El entrenador aspira a dirigir el organismo
Sábado 13 de junio de 2009, p. a18
“No hay tiempo para juegos sucios y meter mano negra, porque ya sabemos de qué pata cojea cada quien”, para las elecciones del 25 del presente mes, dijo el entrenador Rodolfo Gómez, quien aseguró que desde hace más de un año está en campaña para ganar la presidencia de la Federación Mexicana de Atletismo (FMA).
Vestido con ropa deportiva, Gómez dijo que no era “el candidato favorito” para llevar las riendas del atletismo nacional, ya que sabe que hay otras personas –se rumora que son ocho– que están interesadas en contender por el puesto, pero eso se conocerá el día 23, fecha límite del registro.
El ex maratonista no quiso dar los nombres de los 14 presidentes de asociación que lo respaldan, pero se le escapó decir el estado de “Sinaloa”, porque frente a él estaba su representante y dos personas más cabildeando ayer en el Centro Deportivo Olímpico Mexicano.
Inquirido acerca de si ya se sentía ganador por tener el apoyo del Comité Olímpico Mexicano, del cual es miembro permanente y dio su voto en favor de Felipe Muñoz en la pasada relección. “Tengo ese nombramiento por mis resultados y trayectoria deportiva”, atajó Gómez, pero “si hacemos una encuesta, ganaríamos fácilmente”, porque cuenta con la “simpatía” de la mayoría.
Sin embargo, el también promotor del atletismo sabe que la contienda no será fácil, porque aunque cuenta con el supuesto apoyo de 14 asociados y los que podrían unirse en los siguientes días, quizás algunos “flaqueen y se cambien de bando” durante las elecciones, que serán avaladas por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo.
No le preocupa tampoco perder votos en caso de que sus adversarios saquen a relucir el dopaje de la corredora Adriana Fernández, su compañera sentimental, que le impidió participar en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007, como informó la Conade.
La fondista no fue sancionada, ya que ese asunto lo “negociamos” con Mariano Lara, entonces presidente de la FMA, para evitar ser demandado por “daño y perjuicio moral, que teníamos ganado”.