A
horro y trabajo
fue el lema de los industriales de Monterrey durante los años dorados (1940-1970). Con el tiempo el ahorro y el trabajo se fueron polarizando: los ricos ahorraban cada vez más y los de menores ingresos desahorraban y trabajaban más horas para ganar lo mismo o menos. Pero en la pasada campaña electoral, el espíritu del ahorro se apoderó de los competidores, aun en medio del derroche que se permitieron el PAN y el PRI, pero también el Panal y el PVEM.
El ahorro más importante se registró en el ámbito de la imaginación y las ideas. Ningún partido quiso arriesgar gastos (se supone que superfluos). Prefirieron el empleo de lemas, expresiones, formatos, espots y jingles de segunda. La firma publicitaria que les fabricó su imagen –pareciera ser la misma– les habrá hecho por esa razón algún descuento. Algunos ejemplos.
Una candidata a diputada federal por el PRI se dirigió a su electorado refriteando el mismo lema que José Ángel Conchello copió de algún viaje que hizo a Nueva York para su campaña al gobierno del estado en 1979. Yo (corazón=amo) a Nuevo León.
La candidata se hizo propaganda con la frase: Yo amo a Monterrey
. El oponente de Conchello era Alfonso Martínez Domínguez. El ex regente del Distrito Federal se adelantó a los que pudieran dudar de su posteridad y hacía decir de él: El mejor gobernador de Nuevo León
. El actual candidato del PAN al mismo puesto utilizó, en uno de sus espots, palabra por palabra, tal profético réclame. En otro espot, una izquierda leve y aleve, no dudó, bajo las siglas del PSD, en emplear un lenguaje de derecha: acusó a una izquierda a modo de violenta para pedir al electorado que se alejara de ella y votara por el partido que la conduce en las andas de la racionalidad y el comedimiento. Uno de los partidos a los que se infiere acusados de violentos, el PRD, recurrió a un inefable jingle donde un Sí-Sí-Sí
se hace eco de los síes panistas repetidos hasta la fatiga. El travestismo propagandístico en todo su esplendor.
Descuentos extras debieron haber obtenido los candidatos y sus partidos con la confección de insinuaciones para todos derivadas de la publicidad de cosméticos y lencería para damas: Contigo. Para ti. Por ti.
Más ahorros. Un jarabe tapatío teniendo como sombrero de charro al artículo tercero constitucional bailaron varios partidos (Panal, PRD, PAN) ofreciendo becas al boleo; el Panal llegó a prometer becas para escuelas privadas en una actitud a la vez autocrítica y consecuente con sus aliados, muchos de ellos dueños de planteles educativos. En la guerra sucia, bajo la fórmula A Dios rogando y con el mazo dando, también hubo ahorro. No se siguieron vías legales en las denuncias que hicieron el PRI y el PAN, sino sólo las mediáticas.
Todos se empeñaron en ahorrar: los políticos en imaginación, ideas, armazón ideológico, y los ciudadanos, o al menos un sector de ellos, anunciando que economizarán en sus preferencias electorales anulando su voto o apelando al voto en blanco: nada para nadie. Lo cual, por supuesto, no perturba el sueño ni las facturas u honorarios –por pagar o por cobrar– de los asesores, aliados, patrocinadores, el factótum más cercano a su corazón, favorecidos y difundidores de los candidatos del PRI y el PAN. Señaladamente en Nuevo León, los de ambos partidos coinciden en un bipartidismo uniclasista donde caben sus negocios, asociaciones, compadrazgos, clubes, resorts, nichos de oportunidad tierra adentro u off shores, escuelas o institutos tecnológicos, su Iglesia –la católica–, su doble brújula informativa: El Norte y Televisa, sus marcas y amistades. Etcétera.
Ese bipartidismo es fomentado desde diversos planos, empezando por la ley electoral del estado. A diferencia de lo que establecen la Constitución y el Cofipe, en el financiamiento de las campañas electorales el dinero público no prevalece sobre el privado; es al revés. Y como lo que determina la votación es la capacidad económica de partidos y candidatos, los que no cuentan con el dinero proveniente de los empresarios (legales o ilegales) poco tienen que hacer en la competencia electoral. El Norte y la Cámara de la Industria de Radio y Televisión quisieron subrayar este hecho ahorrándose democracia y partidos poco competitivos: invitaron a debatir, con exclusión de los demás candidatos, sólo a los aspirantes del PAN y el PRI al gobierno del estado.
El voto anulable o en blanco tiene varias motivaciones. La primera es obvia: el gobierno foxista y quienes hoy gobiernan desde la Presidencia de la República anularon cientos de miles de votos en 2006 para hacerse ilegítimamente del poder. En Nuevo León ninguno de los candidatos fue producto de una elección interna. Los partidos no han asumido, a estas alturas, que son la primera instancia de representación de los mexicanos. La oposición perdió, una vez más, la oportunidad de demostrar que lo es y de manera combativa y con propuestas congruentes con lo que dice que representa. De la oposición de izquierda, por esta razón, se han desprendido numerosas voces que hoy abanderan la anulación del voto.
Votar de esa manera, en blanco o abstenerse entraña una protesta contra lo que los partidos y los órganos del poder público han hecho de la política: un espacio para la componenda, los negocios, la corrupción, la impunidad y las trampas más inauditas. Pero la protesta no cae en el vacío, sino en una entidad federativa cada vez más conservadora y condicionada por el dinero. En ninguna otra parte pudiera tener mayor validez lo que ha escrito John Ackerman en estas mismas páginas acerca de los anulistas: Si se busca enviar una clara señal de rechazo a la actual conducción política del país, lo mejor que se puede hacer es votar por alguno de los partidos de izquierda. De lo contrario, pronto podríamos encontrarnos con un bipartidismo conformista y una gran masa de ciudadanos anulados e incapaces de promover cambios políticos y sociales de fondo
.
Los ahorradores de Nuevo León ya se adelantaron a ese escenario; en el caso, simplemente lo podrían ver profundizado.