Calidad confundió a exquisitos
El momento decisivo en la historia de la vitivinicultura de Estados Unidos vino de la mano de un acontecimiento que tuvo lugar en París el 26 de mayo de 1976. Ese día, narra Oz Clarke en su Atlas del Vino, ha influido más que cualquier otro de la época moderna en el concepto que el mundo tiene de un buen vino.
Stephen Spurrier, un joven vinatero inglés, celebró en París una cata para los paladares franceses más conocedores del momento. Se trataba, en principio, de una cata de vinos de Burdeos y de Borgoña en la que también se incluyeron unos cuantos vinos californianos. Era una cata a ciegas y al final resultó que los vinos más criticados -creyendo los catadores que eran los californianos- resultaron ser los franceses, y los que se alabaron como ejemplos típicos de grandes vinos franceses no lo eran.
Un chardonnay Chateau Montelena 1973, del valle de Napa, California, derrotó a viñedos de Borgoña plantados 10 siglos atrás. El mejor tinto fue el cabernet Stag's Leap 1973, también de Napa, que venció a vinos de la talla del Burdeos Chateau Haut-Brion y del Chateau Latour, que disfrutaban de la ventaja de siglos de historia. Hasta ese momento "Francia había sido la flor y nata del mundo del vino y, en general, se había comportado como si sus sagrados vinos tuviesen el derecho divino de ser los mejores", dice Clarke, uno de los principales expertos del tema en el mundo.