Medea, Malinche y la reina Calafia
umbo a Londres, al castillo de Buckingham, a ver ondear en el Mall la tricolor republicana con un airecillo de nostalgia por el águila imperial de Agustín I. Ya declaró Felipe Calderón al Financial Times que nada extraordinario pidió a la Casa Blanca, que aquí no echamos la basura bajo la alfombra. Volverá el michoacano, pero después de visitar el parlamento y hablar con el primer ministro Gordon, en su carácter de jefe de gobierno; después de entrevistarse con la reina Isabel II, en su carácter de jefe de Estado. A retomar el hilo de las cuentas, 9.5 por ciento de la caída de la economía en enero de este año.
Y lo que viene. Porque tuvimos anticipada primavera con la presencia dominante y gratificante de las mujeres en el viejo arte de la política, en lo que era feudo excluyente de varones, o los que se decían tales, en el rejuego de lo real y lo posible. A la majestad británica precedió el arribo a México de Hillary Clinton, secretaria de Estado, enviada por Barack Obama a dar testimonio del cambio. Quede constancia de que la embajadora del imperio reconoció claramente, se diría que sinceramente, la corresponsabilidad de su país y el nuestro en el trasiego y consumo de drogas, en el tráfico de armas y de dinero que viene de norte a sur, tal como el narcotráfico va al norte, de la mano con el criminal tráfico de personas. Quienes menosprecian lo dicho, preferirían maldecir a Malintzin y no ver campear en estas tierras una moderna reina Calafia.
No hablo de amazonas, porque Lula reivindicó para Brasil la primacía que tantos años tuvo México como interlocutor reconocido y respetado por los principios de política exterior que la estulticia foxiana desechó para adoptar el papel de fiscal auxiliar en los juicios y prejuicios del poderoso vecino del norte en la democracia con aval de Washington. Y Felipe se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena. Por eso hubo escenificación de eficacia policial para Hillary Clinton; sin asomo de vergüenza o de memoria por el montaje hecho para la televisión en el caso de la ciudadana francesa condenada a prisión por el delito de secuestro y reclamada por el presidente Nicolas Sarkozy durante su visita de Estado y en discurso diplomático en el Senado.
El de Xicoténcatl. Donde Rosario Green, una mujer que fue secretaria de Relaciones Exteriores, comprobó que el oficio lejos de estorbar sirve tanto en las tareas diplomáticas como en el ejercicio de facultades que la norma asigna a los senadores. Ya hablamos de cómo vino y cómo se fue Hillary Clinton (no sin haber cumplido con la devota visita a la Basílica de Guadalupe, donde el poder terrenal llevó al derrotado McCain, con imperdonable desdén por los votos que llevarían a su adversario del Partido Demócrata a la Casa Blanca). Los vuelcos de la alternancia marearon a los del PAN que no se come y nadie explicó cómo hubo visita de la titular del Departamento de Estado antes de que hubiera embajador designado de Estados Unidos en México.
Quizás por eso hubo de intervenir la senadora Rosario Green para exponer el riesgo de que el nombramiento de Carlos Pascual fuera paráfrasis de la sentencia mcluhiana de el mensajero es el mensaje
. No porque el embajador Pascual sea de origen cubano, sino porque ha hecho fama como especialista en estados fallidos
, neologismo con el que han comparado al nuestro con el de Pakistán y otros. Fuerte presencia femenina, por encima del protocolario festejo de hace unos días, firme despliegue de talento: el oficio político de Hillary Clinton, la sensibilidad diplomática de Rosario Green. En otros, por la presurosa toma de posición, como en el caso de la senadora Yeidckol Polevnsky, que es Ávila Camacho, era directiva de la iniciativa privada y hoy es militante del PRD, quien atribuyó la designación de Carlos Pascual a un equívoco de Washington sobre nuestras longevas relaciones con la Cuba de Castro.
Muy menor el desliz de la senadora del PRD. En cambio el de la canciller Patricia Espinosa, tan discreta, tan distante diplomática de carrera, fue un tropezón imperdonable: le cambió nombre y cargo a Janet Napolitano, la secretaria de Seguridad Nacional (secretary of Homeland Security) de Barack Obama. La mano invisible de un colaborador le hizo llegar una tarjeta y la secretaria de Relaciones Exteriores de Felipe Calderón aclaró que donde dijo Fulana debió decir Zutana y nunca debió enmendar el cargo dado por la Casa Blanca y ratificado por el Senado en el Capitolio. Palos de ciego a la piñata en el gabinete de Calderón. A contrapelo del ingeniero de Economía y del todólogo del Trabajo, en Educación habla en voz baja la que pidió: ¡Dios mío, hazme viuda!
Pudiera ser porque la maestra milagrosa recuperó el habla y la conciencia del poder que esgrime como conductora incontestada; presidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. No digo presidenta, porque diría doliente y no dolienta, de haberse empeñado Elba Esther Gordillo en ser compañera de viaje de la ultraderecha encarnada en Fox. Es proverbial la pluralidad del magisterio; y el Panal es un partido político registrado a tiempo, acorde con el fin del dominio hegemónico y el inicio de la confusión de centroizquierda y centroderecha en el matraz del oportunismo. Ya empezó el proceso electoral de medio sexenio y se elegirán seis gobernadores, además de 300 diputados de mayoría y 200 de representación proporcional que integrarán la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Hay únicamente dos gobernadoras en el país: Ivonne Ortega, de Yucatán, y Amalia García, de Zacatecas.
Magra cosecha la de las troyanas, si hacemos cuenta del número de mujeres registradas en el padrón electoral y que en México pueden votar y ser votadas desde los distantes años del sexenio de Adolfo Ruiz Cortines. Antes de que pudieran votar las mujeres de la Suiza por encima de toda sospecha y fama democrática debida a la neutralidad y a los gnomos que establecieron el secreto bancario. El PAN ve al pasado y lo condena; Germán Martínez, el petimetre pendenciero, hace el papel del enano del tapanco para asustar a los parroquianos y culpar al PRI de todos los males que en el mundo han sido. Y de pronto, designan candidata a gobernadora de Colima. La imitación es el elogio más sincero, les diría Beatriz Paredes; no sólo porque fue gobernadora de Tlaxcala, sino porque Colima fue la primera entidad de la República que eligió a una mujer para gobernarla.
A una notable mujer. Poeta distinguida y talentosa; activa en política, militante del PRI, legisladora y primera entre pares en ser candidata y resultar elegida para gobernar un estado de la República federal, democrática y laica. Y bella mujer, Griselda Álvarez, para definitivo mentís a las consejas interesadas de quienes pintaban a las mujeres que hacían política: feas, hombrunas y sin más refugio que el del claustro o las asambleas feministas.
De una o dos refinerías mejor ni hablar. Volvió la secretaria Kessel y Pemex es torre de Babel. Liébano Sáenz pide no debilitar al Presidente. Y entre llamados a no dar un paso atrás, surgieron Medea, Malinche, la reina Calafia y las troyanas. Isabel II recibirá a Felipe Calderón. A su regreso oirá a las brujas de Macbeth y va a topar con Beatriz Paredes transformada en Coatlicue.