Nobleza obliga
ebo empezar con una aclaración, pues quiero pensar que sufrí un lapsus pentotus o tondejus, e hice un margallate con los nombres de Pete Rodríguez, Casanova y El Conde. Tratando de enmendarle la plana a Manuel Durán, iniciaré con Pete Rodríguez, quien tuvo cierta notoriedad con el boogaloo, ritmo que no era otra cosa que son montuno disfrazado con la utilización de un platillo y letras en inglés. Fue el inicio, junto con el sing-allin
(espero haberlo escrito bien, si no, mil perdones), de lo que muchos bautizaron como crossover.
Uno de los éxitos que llegaron a México fue El pito, grabado por Joe Cuba, cuyo nombre real era Gilberto Calderón, con un coro que dice: I’ll never go back to Georgia, y varios se fueron con la finta. Uno de ellos, Pablo Beltrán Ruiz, que con su orquesta cantaba Ahí viene Tomás con Yoya en el programa sabatino Baile con Vanart, por cierto de gran éxito.
Por su parte, Pete Rodríguez interpretó Ay ay Micaela se botó, entre otras, en un lapso que duró muy poco tiempo, desgraciadamente. Mi amigo, Luis Lozano, creía que el boogaloo podía pegar entre la chaviza, pues, decía, se podía bailar de manera optativa.
En tanto, El Conde, que se llamó igual que Pete Rodríguez, y Casanova eran confundidos por el público. Hay una anécdota publicada en la revista Latin NY, en la que tal confusión causó el enojo de El Conde al oír que alguien le llamó Casanova, y le reviró irritado: “Yo soy El Conde, el original, el verdadero”.
Asimismo, reitero que el boogaloo que presenta Manuel Durán no tiene más que el nombre y El cumaco de San Juan lo interpreta El Trabuco Venezolano. Por cierto, el programa radiofónico Ensamble Latino del 19 de junio nos regaló la ausencia de Manuel Durán y después del mismo transmitieron varios números campechanos, de hecho, muy buenos. Los califico de campechanos porque el tema fue cantado en inglés y en el montuno las inspiraciones hechas en español.
Antes del boogaloo, el sing-allin, el crossover y la salsa hubo varios intentos por etiquetar la música cubana. Por ahora les platicaré de La charanga pachanga, cuya característica era el uso de un pañuelo que los hombres revoloteaban por encima de la cabeza y la orquesta hacía un coro que decía: ¡a caballo, a caballo!
El ritmo me parecía un chachachá rápido y pude conocerlo en nuestro primer viaje a Los Ángeles, California, en 1961, donde compartimos tarima con Machito, Tito Puente y Eddy Cano. Como diría Ismael Rivera: ¡qué cura! Ese baile es uno de mis más caros recuerdos. Uno de mis sueños era conocer a don Frank Grillo y a don Ernesto. ¡Wow!
Pero también conocí a Graciela, hermana de Machito, a Mario Bauzá, René Hernández, Chocolate, Rafael Chaparro y encontré también a Santos Colón, Jimmy Frissaura, Boby Rodríguez, Puchi Boulong. Te aseguro, mi asere, que tan sólo de acordarme se me encuera el chino, mil perdones, se me enchina e
En el siguiente viaje a Los Ángeles actuamos junto a Orlando Marín, Ray Barreto –por ese tiempo tenía una charanga y un éxito llamado Watusi–, René Bloch y Joe Cuba. Esa gira nos mantuvo seis meses en territorio pecoso, desde Houston hasta Las Vegas con presentaciones por todo California. En San Francisco estuvimos en un lugar llamado Copacabana, en compañía de Benny Velarde, quien grabó con Cal Tjader.
Ahora que estoy cumpliendo 60 años de trayectoria sonera, quiero invitarlo, mi nagüe, el primero de agosto a las 19 horas al teatro Ocampo, en Cuernavaca, donde gracias a la amabilidad del Instituto de Cultura de Morelos, que dirige Martha Ketchum, me celebrarán este aniversario. Le debo al favor del público haber podido mantenerme arriba de una tarima durante seis décadas.
También quiero agradecer a todos y cada uno de los compañeros que me acompañaron en los diferentes grupos y orquestas en que participé, abrigándome con su calidad y llenándome de saoco, jícamo, salsa y sabor. Espero que el pianista Luis Lozano me acompañe ese día y poder cantar lo que interpretamos con Los Diablos del Trópico. ¡Vale!