Un video difundido de inmediato en Internet la volvió símbolo
Martes 23 de junio de 2009, p. 20
No era una Juana de Arco, ni el Manifestante Desconocido que detuvo a los tanques en la plaza Tiananmen, porque aquel joven, hace 20 años, eligió su destino y su prominencia al desprenderse deliberadamente de la multitud para avanzar hacia los tanques y las lentes de las cámaras.
Neda no. La joven cuya muerte rápida y brutal, causada por la bala de un miliciano basiji durante una manifestación, el sábado pasado, creó la primera figura emblemática de la revuelta iraní, sólo quería estar allí.
Es posible que, una vez que encontró el valor para salir a la calle, se haya acobardado: un video grabado momentos antes de su muerte muestra a ella y su acompañante mirando desde un costado mientras los manifestantes avanzan y retroceden. ¿Deberían volverse atrás? ¿Habrían cometido un error al acudir? Ella vestía jeans y pañoleta, el uniforme de las mujeres de la ciudad; tenía 26 o 27 años de edad, es decir, era menor de 30 años, como 60 por ciento de la población del país: una mujer moderna iraní como cualquier otra. Trabajaba en una agencia de viajes, así que estaba conectada día a día con el gran mundo.
Los datos son vagos, porque todos los periodistas han sido proscritos de esas calles de terror. Sin embargo, en unas cuantas horas después de su muerte miles de blogueros y corresponsales de Twitter la habían inmortalizado, esquivando los esfuerzos cada vez más frenéticos del régimen por aislar a su país, y transformándola, de un cadáver bañado en sangre, en un símbolo conmovedor de la revuelta.
La plataforma de lanzamiento de Neda hacia la gloria póstuma fue apenas un minuto de video tembloroso. Ella retrocede hacia la multitud; el hombre del teléfono móvil se da cuenta del movimiento y salta para capturarlo. La cámara capta sus piernas dislocadas, la sangre que ya mana hacia la calle. Los que están cerca se arremolinan para auxiliarla, pero el camarógrafo se mueve más allá y durante un largo momento enfoca su pálido rostro caído en el pavimento; los ojos se mueven, pero la cabeza ya tiene una inmovilidad de muerte.
De pronto la sangre brota de nariz y boca y la escena se vuelve como de un matadero; los que acudieron a ayudarla gritan, pero tiene algo de poético que su acompañante escoja este preciso momento para exclamar: “No temas, Neda querida, no temas…” Porque Neda ha muerto ya, y en verdad no hay nada más que temer. Como escribió uno de los blogueros que hicieron su panegírico, citando al poeta persa Rumi, del siglo XIII: “Cuando me dejes/ en la tumba,/ no digas adiós. /Recuerda que una tumba es/ sólo una cortina/ hacia el paraíso que está detrás…”
Rara vez el asesinato de un inocente –la bala llegó de un francotirador en una azotea– ha sido captado en forma tan cruelmente completa; jamás una escena semejante había sido enviada con tal rapidez al mundo entero, pese a todos los esfuerzos de las autoridades por evitarlo. Las consecuencias también fueron instantáneas. Los manifestantes juraron ponerle su nombre a la calle donde murió. Una protesta en su nombre atrajo a mil personas a la plaza Haft-e Tir en Teherán antes de que la policía la dispersara. Oficiales evitaron que los partidarios de Neda celebraran un funeral en una mezquita este domingo. Una bloguera se refirió a la joven como mi hermana
: “Estoy aquí para decirles que mi hermana tenía grandes sueños –escribió–. Mi hermana la que murió era una persona decente… y al igual que yo aspiraba a un día en que su cabello ondeara al viento… y quería alzar la cabeza y anunciar: ‘soy iraní’… mi hermana murió porque la injusticia no tiene fin…”
Este lunes, el servicio en farsi de la BBC reportó que el nombre completo de Neda era Neda Agha-Soltan, y que se había quedado atorada en el tráfico en su auto con su maestro de música cuando decidió salir a causa del calor
y sólo por unos minutos
, según afirmó su prometido, Caspian Makan, y fue entonces cuando le dispararon
.
Demasiada información. El mito es más glorioso sin ella.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya