* El destino de las mujeres no es sólo el matrimonio
y/o la maternidad Nora Sandoval Hace tres décadas, a una mujer que rebasaba los 30 años sin haberse casado le llamaban solterona, amargada, lagartona o lesbiana. Hoy, ser soltera no es un motivo de frustración o amargura. Es una opción de vida diferente a la familia nuclear tradicional, formada por madre, padre e hijos. Muchas mujeres, sobre todo en las zonas urbanas, no tienen ya como destino único el matrimonio o la pareja y la maternidad. Son transgresoras de los modelos de convivencia tradicionales y consideran que hay más de una forma de vivir; muchas de ellas son solteras porque así lo decidieron y hay otras que aunque no quieran serlo lo están y se encuentran a gusto. Alejandra es una de las 666 mil 216 mujeres mexicanas que es soltera y vive sola. Con una formación universitaria y con 45 años, ella dice que nunca se ha casado ni ha vivido en pareja porque “no he encontrado al hombre adecuado, no al ser ideal porque ese no existe, pero sí a alguien que comparta conmigo mis intereses, mi forma de pensar, mis gustos”. Alejandra se siente a gusto siendo soltera,
pero reconoce que le preocupa estar sola en el futuro. “En estos
momentos me valgo por mi misma, porque soy una mujer relativamente joven,
pero me da miedo que cuando sea vieja esté enferma, y probablemente
necesite que alguien esté al pendiente de mí”, dice. En estos hogares unipersonales vive sólo 1.9 por ciento de la población femenina de 12 años o más, lo que significa que vivir solas no es una situación común o en franco crecimiento en México, se dice en el análisis. Ellas “viven solas en menor medida que los hombres hasta los 50 años; en ese intervalo de edad, la proporción de hombres que viven solos casi duplica a la de mujeres”, se dice en el estudio de Inmujeres, y se agrega que la relación se invierte en edades más avanzadas, ya que después de los 60 años, la cifra es de 56.5 por ciento de mujeres que viven solas. Es decir, que las que viven solas se concentran en edades mayores, lo que se explica en parte por “la creciente participación de las mujeres en la actividad económica remunerada, lo que les abre la posibilidad de ser autónomas económicamente y, en consecuencia, afrontar los gastos que implica vivir sola”, se apunta en el texto. Además, 31.3 por ciento de las mujeres que viven en hogares unipersonales no tienen hijos. No obstante estos datos, hay mujeres que deciden ser madres siendo solteras. Patricia es una de ellas. Médica endocrinóloga, Patricia tiene una hija de casi tres años. “Ser madre soltera no me hace diferente a las que son casadas; yo me siento capaz emocionalmente, económicamente y físicamente de hacerme cargo sola de mi hija. Es más, para mí es mejor estar sin un hombre, porque sólo sería un estorbo, me quitaría el tiempo que le puedo dedicar a mi hija, para atenderlo a él, prepararle la comida, cuidar que su ropa esté limpia, etcétera”. Sobre esto, María Antonieta Barragán, en su libro Soltería, elección o circunstancia, escribe que “la unión matrimonial es la opción de la mayoría; con todas sus implicaciones y nuevas reglas de convivencia, sigue siendo la apuesta válida que eligen millones de parejas. Sin embargo, lo que ha quedado atrás, bien sepultado y sin regreso, es esa imagen de la mujer soltera paralizada de por vida porque no ha contraído matrimonio y porque su estabilidad emocional y afectiva dependía de que un hombre le diera un lugar para poder circular tranquilamente por el mundo. La soltería ha cobrado un nuevo rostro. Eso no quiere decir que no haya dudas, que no se desee una pareja... pero tampoco es el estigma, el juicio brutal de la sociedad, la soledad dura y fría...” Y si a Alejandra le preocupa la soltería en la senectud y Patricia decidió ser madre, Mayra no se plantea esas cuestiones. Dice que no le gusta ser soltera, “pero tampoco me incomoda. Lo que sí a veces es molesto es la presión familiar y en el trabajo para que me case. Tengo una tía que está más preocupada por mi estado civil que mi propia madre. Ser soltera tiene ventajas y desventajas, como también el matrimonio. Todas las decisiones que tomamos tienen consecuencias; ser casada o no también las tiene y hay que asumirlas”, comenta esta mujer de 39 años, profesora del Conalep. En el estudio Mujeres y hombres 2005, elaborado por el INEGI, se indica que 38.7 por ciento de las solteras trabaja –y al resto, la mayoría estudiantes, las mantienen sus familiares-, contra 73 de cada 100 mujeres separadas; 64.6 por ciento de las divorciadas y “con las tasas de trabajo extradoméstico más bajas, se encuentran las mujeres casadas, unidas y viudas, con porcentajes entre 35.1 por ciento y 30.3 por ciento”. En tanto, en el estudio Los hogares con jefatura femenina, también del INEGI, se señala que 20 por ciento de los hogares es dirigido por una mujer y de ese total, 16 por ciento pertenece a solteras. En la Encuesta Nacional de Empleo de 2004 se reporta que 32.2 por ciento de la población económicamente activa femenina no tiene hijos y de ellas, casi la tercera parte tiene menos de 19 años, mientras que casi 45 por ciento están entre los 20 y 29 años. La sociedad está pensada para familias y omite a las solteras pese a su contribución económica. “Una vez quise solicitar un crédito bancario para comprar un departamento con mi hermana y nos dijeron que no podíamos porque los financiamientos de este tipo son sólo para matrimonios o para parientes en línea directa; es decir padres e hijos”, se queja Leticia. Como sea, las solteras aumentan en el mundo. En su libro, María Antonieta Barragán escribe que “algunas investigaciones destacan que a las solas se les puede ubicar como un grupo minoritario dentro de la población femenina mundial, pero con una marcada tendencia a crecer, sobre todo en los países europeos, EU, Australia, Canadá y cada vez más en los asiáticos. El fenómeno, hasta donde se sabe, es primordialmente urbano. Se presenta en mujeres con escolaridad media y alta, con una ocupación profesional o estabilidad laboral y, por lo tanto, con autosuficiencia económica, aunque no necesariamente con abundancia de recursos... Al parecer, el segmento que más está recurriendo a este nuevo estilo de vida se concentra en mujeres de 25 a 35 años...” “Sin embargo, en otras investigaciones
se ha comprobado que las mujeres que andan entre 40 y 50 años
de edad, incluso más, también se han sumado a este grupo
de solas. Muchas de ellas provienen de relaciones tradicionales y tienen
hijos, o de uniones libres fallidas y en un momento de su vida deciden
la ruptura y emprenden nuevos estilos de vida”. |