Comunicación
Martes 2 de junio de 2009, p. 27
Internet extermina a los diarios y provoca el nacimiento de un nuevo tipo de periodismo
Hay varias más en camino, pero es muy probable que San Francisco se convierta en la primera gran ciudad estadunidense sin un periódico diario. El San Francisco Chronicle, fundado en 1865, está recortando su de por sí reducido personal en un intento por evitar el cierre. ¿Qué sucedería si, en efecto, desaparece? Las personas menores de 30 años apenas si se darían cuenta de ello
, afirma Gavin Newsom, alcalde de la ciudad.
Muchas industrias sufren en la actualidad, pero pocas la pasan tan mal como las empresas periodísticas. Las cosas están peor en Estados Unidos, donde muchos diarios disfrutaban de monopolios locales, pero en Gran Bretaña cerca de 70 diarios locales quebraron desde principios de 2008. En los que sobreviven, la publicidad disminuye, el contenido editorial se reduce y muchos periodistas pierden su empleo. La crisis es más profunda en los países anglosajones, pero ocurre en todo el mundo rico: el impacto de Internet, intensificado por el desplome de la publicidad, está acabando con el periodismo impreso.
¿Importa esto? El cambio tecnológico ha exterminado toda clase de productos alguna vez populares, desde el telar manual hasta el walkman, y el mundo ha progresado con eso. Pero los periódicos no son sólo un producto: la prensa es el cuarto poder, un pilar de la política. Los periodistas vigilan y critican a los gobiernos, y ayudan a los electores a decidir si los mantienen o los quitan. Las autocracias pueden vivir perfectamente sin periódicos, pero las democracias no. ¿La desaparición del diario –fuente principal de información para los sectores más ilustrados, por lo menos durante el siglo pasado, azote de políticos corruptos, conciencia de la nación– dañará a la democracia?
Un paquete disgregado
Un periódico es un paquete de contenidos de política, deportes, economía, estado del tiempo, etcétera, que se mantiene de la publicidad. Lamentablemente para los periódicos, Internet es mejor que el periódico en captar la atención hacia la publicidad. Es más fácil buscar empleo y listados de propiedades en la web, así que el aviso clasificado y el ingreso asociado emigran a Internet. Ciertos contenidos, además, funcionan mejor en la red –las noticias y las cotizaciones en la bolsa pueden actualizarse con mayor frecuencia, el estado del tiempo puede estar más delimitado por zonas geográficas–, así que los lectores emigran también. El paquete se disgrega, entonces.
El declive del periódico es causa y efecto del preocupante hallazgo efectuado por el Centro Pew de que el número de estadunidenses entre 18 y 24 años de edad que leen periódicos ha caído de 34 a 25% durante los 10 años pasados. Sin embargo, esa cifra podría ser menos preocupante de lo que parece. Puesto que los periódicos compilan todo tipo de contenidos, es posible que muchos de los lectores que decían haber visto algunas noticias lo hicieran sólo unos segundos antes de ir a los resultados deportivos. Un interés tan superficial por las noticias no representará gran pérdida para la sociedad; las encuestas del Centro Pew sobre conocimientos generales sugieren que los jóvenes de hoy están tan bien (o mal) informados como antes.
Por lo demás, las tribulaciones de las empresas periodísticas no necesariamente presagian el fallecimiento del negocio de las noticias, ya que provienen en parte de la costosa y turbulenta transición del papel a la distribución electrónica. En la actualidad, las agencias de noticias encaran dos tipos de costos –los de imprimir y distribuir su producto en el viejo mundo, y los de suministrar versiones digitales para el nuevo–, y todavía no han encontrado un modelo de negocios que funcione en la web.
Hasta ahora, muchos han ofrecido gratis su contenido en Internet, pero eso es insostenible porque no existen suficientes ingresos por publicidad en línea para costearlo. Así que el volumen de noticias deberá reducirse, o los lectores tendrán que pagar más. Algunas publicaciones, como Financial Times y Wall Street Journal, que tienen más de un millón de suscriptores en línea y han prometido desarrollar un nuevo sistema de micropagos por artículos, ya cobran por su contenido. Otros los secundarán: Rupert Murdoch, dueño del Journal, ha dicho que espera que sus otros diarios comiencen a cobrar también. Desde luego, como Google y Yahoo ofrecen noticias gratuitas, es posible que los lectores no estén dispuestos a pagar ni siquiera por material más profundo o más especializado; pero, puesto que lo hacen en el mundo de papel, donde coexisten las publicaciones gratuitas y de paga, no parece existir razón alguna para que no lo hagan en línea.
Mejores dispositivos celulares podrían alentarlos en este aspecto. El iPhone, de Apple, es el primer celular amigable con el lector, y la próxima actualización de su software permitirá que los proveedores de noticias, que en la actualidad regalan su contenido a través de iPhone, puedan comenzar a cobrar por él. Amazon acaba de anunciar una versión nueva y más grande de Kindle, su lector de libros electrónicos, más adecuado para desplegar periódicos. Otras empresas han lanzado dispositivos similares, y hay muchos más en camino. La mejor tecnología y los nuevos sistemas de pago no resolverán los agudos problemas que enfrentan los periódicos, pero en cierto momento deberán proporcionar nuevos modelos que permitan que las noticias prosperen en la era digital.
Ya hay señales en ese sentido. Hay una proliferación de nuevas fuentes de noticias en línea. Muchas, cierto, son poco confiables. Varias se hallan mal financiadas. Algunas son más bien panfletos políticos. Pero otras –como Muckety, sitio estadunidense que enriquece las notas de actualidad con mapas interactivos de las redes de influencia de los protagonistas, y NightJack, el revelador y deprimente blog de un anónimo policía británico que ganó el premio Orwell el mes pasado– mejoran el entendimiento que la sociedad tiene de sí misma, y no podrían haber existido en el mundo de antes.
Sin embargo, la única certeza sobre el futuro de la prensa es que será muy diferente a la del pasado. Ya no estará dominada por una minoría cuyas primeras planas determinan la historia del día. Cientos de voces diferentes, con diversos enfoques y puntos de vista, conformarán la opinión pública. Por tanto, las personas tendrán menos en común de que hablar alrededor del dispensador de agua. Quienes no tienen interés por las noticias políticas o económicas tendrán menos probabilidades de encontrarlas; pero los que sí lo tienen estarán mejor equipados para pedir cuentas a sus gobernantes. Y eso es, después de todo, para lo que la sociedad necesita de los periódicos.
Fuente: EIU
Traducción de texto: Jorge Anaya