uien en el sexenio de José López Portillo tuvo a su cargo las guarderías del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) acostumbraba llevar a sus hijos a desayunar o a comer a dichos sitios para comprobar la calidad de los alimentos que servían a miles de infantes. El licenciado Tarsicio González seleccionaba al azar el día y la ubicación de la guardería a visitar. Acostumbraba también invitar a sus amigos que tenían niños para que lo acompañaran a fin de que revisaran las condiciones de las instalaciones. Sus hijos nunca se enfermaron y sus amigos le ofrecieron muchas sugerencias para mejorar las guarderías. Fui uno de ellos y mis hijos tuvieron en las guarderías del IMSS un segundo hogar.
Durante décadas el Seguro Social presumió, con justa razón, la calidad de ese servicio, uno de los más solicitados por los derechohabientes. Pero con las políticas neoliberales escasearon los recursos para nuevas guarderías. Así, con tal de adelgazar al sector público y privatizar lo inimaginable, se alentó el sistema de subrogación que permitió a particulares habilitar hasta galerones como guarderías. El IMSS les pagaría de acuerdo con el número de niños atendidos. Un negocio redondo para influyentes, con base en personal no calificado y escaso que atiende a menores, con hacinamiento y mala alimentación. Es lo que ha quedado al descubierto luego de la muerte por asfixia o quemaduras de, hasta hoy, 46 niños, además de otras decenas más que siguen hospitalizados.
La tragedia de Hermosillo mostró el modelo que utilizan los gobiernos del cambio
para proteger a los infantes. Mientras en anuncios oficiales se exalta la felicidad familiar por lo bien que están las guarderías y las estancias infantiles, la realidad es bien diferente, como consignan la prensa escrita y ciertos noticieros radiofónicos que no reciben orientación desde Los Pinos.
Ante la indignación ciudadana por la forma en que han mentido lo mismo el director del IMSS que la esposa del licenciado Calderón, se anuncia una revisión y una evaluación exhaustiva de los 8 mil locales en que se atiende a decenas de miles de infantes por cuenta del Estado.
Se promete una investigación imparcial de lo ocurrido en Hermosillo. Pero no basta: urge conocer las formas en que se han concedido esas subrogaciones, en muchos casos dirigidas a beneficiar a funcionarios, a sus esposas y parientes cercanos. Y, en paralelo, actualizar las normas que regulan la concesión y el funcionamiento de las guarderías, a fin de que no sean trampa mortal y negocio para los favoritos de los palacios de gobierno y sus familiares.
Si el sexenio pasado fueron los hijos de la señora Marta los ejes de la corrupción y el enriquecimiento alentado desde el poder, aparecen ahora señales diversas de los negocios emprendidos a la sombra del nuevo grupo que tiene a su cargo los asuntos del gobierno.
No solamente en los galerones habilitados como guarderías los infantes corren peligro. El 24 de mayo pasado, el niño Daniel Solís fue atacado por cuatro perros Pit Bull que le causaron serias heridas en la cabeza y la cara. Se salvó gracias a la pronta atención médica en Toluca. El dueño de los perros: bien, gracias. El ayuntamiento de esa ciudad anunció una campaña de esterilización de mascotas y la cacería
de perros callejeros. Seguramente serán sacrificados de la peor manera, igual que sucedió el 24 de febrero pasado, cuando un comando armado con machetes y tubos mató 37 gatos y perros en el municipio de Jaltengo, estado de México. Se prometió investigar y en ésas estamos.
Por violencia no paramos: a inconsciencia y paciencia de las autoridades panistas de la delegación Benito Juárez se permite llevar a perros al parque Hundido sin que sus dueños tomen las medidas de protección requeridas a fin de que no sean un peligro para los visitantes. En el colmo, algunos reciben entrenamiento de ataque y muestran su ferocidad matando a gatos que allí tienen un refugio y reciben el cuidado de algunos vecinos. Si los niños están desprotegidos, también lo están los animales. ¡Vive México!, como dice la publicidad oficial.