Cazadores desde el principio del tiempo
n 2001, el realizador español Carlos Casas aceptó hacer para la revista Colors una serie de documentales sobre las condiciones de vida y trabajo de los habitantes de las regiones más remotas, o menos accesibles, del planeta. Esto dio lugar primeramente a un pequeño documental de 23 minutos, Patagonia, filmado en la región austral, y más adelante, al trabajo Aral, Fishing in an Invisible Sea (2004), sobre la precaria supervivencia humana en el contaminado lago de Aral, entre Kazajstán y Uzbekistán.
En 2005, el director retoma el material de Patagonia y lo amplía para narrar la vida de tres hombres en Soledad al fin del mundo. El estilo del realizador se consolida entonces como una mezcla de investigación antropológica y manejo cada vez más sofisticado de sus propuestas visuales. Cuando en 2008 realizó Cazadores desde el principio del tiempo, el territorio elegido no pudo ser más desafiante: las tundras inhóspitas siberianas, en su región extrema del estrecho de Bering, punto de unión de dos continentes.
La cinta, documental conducido a la manera de relato de ficción, tributario a su modo de clásicos del género, Robert Flaherty (Nanook, el esquimal, 1920) o Jean Rouch (Los hijos del agua, 1955), captura las faenas de un grupo de cazadores que a lo largo del verano busca proveerse de todo lo necesario para su supervivencia en los largos días del invierno ártico.
Casas divide su exploración en dos tiempos, que corresponden a esos periodos claves, y captura la expedición de los cazadores en busca de las últimas ballenas, así como el aprovechamiento íntegro del animal capturado para su alimentación, la de sus perros conductores de trineos, con las grasas y la materia gelatinosa que es dulce para los niños. Poco más que eso en lo que se refiere a las jornadas de cacería y trabajo. El resto es el registro de la vida doméstica, con diálogos muy breves en dialecto chuckchi, entremezclado con ruso, y las peripecias de los grandes desplazamientos por terrenos a menudo peligrosos.
Lo que marca la distancia entre este documental y el número significativo de trabajos recreativos, didácticos, de fotogenia impecable, inspirados en National Geographic, es la fuerza con la que Carlos Casas señala el carácter crepuscular de los grupos sociales en peligro de extinción, con prácticas arcaicas de cacería y una insólita convivencia con la naturaleza, que la vida moderna globalizada y el avance de la contaminación planetaria parecen condenar a la desaparición.
No hay mención explícita al peligro mayor del calentamiento global, pero no es el propósito de la cinta glosar sobre esta evidencia. La vida cotidiana de los cazadores chuckchi, su inventiva espontánea y su increíble maridaje con las inclemencias invernales son, por sí solos, los testimonios elocuentes de su resistencia física y moral frente a las adversidades. Un trabajo notable.
Se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 12, 16, 18:15 y 20:30 horas, y mañana a las 13, 16:30, 18:45 y 21 horas.