e encantaría decir que las próximas elecciones de julio tendrán un sentido contrahegemónico, como ha dicho Boaventura Do Santos respecto de las que llevaron a Evo Morales a la presidencia de Bolivia. Mentiría de cabo a rabo. Por buenas y malas razones, los votos duros de los respectivos partidos llevan a observar que los escenarios ya están prefigurados con un nada halagüeño repunte del PRI, y las disputas se dan por los matices sobre el sentido del voto libre
, incluida la polémica en torno al voto nulo, que a buena parte de la ciudadanía le resulta atractivo por más que, en efecto, intereses no progresistas le vean provecho y lo estimulen. Y es que los “votonulistas auténticos y no organizados”, que los hay, le están encontrando sentido a cobrar su rabia y descontento más allá de quedarse en casa y alimentar el abstencionismo puro que ha llegado a ser escandaloso sin que a la clase política le quite el sueño. Obviamente, no sabemos de qué magnitud será el llamado voto nulo; lo que sí sabemos es que es un escenario carente de regulación explícita, más allá de que, en efecto, al aumentar el número de votantes, en el sentido que sea, las cifras de mayorías y minorías se impactan y eso tiene efectos en escaños y en recursos económicos. Bien se haría, si se da más peso al análisis sobre el ánimo social que expresa el posible voto nulo.
El futuro no es como era antes: es cada vez peor. En tiempos electorales los príanistas se separan temporalmente y se disputan el voto al costo que sea –o al lodo que sea–, pero se mantienen unidos en la consigna del enemigo principal
: esa oposición en cuyas facciones se presentan devaneos con el príanismo con tal de golpear a los de casa. Véase el caso de Iztapalapa.
Más allá de las muy previsibles consignas de la mafia, como señala López Obrador, para definir un fallo en favor de una de las corrientes, lo que ese conflicto revela es que se ha llegado demasiado lejos en una confrontación que de inicio podría ser vista como democrática, pero en la que se han perdido los límites. Duele ver a uno de los principales líderes de la oposición en este país movilizado para explicar a la ciudadanía de esa delegación que su voto debe ser por otro partido y que no será para quien voten, sino para quien debería ser candidata y segura delegada por el partido de origen, el PRD, y a la vez veremos a la nueva candidata
explicar que su voto no será para la otra candidata
que aparecerá en la boleta electoral, sino para ella.
Demasiado complicado para el voto duro del perredismo en esa zona y muy alto el costo para AMLO. Y en medio de ello las amenazas no tan veladas de su partido
, el PRD, de expulsar a uno de sus capitales políticos más confiables por llamar a votar por otras siglas. Que no lo olviden: AMLO tiene seguidores ciudadanos que no son de su partido.
Por otra parte, otro de los bastiones del perredismo, Michoacán, gol-peado y cuestionado por las investigaciones penales en curso que involucran a algunos colaboradores del gobierno con la llamada delincuencia organizada. La sospecha de usos electorales de semejantes acusaciones es inevitable. El golpe está dado y decidido por el calderonismo y vemos el manejo mediático de filtraciones seguidas de aclaraciones
por parte de autoridades que deberían estar en lo suyo y no en las contiendas electorales. Ahí el perredismo cierra filas, en Iztapalapa las rompe.
El PRIAN no está exento de escándalos y acusaciones; sólo acerquemos la mira al trasfondo de la subrogación de guarderías destapado por el incendio en una de ellas, en Sonora, y que costó 46 vidas de niñas y niños. La cadena de corrupción que está detrás de las estrategias puestas en boga para adelgazar
al Estado y en los hechos abdicar de sus responsabilidades sociales nos dice mucho de las continuidades políticas, más allá del cambio de siglas.
¿Cómo llegamos al punto en que los proyectos políticos se diluyen y la ciudadana y el ciudadano están a expensas de lo que los medios masivos de comunicación quieran decirle o manipularle? Pero lo que verdaderamente habla al oído de la ciudadanía es el desempleo rampante, sufrir el impacto cotidiano de la inflación, de la falta de acceso a los servicios básicos, la inseguridad, la falta de horizonte, de credibilidad en el conjunto de las fuerzas políticas. Ahí debería radicar el terreno de las propuestas y la construcción de alternativas viables. Nada de eso: la ciudadanía que decida votar por los partidos lo hará por otras razones o condicionantes.
Mientras el tinglado electoral transcurre, los movimientos sociales y de derechos humanos se organizan para exigir el cese a la impunidad y defender sus derechos, los pueblos indígenas resisten y construyen autonomías, sólo que su interlocutor no está interesado en el horizonte de lograr el Estado social de derecho, ni antes ni después de las elecciones.