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DF a las 8:30: el caos

Aforo: 2 mil 500 autos por hora

Velocidad promedio: 13 kilómetros por hora

Parque vehicular: 3.5 millones de automotores

Incorporación anual: 200 mil unidades nuevas

En días laborables el tiempo de recorrido se triplicó en tramos en obra

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Los protagonistas del caos: la hábil conductora que aprovecha los tiempos muertos para arreglarseFoto José Carlo González
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El vieneviene, dueño de los espacios para estacionar los autosFoto Carlos Ramos Mamahua
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Y el oportuno vendedor, con el desayunoFoto Carlos Ramos Mamahua
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Los rostros del tráfico. Ante la tardanza, resignación y se habla para avisar del retraso. El reclamo al policía porque no hace nada para agilizar el paso o de plano saltar camellones para buscar otras víasFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Domingo 29 de marzo de 2009, p. 32

La ciudad de México es hoy un auténtico túnel del tiempo. Las horas, los minutos, parecen no tener valor horario. Distancias que hasta hace poco se recorrían en una hora hoy necesitan 120, 240 minutos o más. Nadie sabe cuándo va a salir de un atorón de tráfico. El auto se convierte en la trampa desde donde sólo se sale vía telefónica para ofrecer disculpas por la tardanza, mientras la desesperación se traga buena parte de la mañana. Las 8:30 es un momento que refleja la situación de miles de citadinos atrapados por cortes, desviaciones, todo al mismo tiempo, y en los cuatro puntos cardinales con el fin de mejorar la vialidad del Distrito Federal. Así se viven las 8:30 en las calles de la capital de México.

San Cosme-Chapultepec

Todos los días es el mismo espectáculo. Filas de autos esperan a que por lo menos uno de los dos conductores, que se han encontrado frente a frente en una calle de un solo carril, decida ceder el paso. Los cláxones suenan, pero uno de ellos se reclina en su asiento y suelta el volante en señal de que no se moverá. El otro, que ha tenido que atravesar la calle en sentido contrario debido a las obras viales en las laterales del Circuito Interior, de San Cosme a Chapultepec, lo insulta con gestos y gritos mientras mueve el auto.

La invasión de calles aledañas a esta vialidad se repite en todas las colonias cercanas, como Santa María la Ribera, San Rafael, Anáhuac, Atlampa y Anzures, principalmente, ya que los autos sólo pueden sortear este tramo por calles interiores que se saturan a las horas pico, debido a su angostura.

Otra escena común son los automovilistas que tomaron el Circuito Interior desde un lugar donde la lateral no estaba cerrada, y tratan de bajar en un punto intermedio a la altura del Casco de Santo Tomás, y Chapultepec.

Se detienen un momento sobre la vía rápida en el lugar donde solían bajar de ésta para voltear hacia las barricadas anaranjadas y darse cuenta que no hay manera de pasar.

Circuito Interior de calzada de Guadalupe a avenida Jardín

Son las 8:30 cuando las mentadas y claxonazos se hacen escuchar al unísono, al parar de repente un microbús para bajar a los usuarios en el extremo derecho de los carriles centrales de Circuito Interior, debido a los trabajos de repavimentación de la lateral, que se realizan entre General Riquelme y Norte 40A de la Colonia 13 de Noviembre, desde hace más de tres meses.

A partir de la glorieta de la Raza la circulación se detiene, ante la colocación de tres bloques amarillos a la mitad de la vialidad y más de una docena de trafitambos puestos alrededor de una máquina que permanece en desuso en los carriles de extrema izquierda, e impide a los automovilistas tomar con anticipación la salida hacia Insurgentes, Vallejo o continuar por Circuito.

Unos metros más adelante el problema se complica por los autos que se detienen frente al Hospital de la Raza, lo cual es aprovechado por vendedores de periódicos, tarjetas telefónicas y agua; mientras algunas conductoras se quitan los tubos y otras se rizan las pestañas, ante los claxonazos de otros automovilistas, aunque los más osados logran meterse adelante de ellas, obligándolas a frenar de repente, y se vuelven blanco de señas obscenas o palabras altisonantes.

El cierre de la lateral, a la altura del Instituto Politécnico Nacional, complica la circulación y obliga a las unidades de transporte público a incorporarse a los carriles centrales, mientras algunos conductores, desesperados porque no van a llegar al trabajo, piden a un compañero checar su tarjeta, solicitan a su secretaria que cambie la entrevista que tenían para unas horas más tarde o piden a la directora del colegio que permita ingresar a su hijos después de las 9, porque la ciudad es un desmadre.

No hay por dónde salir, estamos copados, y no hay para cuándo van a terminar esto, comentan algunos usuarios del transporte, quienes también tienen que lidiar con el tráfico nuestro de todos los días, algunos de los cuales voltean al escuchar a un niño pedir a gritos a su mamá que le compre unas papas. ¡Cállate!, le responden. Y enseguida viene un golpe seco en la cabeza del menor, que lo hace llorar, mientras la mujer le grita te lo advertí. A veces no nos queda de otra, el tráfico te irrita y te desquitas contra quien menos debes, coinciden en señalar los entrevistados.

Av. Revolución, de Rubens a Río Mixcoac, hasta su cruce con Galicia

Desde hace medio año, la avenida Revolución dejó de ser una de las vías rápidas de esta ciudad. En su cruce con Rubens, se estrecha. A partir de ahí sólo dos de los seis carriles están abiertos para el alud de desesperados automovilistas que también con el claxon quieren abrirse camino.

Son las 8:30 de la mañana de un día laboral. Las obras del distribuidor vial que ahí se construye y que desembocará en Río Mixcoac, han condenado a los automovilistas que no conocen una ruta alterna a una desesperante lentitud.

Los conductores son hoscos. No quieren hablar. Los pocos que acceden se dicen encabronados pues la zona carece de señalamientos para tomar otro camino y los policías de tránsito son insuficientes. Apenas breves comentarios y de inmediato aceleran para cerrarle el paso a otro automovilista que desde calles aledañas trata de meterse al flujo vehicular, o al peatón que quiere cruzar la calle. Lo peor para ellos es que desconocen cuándo concluirá esa obra.

Parte de este escenario son los silbatazos del policía, los claxonazos del microbusero, la bravata del automovilista que se engalla y grita: ¡Órale cabrón!

En contraste, hay quienes utilizan los casi 30 minutos que les lleva recorrer en su auto el tramo de Revolución a Río Mixcoac para mejores cosas, por ejemplo, las mujeres se maquillan, o taxistas que han hecho gran amistad con un pasajero... Total, tienen todo el tiempo del mundo.

Viaducto y avenida Revolución

El coro de cláxones envuelve a decenas de automovilistas y peatones que intentan cruzar avenida Revolución y Viaducto. Son las 8:30 de la mañana, inmersos en el tránsito debido a las obras de repavimentación del Circuito Interior, no hay automovilista, peatón o vecino que no quiera externar lo que piensa acerca del tráfico vehicular.

Muy difícil. El tráfico se complica cada vez más y más, ya es insoportable, nos dicen que usemos vías alternas, y las vías alternas están de la misma forma. ¡Horrible, horrible!, señala Óscar Rosas. Su recorrido para llegar a su trabajo, desde Los Reyes La Paz a San Pedro de los Pinos, pasó de 45 minutos a una hora con 30 minutos desde el arranque de las obras, indicó.

No estoy en contra de las obras pero sí de que todas se hagan al mismo tiempo. Luego la policía no ayuda, andan más preocupados, entre los carros, para ver si circulan en vez de agilizar el tráfico.

Joel Morales dijo que diariamente va de Iztapalapa a Tacubaya, antes hacía media hora, hoy hago casi dos horas. Todo esto ha sido tremendo.

El impacto se ha colado a los hogares, estamos expuestos a altos niveles de ruido, claxonazos y mentadas; cuando se acaba el tráfico sigue el escándalo de las máquinas, dice Víctor Vela, comerciante y habitante de Tacubaya.

La obra lleva cuatro meses, han habido cinco choques, luego no acaban un pedazo y siguen con otro, abren obras en Patriotismo y Revolución. En ocasiones no llegamos a tiempo para ir a dejar a mis hijos a la escuela, a pesar de salir con mucha anticipación, señaló.

Circuito Interior entre Eje 5 Sur a Chapultepec

Faltan unos segundos para las 8:30 de la mañana. El cruce de Patriotismo con Eje 5 Sur va a vuelta de rueda pese a los esfuerzos que los agentes de tránsito realizan para agilizar la circulación de los vehículos.

Problema que se agudiza aún más por el cierre del acceso a Viaducto hacia al aeropuerto por el rencarpetamiento de Patriotismo con dirección a Chapultepec.

Están cerrados dos carriles, por lo que la circulación se reduce a tres. En los autos el rostro de los conductores refleja molestia y desesperación porque llegarán tarde a su destino.

La mayoría lleva los cristales arriba, por seguridad, justifican.

Son pocos los que aceptan bajar el vidrio y dar su opinión sobre las obras, y cuando lo hacen, responden con monosílabos, ansiosos de que el semáforo cambie a verde.

La molestia de quienes esperan subirse al microbús no es menor a la de los automovilistas.No es posible. Antes hacía de 20 a 30 minutos ahora me tardo una hora o más, señala Guadalupe Sánchez.

En algunos establecimientos se ven las mantas en las que se informa al público que están trabajando pese a las obras. Nadie sabe cuando terminarán.

Pasadas las nueve de la mañana, la circulación muestra una ligera mejoría, sobre todo en la esquina de Benjamín Franklin, la cual, al ser más amplía, permite el paso de más unidades.

Ermita Iztapalapa

Junto al muro de láminas que delimita la zona de obras de la línea 12 del Metro, el tráfico vehicular va a vuelta de rueda en el tramo del Eje 2 Oriente-calzada de la Viga, hasta el Eje 3 Oriente- Arneses y los rostros de los conductores tras el volante, así como de los pasajeros en el transporte público reflejan resignación en una colección de gestos, movimientos y acciones que se repiten uno tras otro.

No son pocos los que burlan la normatividad que prohíbe utilizar el teléfono celular mientras conducen, ya sea hablando o tecleando mensajes de texto. Un habilidoso taxista hojea el periódico sobre el volante, frena y pisa el acelerador alternando la vista al frente y al impreso.

A esa hora, la circulación hacia el poniente fluye lenta pero continua en un carril prácticamente exclusivo para el transporte público; son pocos los autos particulares que la usan al optar por alternativas como Taxqueña y Eje 3.

Hacia el oriente, frente al templo de Mexicaltzingo, la circulación se reduce a dos carriles y metros más adelante, a uno solo, hasta el puente que cruza Eje 3, donde los conductores se restregan los ojo, mordisquean las uñas, bostezan, conversan con el acompañante, contemplan la maquinaria de la obra, se rascan la frente, miran a la gente que aguarda en el paradero o repiten la canción que escuchan. En el transporte público dormitan, leen el diario, se maquillan; escuchan música con audífonos o simplemente fijan la mirada por la ventanilla.