Opinión
Ver día anteriorMiércoles 20 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Epidemias: retratos de la realidad
L

a responsabilidad absoluta como concepto moral, que, si en un tiempo fue cosa de Dios, desde Auschwitz es asunto del hombre, escribe Reyes Mate. El filósofo español tiene razón: la responsabilidad hacia los hombres debe nacer de los hombres, sobre todo de los que ostentan el poder. En el caso de los gobiernos no puede haber espacio para la irresponsablidad. Los políticos conocen el significado de las obligaciones que les convienen. Los gobernantes se responsabilizan de sus pares: son escasos los políticos encarcelados, México a la cabeza. La impunidad de los viejos políticos queda protegida por la corrupción de los actuales.

Esa mezcla de patrañas y de mentiras ha permitido que muchas epidemias afloren en México como secuela del añejo incumplimiento de nuestros gobiernos. La influenza porcina 2009 A (H1N1) retrata algunos fragmentos de la realidad. La suma de los gobiernos del PRI y el PAN no han ejercido la doctrina de Reyes Mate: el concepto moral acerca de los seres humanos no se ha transformado en asuntos del hombre. Continúo la discusión iniciada hace una semana.

3. La respuesta de la Secretaría de Salud. Juzgar en retrospectiva lo que se hizo ante una epidemia es fácil. Valorar la respuesta sanitaria en el momento de la emergencia es complejo: son demasiados los avatares y con frecuencia impredecible la agresividad de los virus, sobre todo cuando son desconocidos como el 2009 A (H1N1). Los viejos pensadores médicos lo han explicado de muchas formas: Las enfermedades, los tumores o los virus no leen los libros de texto, es decir, hacen lo que quieren.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud y expertos neutros como la doctora Ira Longini, epidemióloga de la Universidad de Washington, Seattle, aprobaron la estrategia de la Secretaría de Salud. Dice Longini, en Science (mayo 2009), una de las revistas científicas más prestigiadas a escala mundial: Pienso que los mexicanos hicieron todo lo que era posible ante una situación virtualmente imposible. Los modelos científicos de Longini sobre las pandemias de influenza han demostrado que es casi imposible para un país detener un brote de un nuevo virus de la influenza. En términos similares se expresó Keiji Fukuda, subdirector general de Seguridad Sanitaria de la OMS: En este momento de la historia, ésta es la mejor vigilancia que se ha hecho.

Si uno repasa los acontecimientos iniciales de la epidemia, dos situaciones afloran. La primera es positiva. Detectar nuevas cepas de virus es muy complejo. Hoy se sabe que la filogenia del virus mezcla cuatro subtipos, dos de cerdo –norteamericano y euroasiático–, uno humano y el restante aviar. Cuando no se conoce el enemigo es muy difícil luchar contra él. Desde el 7 de abril, los investigadores del Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (Indre) alertaron sobre la presencia de neumonías atípicas en pacientes jóvenes, los cuáles pocas veces son blanco de esas infecciones. La alerta se generó gracias a la sabiduría de los médicos del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y a los clínicos de la ciudad de Oaxaca que detectaron las neumonías atípicas en jóvenes previamente sanos.

Ante esa amenaza, y debido a la falta de recursos, los investigadores del Indre solicitaron la colaboración de las autoridades sanitarias de Estados Unidos y Canadá, quienes después de algunos días lograron aislar el nuevo virus y desarrollar pruebas diagnósticas certeras. Desde el inicio de la epidemia los encargados de la Salud en México se movieron con rapidez. El problema fue la manera de informar. Ese escenario conforma la segunda situación, cuyo resultado ha sido negativo.

Las comunicaciones iniciales de la Secretaría de Salud sembraron primero desconcierto y después pánico. El manejo inadecuado de las cifras, el aumento en el número de muertos y luego el descenso, las incongruencias en el número de contagios, el frecuente y confuso uso de la palabra probable y el total hermetismo acerca de las pruebas que se efectuaban en el Indre generaron mucho malestar. Aunque no comprendo las razones exactas de mal informar, sé que pervive la ancestral incapacidad de nuestras autoridades para decir la verdad.

Sano y ético hubiese sido recurrir a la verdad. Aclarar las razones por las cuales era imposible confirmar los diagnósticos y compartir con la población las afrentas metodológicas que representan los nuevos virus hubiese sido una conducta adecuada. Después de todo, la falta de equipamiento no es responsabilidad del sistema de salud, se debe a que nuestros gobiernos han invertido-robado en otros asuntos. Muchas críticas se habrían ahorrado los funcionarios si hubiesen expuesto la realidad del problema. Corolario: La Secretaría de Salud actuó con celeridad y la Organización Mundial de la Salud aprobó las acciones efectuadas. Se hubiese podido evitar la confusión generada en la población compartiendo las dificultades asociadas a un virus desconocido, incluyendo la imposibilidad para diagnosticarlo.

Nuevamente la influenza 2009 A (H1N1) agotó el espacio. Escribiré la próxima semana sobre estigmatización y politización de la enfermedad, sin dejar de lado la obligación moral de nuestros gobernantes.