Desolación en la zona maya deja el paso del huracán Dean por la región
Quintanarroenses se organizan tras la tragedia para iniciar la reconstrucción
Ayuda urgente, solicitan pobladores a las autoridades; la devastación es casi total, afirman
Ampliar la imagen El poblado de Majahual sufrió severos daños provocados por el meteoro Foto: Carlos Ramos Mamahua
Xcalak, Othon P. Blanco, QR, 22 de agosto. "Lo perdí todo. Hoy, después de tres días de que nos llevaron a un albergue en Chetumal, regreso a mi comunidad y mi casa ya no está donde la construí. El huracán Dean la aventó al mar", se lamenta Angel Molina León, pescador de este lugar, quien señala el sitio donde yace su vivienda, en medio del agua.
En esta comunidad de pescadores pegó fuerte el meteoro. La casa de Armando Pérez y Leovigilda Arano, quienes tenían 11 años de vivir en esta localidad, se encuentra en el suelo.
"Lo perdimos todo, ya nada de lo que había aquí sirve. El colchón se mojó, los pocos muebles se destruyeron, sólo pude recuperar algo de ropa. Hoy es el primer día que regresamos, luego de que el domingo nos desalojaron a todos, y ya no encontramos nuestra casa, el huracán la tiró".
En esta localidad son decenas las casas afectadas, pero a algunas sólo se les voló el techo de lámina y las pertenencias se mojaron. Otros llegaban a encontrar sus domicilios anegados, y muchos más no sufrieron daños en sus viviendas.
José María Hernández, de origen tabasqueño, con siete años de vivir en esta localidad, se lamenta al lado de su suegra, Iris Marlén Lara, de origen guatemalteco y con 25 años de residencia en la región, de que haya perdido la cocina. Los fuertes vientos arrancaron las láminas, todo se mojó, estufa, refrigerador, y el viento azotó de un lado a otro los enseres.
En esta comunidad uno de los más afectados es Angel Molina. "Todo, todo lo perdí. Me saquearon, el huracán aventó mi casa al mar, mire -señala con su dedo el camino que hizo el mar-, y la fuerza se llevó mi casa. Ahí está todo, refrigerador, estufa, congelador, sillas, camas, ya no queda nada".
Su casa flotaba a 200 metros de donde fue construida. Es la única de esta localidad que está en el mar. En lancha él y su yerno recuperan lo poco que quedó. Con el agua a mitad del cuerpo, los pescadores sacan lo que encuentran.
"No sé si me robaron o si el viento al mover la casa enterró los muebles, pero ya perdí todo", se lamenta.
Su hija pide que "puedan ayudar a mi papá, aunque sea que le den láminas y vengan a tapar el camino que abrió el mar, son como 40 metros, porque se llevó no sólo su casa, sino también su tierra".
Agrega: "Los vecinos de esta localidad empiezan a retornar esta tarde, después de que fueron evacuados el domingo por elementos del Ejército, la Marina y la policía estatal. Nos llevaron directo a Chetumal, o nos íbamos o nos llevaban por la fuerza, nos dijeron que nos iban a sacar porque aquí iba a pegar fuerte el huracán".
Varios coches empiezan a retornar a esta comunidad donde la mayoría de las casas están en pie, unas maltrechas, otras -las menos- destruidas, algunas más anegadas, mientras los pobladores empiezan con las tareas para limpiar sus pertenencias y propiedades y se preparan para continuar su vida y su trabajo en esta localidad ubicada cerca de la zona maya.
Entrega de despensas
En Nohbec, localidad del municipio de Felipe Carrillo Puerto, decenas de familias se arremolinan en el parque. La Cruz Roja Mexicana y la presidencia municipal les llevaron despensas para paliar un poco la adversidad que sufrieron.
Aquí se organizaron los vecinos y abrieron los caminos, con machetes y sierras, limpiaron los caminos de los árboles que los obstruían. Muchas casas perdieron sus techos de láminas, otras yacen en el suelo o la fuerza del viento las tumbó o los árboles las aplastaron.
En esta región el presidente de la Cruz Roja de la entidad, Raúl Godínez, observa la entrega de las despensas: "Doce huracanes he vivido por acá. Siempre he visto al mexicano sufrir, pero se levanta".
Explica: "Entre otros huracanes me han tocado Carmen, Roxana, Gilberto, Wilma y ahora Dean, entre otros. Una gran ventaja fue la velocidad que éste traía, de más de 275 kilómetros por hora, lo que no le permitió cambiar agua, por eso no llovió mucho, más bien fue la furia del aire. En esta localidad viven 680 familias. Dean arrancó de raíz los árboles, tiró palmeras, chozas, y se llevó muchos techos".
Rosaura Kupul, de 78 años, espera su despensa y dice: "Yo me sentía muy mal, ya no pude salir de mi casa, había mucho aire, se oía bien feo. Cuando el aire arrancó el techo de mi casa sentí más miedo y unos vecinos me vinieron a sacar, yo no podía salir sola, el viento me jalaba".
Añade: "Yo soy una mujer sola, soy viuda y ahora vivo de la ayuda que me da la gente, por eso cuando escucharon que se voló mi techo mis vecinos vinieron por mí, ellos me protegieron".
Concepción Castillo, otra mujer de 45 años, y con 30 de vivir en la región, dice que es de Yucatán. "Vine a vivir aquí cuando esto era chiquito, un pueblito, pero ahora me quedé sin casa, el viento se la llevó, por eso pido que nos ayuden", clama.
Junto a ella, Elena Arias Pérez, originaria de Chiapas, tiene 25 años de vivir aquí. También cuenta su experiencia: "Se sentía muy feo, hubo mucho ruido, mucho ruido, hasta me puse a llorar. Estoy aquí porque dijeron que iba a venir el presidente de la República, nos dijeron que nos van a ayudar, que hiciéramos una solicitud para láminas".
En la localidad de Petcacab también sus pobladores sufrieron los embates de Dean. En una comunidad de 180 casas, casi la mitad tiene daños severos, 25 por ciento ya no sirve y el resto tiene daños pequeños.
"Gracias a Dios no nos pasó nada, pero ahora ni trabajo tenemos, la selva se afectó, el cultivo de mango, los árboles frutales, los árboles para madera como el cedro y la caoba, el maíz, las palmas, todo está tirado", señala Roberto Chan, comisario ejidal.
En este lugar los fuertes vientos dejaron sin techo las iglesias, la católica y la cristiana. "No esperábamos un huracán así, estuvo muy fuerte, nos dejó sin agua, sin luz, sin árboles; tiró casas, aplastó otras, es el más fuerte", señala Tomás Reséndiz Cruz, originario de Veracruz pero desde hace 30 años residente de esta comunidad con tres de sus hermanos y sus familias.
También a esta localidad trajeron despensas, pero aquí sólo llegó la ayuda del Fondo Nacional de Desastres. Los vecinos demandan que se les ayude: "Necesitamos que nos apoyen con maquinaria, un buldózer para abrir caminos, limpiar el monte, la selva, porque todo está tirado. Necesitamos que nos manden láminas porque aquí ya no tenemos guano -la palma que utilizan para el techo de sus chozas-, tampoco hay madera, pero vamos a utilizar los árboles que están tirados; pero si no nos ayudan, cómo, cómo le vamos a hacer si no tenemos dinero y ahora no tenemos nada".
Celia Puc muestra lo que fue su casa: "Miren, miren cómo quedó: un árbol de caoba la aplastó y para rematarla le cayó un cedro; nada se puede sacar porque todo lo desbarató el aire y el agua". Pide que la auxilien, que manden ayuda "porque ahora sí la necesitamos, no nos quedó nada y soy una mujer sola. Soy viuda, tengo cuatro hijos y ahora no puedo trabajar".
En esta zona maya, aunque el panorama es desolador, los habitantes se organizan, limpian los caminos, y se muestran solidaridad. "Compadre, vamos a levantar tu casa, te vamos a ayudar, hay que recuperar los palos que sirvan", dice Tomás a Abel, y éste le responde incrédulo: "pero cómo, compadre, si ya no hay guano, de dónde lo vamos a sacar".