Los que se quedan
l elogio de las cosas simples. En Los que se quedan, de Juan Carlos Rulfo, documental escrito y dirigido en colaboración con Carlos Hagerman, nueve familias, de seis estados mexicanos, refieren una experiencia común: el impacto de la partida de alguno de sus miembros a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades laborales. La cinta se inicia con una secuencia notable: en un salón de clases varios niños imaginan lo que podría ser su vida adulta; para algunos, semejante tal vez a la del padre ausente, quien tuvo que optar por el nomadismo y la incertidumbre (en la imaginación infantil, la aventura); para otros, la conciencia temprana de ese abandono que el desarraigado termina por hacer sentir a sus seres queridos, y que los niños no quieren a su vez infligir a nadie. Lo mejor, concluyen algunos de los escolares interrogados, es quedarse entre los suyos y volver a vivir todos juntos.
Cada familia interrogada –en ocasiones una pareja de ancianos, o una mujer sola que relata la partida de su esposo, o un hombre que reflexiona sobre las condiciones precarias del campo mexicano– relata frente a la cámara sus sensaciones más íntimas: la espera prolongada por el regreso del pariente a punto siempre de llevarse a la familia entera al edén de las oportunidades, o de reintegrarse ya muy pronto, el mes que viene, a la tierra natal, donde sólo se vislumbra miseria para todos; el resignado lamento de la mujer campesina que perdió a su marido en un accidente en Estados Unidos, y que súbitamente desamparada no acierta a entender cómo pudo haber comenzado lo que tan mal concluye; o el hombre bonachón que admite el fracaso global de la recuperación del campo y la confusión amarga de quienes no pudieron treparse a tiempo en el tren de la migración: Los que se quedaron, los de mi generación, no tienen nada; todos los demás se fueron
.
Gente de Chiapas, Puebla, Michoacán o Zacatecas, una reunión de voces que van del buen humor al desencanto, con algún comentario filoso que alude a los discursos oficiales plagados de mentiras: Yo miento, dice un campesino, en un 50 por ciento, pero los presidentes mienten en un 80. No se los reprocho, es su trabajo
. Los realizadores muestran el abandono y desertificación del campo, la indiferencia o desdén neoliberales, el desasosiego ante una llegada de remesas que la crisis global reduce drásticamente, la incertidumbre de volver algún día a encontrar a los suyos (los que se fueron), la certidumbre de tiempos más duros para todos los demás (los que se quedan), y la melancolía de la larga espera que la película expresa con una estupenda canción interpretada por Chavela Vargas, Las cosas simples.
A diferencia de Los herederos, de Eugenio Polgovsky, un documental en el que ritmos e imágenes tienen primacía sobre la palabra, en Los que se quedan, Juan Carlos Rulfo pone una vez más de manifiesto su talento para el registro oral, tan acertado en Del olvido al no me acuerdo, tan trepidante y malicioso en En el hoyo. El tema de la migración se aborda de modo original, ya no desde la perspectiva del itinerario plagado de aventuras y peligros, nomadismo desesperado, sino desde el punto de vista de los obligados a la precariedad sedentaria, esos nuevos herederos del arraigo.
Se exhibe hoy en la Cineteca Nacional a las 12, 16, 18:15 y 20:30 horas, y mañana a las 13, 16:30, 18:45 y 21 horas.