Número
121 | Jueves 3 de agosto de 2006 Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER Directora general: CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
|||
|
|||
Por: Antonio Medina Fotos: Ricardo Ramírez Arriola En la esquina de su casa, en la colonia Ramos Millán, lo aguardan la Perla, el Pájaro y Yolanda, la Yolis, para los cuates. Perla fue quien los introdujo al mundo de las fiestas sonideras meses atrás, a las noches de humo artificial y coloridas luces que rebotan de un lado a otro, al ritmo de la salsa, son, cumbia, reguetón o guaracha sabrosona. Aunque llegan en taxi, se bajan unas cuadras antes. Hay que llegar caminando al toquín, no vayan a creer que somos fresones, dice la Perla, que ese día decidió no usar tacón alto, por si se arman los madrazos. Perla, travesti al que su empeño y esfuerzo le ha permitido pasar por mujer más de una vez, es codiciada por chavos y rucos. Aprecian su agilidad, destreza y cachondería al bailar. Hasta los más exigentes salseros, esos de zapato charoleado y bicolor, la buscan porque pocas como ella a la hora de acoplarse. Se abre la pista de asfalto Las manos traviesas de sus compañeros de baile le dan cuerda para lucirse más. Perla nunca saca a los hombres. Es su regla. Son ellos quienes le piden una pieza a pesar de las advertencias de las novias o esposas. Ella nunca mira a los ojos, es su segunda regla. Los que sí la miran son los adolescentes, intrigados, morbosos, deseosos, que intentan dilucidar si Perla ya está operada. Sorprendidos ven que su entrepierna es plana y ligeramente hundida, y no abultada como la de otros travestis. Ella se sabe observada por esos jovencitos curiosos, lo que le da permiso para tocarlos, como que no quiere la cosa, al pasar junto a ellos. Ellos sólo se ríen y se empujan unos a otros. Animándose, dándose valor. Mientras Perla se da vuelo dando a desear sus protuberancias bien pagadas y bien lucidas, la noche avanza y Jesús no liga. Se arremolina con el resto de deseosos en la bolita de mirones. Observa, ve las nalgas apretadas bajo los pantalones de mezclilla o las piernas desnudas. Pero la mayoría de las chavas van con novio; los que siempre están disponibles y dispuestos son los montones de chavitos gays: sonrisa fácil, pantalones sueltos y playeras muy entalladas. A mí no me gustan los jotos, se dice una y otra vez, aunque los mira con el mismo ímpetu cada que pasan junto a él. Para las dos de la mañana la banda del Cerro de la Estrella ya está excitada: música, baile, cuerpos sudados, alcohol y algo de droga sube los ánimos. El diyéi lo sabe, por eso guarda las rolas más cachondas para esta hora. Los chavos ya inician la terapia, al oído, con la novia, la amiga o el ligue. Una que otra —u otro— se deja convencer. Detrás del trailer del Siboney y demás coches estacionados se organizan otros bailes, más cachondos, más pegaditos. Por encimita los cohibidos, el rapidín completo los más osados. El Pájaro y la Yolis se rifan el faje al ladito de un terreno baldío, muy cerca se alcanzan a ver dos o tres parejas más. En la oscuridad ni se nota quién está con quién. Si como bailas coges... La voz característica de los sonidos —en este caso es la de Mario Alberto Linares, DJ Mayín, una leyenda para los asiduos al Siboney— reverbera para interrumpir la música un instante. “Ya está aquí nuestra amiga Wendy, la que nos protege”. Sube Wendy Salas, de la organización civil Equidad de Género. “Trae condones para los que gustan del sexo loco”. El eco retumba para incitar a los chavos a coger con condón: “Recuerden que el sida sí da, cabrones”. Las mujeres protestan, para ellas qué. “También hay para ustedes, reinitas” e invita a que una chava a subir al templete para mostrar como ponerle el condón a su güey con la boca. Para que la banda no se enfríe empieza a sonar Qué bello, con la Sonora Dinamita. “Ahora sí cabrones, si van a coger usen condón”. Unos adolescentes al fin se animaron a sacar a la Perla. Alexis y Yair, compadres de reventones, bailan en trenecito con el travesti. Ella, en medio, se mueve al ritmo de un reguetón. Restriega las nalgas contra Alexis, quien empuja rítmicamente el pubis. Mientras, Yair, más alto y fornido que su amigo, cubre con sus manos los pechos semidescubiertos de Perla, a quien le busca la mirada, como pidiéndole que sea sumisa y se agache a subirle el cierre del pantalón con la boca. Cuando el diyéi comienza a despedir la tocada, Jesús está por convencer a una chava, pero no se conforma con ir atrás de los coches, quiere un hotel y el varo ya no alcanza. Al final, Jesús sólo consigue un número de teléfono y una promesa para el próximo toquín. |