n concepto atrapado en la polisemia. Según Wikipedia, la Cruz Roja Internacional utilizó esa expresión en 1999, en términos neutrales, al hablar sobre una ley internacional. En 2002, el ex secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en una conversación con Hu Jintao, presidente de China, expresó: no podemos permitirnos otro Estado fallido como Afganistán
, convertido en un bastión del terror organizado.
Annan se refería a un Estado con un gobierno débil, incapaz de ejercer dominio efectivo sobre su territorio. Por oposición, un Estado, sans phrases, mantiene el monopolio legítimo de la fuerza sobre el conjunto del territorio. El concepto expresa problemas de definición porque no es evidente de suyo cuándo es que un Estado está o no manteniendo tal monopolio, y además tenemos el problema de determinar si ese monopolio es, en cualesquiera circunstancias, legítimo.
Más allá de estos problemas, voces contrarias a tal concepto de Estado fallido han expresado que se trata de un concepto que encubre un propósito imperialista: un modo de justificar una intervención necesaria
del Estado fuerte, para ayudar
al débil a desprenderse de ciertas amenazas y a colaborar para fortalecer las instituciones del Estado débil.
Dennis Blair, director de la llamada Inteligencia Nacional de Estados Unidos, se refirió a México como un Estado fallido. El 10 de marzo, fecha en que compareció ante el Senado para la ratificación de su nombramiento, dijo que “la influencia corruptora y la creciente violencia de los cárteles mexicanos de la droga impiden a la capital (mexicana) gobernar en partes de su territorio”.
Antes de las visitas de Hillary Clinton y de Barack Obama, Blair se retractó y, seguramente después de un jalón de orejas, aseguró sin más que México no está en peligro de convertirse en Estado fallido
.
Otros contenidos pueden darle al concepto un sentido que puede resumir con algún grado de aproximación la historia de nuestro Estado-nación, y sobre todo el lamentable estado de su presente. Un Estado fallido como un Estado ineficaz.
Tiene un control reducido sobre su aparato policial, un control aparentemente mejor sobre las milicias, pero no existen grupos armados con la fuerza suficiente para desafiar directamente la autoridad del Estado, aunque no hay duda que el narcotráfico y la delincuencia organizada en general, sí lo tienen sometido en algo parecido a un jaque cotidiano.
México no cuenta con un conjunto de instituciones, de leyes, de políticas, consensuadas, aceptadas (respetadas) por la gran mayoría de la sociedad. Por el contrario, es extensa la impunidad, sólo una parte insignificante de los crímenes son procesados, la violación in extenso de las leyes por los ciudadanos y por los propios funcionarios del Ejecutivo, sin faltar también algunos del Legislativo y del Judicial, está a la vista. Las reglas para el cambio periódico de los responsables de las instituciones no gozan de legitimidad (las elecciones del 5 de julio pueden ser un aquelarre), por tanto, no gozan de legitimidad quienes resultan elegidos y designados.
Hay conciencia en una parte sustancial de la sociedad política de que una reforma del Estado es indispensable, pero los actores políticos no están en condiciones de llegar a acuerdo alguno sobre el futuro del país.
Los políticos parece que a veces dialogan, pero también se insultan con vehemencia. No están puestos los carriles por los que puedan transitar los acuerdos nacionales de las fuerzas políticas principales del país.
La pedagogía política que los políticos y sus partidos imparten sólo logra llenar a la sociedad de sentimientos amargos, o desesperados, o furibundos. La estéril cuanto aparentemente exitosa campaña por el voto nulo o en blanco expresa un sentimiento de cualquier forma infértil de la sociedad por el estado de cosas actual. Y en tal estado de cosas tiene por delante el subrayado empeoramiento futuro inmediato de la economía, la amenaza de una segunda ola de influenza benigna o quién sabe, y los controvertidos resultados que probablemente nos dejará la elección intermedia.
Para colmo la parte pudiente de la sociedad, prácticamente en su totalidad ubicada en la derecha, tiene una idea de la política social y económica que no puede tener sino como efecto la creciente irritación del resto de la sociedad, especialmente de la gigantesca franja de los excluidos.
Resulta extremadamente sorprendente la falta de conciencia social del presidente Calderón cuando dice con absoluta naturalidad que las estancias infantiles de la Secretaría de Desarrollo Social son excelentes
opciones para los niños del barrio
, ya que casas particulares o cocheras son adaptadas para este fin y no le cuestan carretadas de dinero
al gobierno.
El dinero del gobierno
no sirve, entre otras cosas, para buscar un piso mínimo de igualdad para los niños de este país en términos de salud y educación. No, ve como una idea luminosa el beneficio doble
de dar empleo de nanas baratas a las vecinas –sin calificación– de las señoras o familias que trabajan y requieren dejar al cuidado de alguien a sus hijos. No es preciso plantearse que todos los niños por igual que lo requieran tengan acceso a una guardería similar, profesionalmente atendida. No, hacemos unas para parias. Podría haber agregado que además contamos con el Teletón. ¿Justicia social? No, es más bonita la filantropía cristiana.