siempre tienen los ojos rojos y como perdidos en no se sabe dónde; gastan las horas con un café con leche, mientras piensan en un ponche rojizo que, dicen, llega de un hospital (otros aseguran: un rastro) en el Perú en unas bolsas de plástico, y que sólo es un remedo de la sustancia verdadera. A veces se meten bajo la mesa (a las cuatro de la mañana, te lo aseguro, casi nadie se fija en estas cosas) para huir de los focos de luz blanca, que te hacen más feo aún de lo que eres. Otras veces están en el tapanco del Popular (5 de Mayo, 52), donde es más oscurito. Piden café con leche ahí también y el ocasional plato de carne asada, que sazonan con salsa verde y colocan en una tortilla: exactamente como lo harías tú, con la salvedad de que ellos están condenados a hacer esto por siempre jamás.
TRES. EN OCASIONES, duermen en esquinas que son ciudades fantasmas dentro de la ciudad, porque tienen la esperanza de que los sorprenda el sol. (Hubo un caso de combustión espontánea en Iztapalapa, en la calle 10 de la colonia Ejército de Oriente, reportado, si mal no recuerdo, por La Prensa. Aquella mujer que se alzó en llamas sin motivo, dicen, era en realidad una de aquellas esperanzadas; alguien la vio, horas antes, en el café AM: 20 de Noviembre 122 esquina Regina. Nadie, sin embargo, ha querido confirmarme esa versión.) En las escaleras de 5 de Mayo 35, por ejemplo, pasan la noche monstruos diversos, según el día de la semana. Yo, cubierto con cartón café, me quedé una vez ahí. Compartí varias cervezas y un líquido transparente (¿charanda?) con un tipo famélico que había llegado de Villahermosa hace quién sabe cuántas décadas; dormí de las cuatro a las seis, cuando el cielo de la ciudad es tricolor. Tiré y olvidé la cartera, con cero pesos, una tarjeta a tope y una credencial de elector: increíblemente, la noche siguiente me la habían dejado en mi casa. (Juro que esa anécdota es cierta.) Más recovecos donde puedes pasar la noche, solo o acompañado: el antiguo callejón de Salsipuedes, que tiene entrada, pero no salida; la fresca esquina de Tenango y Tepic, en la Roma; la pequeña plaza de la Romita, que antes fue tarima para el carnaval indio y hoy está tan sola que ni los dílers la pisan; la esquina de Jesús María y Regina, donde las ratas no interrumpen al durmiente...
CUATRO. CUANDO LOS nomuertos salen de día (estos días incoloros se prestan para eso, no los odiados días brillantes de junio), cubiertos de cochambre para evitar la luz, los puedes encontrar en las pulquerías del viejo barrio de la Merced: La Risa, en el callejón de Mesones; El 60 Colorado, en Roldán, casi esquina Manzanares; El Recreo de Manzanares, en Manzanares 30. Se paran, tal como lo harías tú, por tacos de moros con cristianos o de guacamole y pico de gallo que ponen sobre "platos" de papel de estraza, beben pulque traído de Tlaxcala o curados en el local, prefieren los de color casi rojo, como el de jitomate, o los sábados, de camarón. Cuando pueden hablar, lo hacen invariablemente de otras pulquerías, todas desaparecidas ya: El Templo del Amor, la cual estuvo en Guatemala y Leona Vicario; Las Maravillas, que era del conde de Jala; El Tío Juan, que menciona Guillermo Prieto; El Infiernito y El Paso de Lucifer, que eran pulquerías disfrazadas de cafeterías... Algunos nomuertos renegados se reúnen en grupos de autoayuda porque, según dicen, lo único que los diferencia de nosotros, los adictos a drogas legales o ilegales, a relaciones que te aproximan al infierno o a las compras compulsivas, es la sustancia de su adicción. (En Estados Unidos, hasta en esto políticamente correctos, no les gusta que les digan undead que, afirman, equivale simplemente a decir alive; prefieren blood-addicts, e inclusive blood-junkies.) Son grupos itinerantes que se anuncian en los clasificados de periódicos o revistas del Distrito Federal; dicen cosas enigmáticas u obvias, como "¿Problemas de sangre?" o "¿No sabías? Todos estamos muertos", y dan un teléfono. Yo vi uno el lunes, que traía el 5512-9178, pero cuando llamé había una grabación: temporalmente fuera de servicio. Voy a seguir intentándolo.