A mediodía las tendencias se reflejaban en el ánimo de los políticos
Los panistas, apesadumbrados; los del PRI lanzaban campanas al vuelo
Lunes 6 de julio de 2009, p. 8
Media tarde en la explanada del Instituto Federal Electoral (IFE). Un pequeño gentío político pasea entre las carpas donde los medios electrónicos instalaron sus sets. En los corrillos, los asesores, consejeros, periodistas y demás fauna de la política nacional matan el ocio intercambiando las últimas novedades. Es como el paseo de las especulaciones, ya que a esa hora no hay cifras sólidas de nada.
Bajo un cielo de alto contraste –nubes de algodón bajo un cielo azul impecable– los panistas han hecho mutis. Ninguno a la vista. Los primeros datos de sus propias encuestas y las de sus rivales los ubican, en el mejor de los casos, 7 por ciento debajo del PRI en la elección de la Cámara de Diputados. Se asoma ya un desastre que no esperaban. Para ellos, la fiesta ha terminado. Es el desgaste de nueve años huérfanos de buenas noticias.
Los priístas, exultantes, lanzan a esa hora a sus asesores y consejeros a mezclarse en los corrillos. Adelantan que ganaron Querétaro, Nuevo León y Colima. En Sonora aprietan, pese a que el incendio de una guardería pública y la muerte de medio centenar de bebés pudo haberse traducido en un Waterloo político.
Juegan con la incertidumbre de un San Luis Potosí que pelea voto a voto. Arrebatarle la enchilada potosina al PAN sería la cereza del pastel. Dicen que la presidenta del tricolor, Beatriz Paredes, se apresta a abordar el avión a San Luis. De ahí lanzaría, dicen, el grito de guerra para 2012. Es una frase hecha, pero va de boca en boca: Tiranosaurius rex ha vuelto.
Por su parte, los perredistas sabían de antemano que pagarían muy cara la tremenda fractura entre chuchos y pejistas, que ni siquiera ha tocado fondo. Fanfarronean: arriba de 15 por ciento –dice uno, cínico o resignado, quién sabe– todo es ganancia. Son dos puntos por debajo que su 17 por ciento histórico, registrado en 2003, antes del fenómeno AMLO. Visto el vaso desde la perspectiva del 2006, cuando el PRD con Andrés Manuel López Obrador como abanderado pintó de amarillo la República con casi 29 por ciento, el resultado de ayer del sol azteca es, sin atenuantes, una caída en picada.
Para los petistas, el 4 por ciento que se adelanta es un resultado al alza para el Partido del Trabajo. Para su promotor, El Peje, no puede ser un buen número, considerando que se trata del político más sobresaliente de los tiempos recientes. También el más polémico.
Además llegan hasta ahí los ecos de lo que sucedió detrás de las mamparas con el Partido Verde, que se anticipaba como ganón de su alianza con el PRI. Efectivamente, el 7 por ciento que arrojaba la cifra preliminar lo coloca no sólo con el doble de su más reciente resultado (2 por ciento), sino incluso arriba de lo que preveían las encuestas. La amnesia habitual en esos casos benefició a los verdes: casi nadie preguntó por qué en lugar del representante Arturo Escobar asistieron otros, Sara Castellanos en la sesión matutina y Jorge Herrera en la nocturna. El antecedente cercano fue el millón de pesos que días antes encontraron los vigilantes del aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez en el maletín Luis Vuiton del funcionario verde.
Para eso y más alcanza en el paseo de las especulaciones durante el largo receso del Consejo General, entre las tres de la tarde y las nueve de la noche.
Los promotores del voto nulo, o anulistas en el nuevo argot –básicamente intelectuales que se arremolinan frente a la carpa de la televisora MVS esperando su turno para compartir reflectores con Carmen Aristegui y Ponchito, que sin duda fueron las figuras televisivas que atrajeron más fans a su alrededor– también pescan en el río de los rumores. Estiman que los niveles de abstención pasaron 60 por ciento y quizá arañaron 70 por ciento. Esto rebasaría las expectativas de las autoridades, que apostaban porque los ausentes de las urnas no rebasaran el nivel histórico que esta franja suele tener en este tipo de elecciones intermedias, que es alrededor de 40 por ciento.
En cuanto el voto nulo, estos politólogos se dividen entre optimistas y conservadores. José Antonio Crespo se inscribe entre los primeros, comentando un probable 8 por ciento. Sergio Aguayo, que invitó a cruzar las boletas con la leyenda Esperanza marchita
, se apega al histórico que siempre tuvo el voto nulo. Pero en ese último caso ¿tuvo sentido su campaña? Al final del día la cifra rebasa 6 por ciento. Será, comentan, un número que deje huella.
Al fin y al cabo, a esa hora y en esa explanada poblada de grillos los datos
son tan volátiles como las nubes. Aunque ya nadie dude en esos momentos de la pérdida de registro del Partido Social Demócrata, que no alcanzó el mínimo de 2 por ciento. La enjundia tempranera de su representante, Miguel González Compeán, ya sólo sirve para el anecdotario efímero. Había dicho en la primera sesión del Consejo General, a las 8 de la mañana, intentando atajar los malos augurios: les vamos a dar una sorpresa
.
Conjeturas y especulaciones tomarían consistencia después de las 9 de la noche en el salón de sesiones. Los consejeros y representantes de partidos van tomando su lugar en torno a la mesa en forma de herradura. Los pesos pesados del PRI entraron primero, iluminados por los flashes y reflectores. Su lenguaje corporal refleja el triunfo del tricolor. A Felipe Solís Acero, Sebastián Lerdo de Tejada y Carlos Armando Biebrich los rodean, palmean, consultan, apapachan como en los viejos tiempos.
En el otro extremo dos hombres solitarios miran los monitores, apesadumbrados. Son Roberto Gil Zuarth, del PAN, y Adrián Fernández, del Panal. Apenas comienzan a medir el desplome de sus números. Y apenas empezaba la noche.