ualquier obra que se haga –chiquita, mediana o grande– genera sin duda molestias. Pero las molestias pueden también ser chiquitas, medianas o grandes, dependiendo de qué tanto cuidado y qué tantas medidas se tomen para mitigar las molestias. Las autoridades de la ciudad de México desafortunadamente no contemplan dentro de la planeación y ejecución de las obras ninguna medida para abatir las molestias.
En este momento, en el Distrito Federal hay posiblemente el mayor número de obras en curso en la historia reciente de la ciudad. Qué bueno, me imagino que algún día disfrutaremos del producto de estas obras. Pero por el momento, los ciudadanos estamos casi secuestrados por ellas. Yo me pregunto, ¿por qué tantas obras al mismo tiempo? Desde luego, debe haber varias razones. Ennumero unas posibles:
1) Hacía tantos años que no se hacían obras importantes (salvo el segundo piso del Periférico), que es urgente hacerlas para no rezagarnos más.
2) Hay que hacer todas juntas para terminarlas antes de que finiquite la gestión, pues en México no hay continuidad política. Puede que el siguiente jefe de Gobierno no siga esta línea de acción, dado que la planeación a largo plazo es inexistente.
3) Hay que generar empleos. Éste es un buen mecanismo, pues impulsa la economía interna y genera infraestructura.
4) Hay que terminar todas las obras para que la gente vea que la gestión de Ebrard sí cumple y ahí vienen las elecciones de 2012.
5) Hacer obras públicas es un buen negocio, aparte de que se necesitan.
El lector podrá pensar en varias otras razones para hacer tantas obras al mismo tiempo. Ahora bien, seguro que es así por una combinación de razones, que, dicho sea de paso, ninguna es mala per se. El problema es, ¿por qué cuando se inicia una obra no se hace pensando en los ciudadanos, que además pagamos impuestos, y se plantean, procesan y desarrollan las estrategias para que ésta produzca los menores problemas posibles para los ciudadanos, que todos, pero todos los días, tienen que trasladarse de un punto de la ciudad a otro?
¿Cuánto cuesta que un ciudadano esté necesitando dos horas o más para llegar a su trabajo, su cita, su compromiso, su emergencia, etcétera, etcétera? El anuncio de que cuando se termine la obra nos tomará 10 minutos llegar a nuestro destino es pura demagogia barata, pues todos sabemos que el traslado de un punto a otro es un problema multifactorial, y que hacer un puente o ampliar una avenida es sólo uno de los factores. Mientras no se ataque el problema integralmente, no importará cuántos puentes se construyan o calles se amplíen, el tiempo de traslado será más o menos el mismo. Se necesitaría tener unos agentes de tránsito efectivos y capaces, no sólo ésos que están parados en las esquinas, la mayor parte del tiempo platicando o haciéndose tontos. Se requiere desaparecer a los microbuseros y sustituirlos por un transporte público decente y efectivo; se requiere hacer cumplir a los automovilistas con todas las reglas vigentes de tránsito y se necesita también que las obras que hagan, las hagan bien y de calidad, para evitar lo que vemos siempre: que terminan
una obra y breve tiempo después vuelven al lugar para rehacer algo o poner lo que faltó.
Por ejemplo, no entiendo por qué en el tramo Copilco-avenida La Paz han tenido que levantar el piso del Metrobús cinco veces. O de plano son ineptos los que hacen la obra, o es un gran negocio para alguien. Pero esto es sólo un pequeño ejemplo de lo que ocurre en decenas de lugares en el Distrito Federal. Habría que gritar: ¡ya basta de tanta ineptitud y falta de respeto a los ciudadanos!
Doy otro ejemplo. Churubusco está totalmente cerrado de División del Norte al Viaducto. Por tanto, hay que transitar por las laterales. Voy de acuerdo, estoy convencido de que es una magna obra que nos va a beneficiar, pues de Insurgentes al aeropuerto, y viceversa, ya no habrá semáforos. Magnífico, aplaudo la obra, pero por vía de mientras, ¿no podrían generar una estrategia para ayudar
a transitar por las laterales? No hay agentes de tránsito por ningún lado.
A la Secretaría de Obras, al jefe de Gobierno y a los demás funcionarios, parece que les vale un gorro lo que pase, lo importante son las obras. Pues sí son importantes, pero hay otra cosa más importante y son los ciudadanos. Y el lamentable, penoso e inaceptable asesinato de un trabajador en las obras del Circuito Interior es un ejemplo de lo mal que está la forma en que se conducen las autoridades. El señor falleció por un acto inaceptable y me conmueve la familia afectada. Pero de hecho, llama la atención que no haya habido más actos parecidos. Los ciudadanos estamos hasta la coronilla de la ineptitud y falta de atención hacia un problema tan serio como es el transportarse en la ciudad de México.