¡Ya mátenme, hijos de la chingada, no sean tan crueles!
Viernes 13 de marzo de 2009, p. 9
El secuestro en la frontera norte ha sido detonante para expulsar del territorio nacional a cientos de personas, la mayoría empresarios. Este es el testimonio de un hombre de negocios plagiado en Tijuana, que fue mutilado y vejado durante más de 40 días:
“Quiero que esta entrevista sirva para prevenir. El secuestro es el peor de los tormentos que pueda pasar cualquier ser humano. Yo recomiendo que tengan cuidado, hay círculos de amigos, entre comillas, que a veces son partícipes de la desgracia de uno.
Pasé un infierno. Es lamentable que los proyectos se queden truncos. Hoy sí tengo miedo, y no por lo que me hagan en lo personal, sino por lo que puedan hacerle a mi familia, porque cuando a uno lo secuestran lo acaban todo
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–¿Qué vivió usted en su plagio?
–Con el no comer, con el no tomar agua, empiezas a platicar contigo. Empiezas a viajar, a salirte de la realidad. Andas vagando, ves el mundo color de rosa, cosas bonitas, y de repente, con una patada en el abdomen, te vuelven a tu triste realidad. Sientes que te van a matar, no puedes dormir. Se da una lucha por el deseo de vivir, y ahí se cruza el sentimiento de decirles: ¡Ya mátenme, hijos de la chingada, no sean tan crueles!
–¿Cómo ocurrió su plagio?
–Como se acostumbra en una parte de Tijuana. Llegó un comando, eran cinco personas, algunos tenían uniforme tipo militar y de la PFP; incluso, cuando me detuvieron, se identificaron como Policía Federal Preventiva. Me trasladaron de un lugar a otro y en la primera parada que hicieron ¡fue una de golpes, de insultos, de injurias y amenazas! Me decían: ‘te vas a morir, perro’. Y al pasar unos 20 minutos ya se habló de secuestro.
“Me dijeron: ‘vale más que le digas a tu familia que coopere, porque si no, te vamos a mandar por pedazos si no accedes a pagar el dinero’. Me dijeron que iban a matar a mi familia.
“Estuve totalmente incomunicado, sin acceso a nada; oí que ellos me trataban como si fuera un trofeo y decían que por otros secuestros les habían dado una bonificación especial. En otros casos decían: ‘yo me acabo de chingar a fulano de tal’, y ‘en otro lugar tenemos cuatro´.
Les dije (a familiares) que juntaran el dinero, que me tenían atorado; que si no juntaban el dinero me iban a matar. Estuve más de 40 días secuestrado; me cambiaron de guardias, de lugar. Tardaron algunos días en moverme. Es el peor tormento para un ser humano; me la pasé esposado, amordazado, golpeado.
El empresario hace una pausa en el lugar donde se encuentra escondido por temor a que sus captores vuelvan por él. Repuesto, prosigue y lanza una advertencia:
“Vamos buscar nosotros mismos la forma de protegernos. Si el gobierno no es capaz de hacerlo, pues nosotros tendremos que hacerlo en su momento. Es la ley del Talión. ¿Vamos a aplicarla?, ¿por qué ellos sí y nosotros no?
Nosotros hacemos el bien; no dudo que se tendrán que hacer ajustes y caerán muchos inocentes, pero sí, alguien tendrá que ponerle el cascabel al gato. Le vamos a tener que decir a la autoridad: pues hazte a un lado porque vamos a tener que entrarle, porque es nuestra vida, no la tuya.
–¿Qué pasó por su mente cuando le dijeron que lo liberarían?
–Cuando te van a soltar te llega el clímax de decir: ¡estos cabrones me van a matar! Les dije: ¡No, no, no, yo aquí me quedo! Les dije que no me mataran, y me decían: ‘ya estás libre’. Yo les dije que no, ¡esperen, no!, y me entró pánico.
“Me decían: ‘ándale, pues, cabrón, ¡ya vámonos!’ Yo les preguntaba a dónde me llevaban. ‘¡Ya te vamos a liberar, vámonos cabrón!’ Yo les decía: ¡No, no, espérenme, espérenme!, y las piernas junto con los brazos y todo el cuerpo empezaron a temblarme, porque no sabía si era cierto. Sientes de nuevo que puede venir la muerte.”