Opinión
Ver día anteriorMiércoles 29 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Un desastre, el país en manos azules

Expertos hacen diagnóstico y preparan la medicina

L

a advertencia que lanzó Marcelo Ebrard la semana anterior, que nos dice que el país está al borde del precipicio, no es parte de la retórica que necesariamente emite un político para golpear al oponente. No, esta vez la voz del jefe de Gobierno parece apoyarse en el diagnóstico trágico que media centena de especialistas de muy diversas casas de estudio han elaborado, y cuyo resultado habla, se quiera o no, del fracaso de un gobierno fallido.

Hasta ahora, a casi tres años del fraude que llevó a Felipe Calderón a Los Pinos, nadie puede decir con certeza que este país tiene una línea de gobierno definida, que existe un proyecto y que se sigue conforme se fijó desde la campaña panista a la Presidencia de la Repúblca, porque desde entonces no existía.

Había por aquellos tiempos, quién no lo recuerda, la idea de hacer del sexenio prometido por Calderón un lapso de empuje financiero para la creación masiva de empleo. No nos dijeron cómo se lograría, pero de cualquier manera eso que parecía proyecto fracasó, y después la nada, la guerra, la destrucción.

Y no es sólo la política financiera la que falló. Falló todo. Los especialistas han reprobado las acciones del poder impuesto, hasta en lo electoral. Hay más pobreza, más desorden, más desigualdad, menos justicia. El país, visto desde la perspectiva de los expertos, está, como dijo Ebrard, al borde del precipicio.

Por eso, cuando en el foro que organiza el Gobierno del Distrito Federal para preguntarse ¿hacia dónde va México?, el análisis parte del daño que se ha hecho al país en estos dos y pico años de gobierno calderonista, daño que, por otra parte, ya reconocen los aplaudidores de la imposición, que ahora voltean los micrófonos hacia personajes más rentables, en todos los sentidos, y desahucian al que respaldaron hasta hace no mucho tiempo.

México no era el de ahora hace dos años –aunque parezca verdad de Perogrullo–, y no hace falta un estudio complejo para darnos cuenta de la sonora realidad. Lo auguraba entonces Andrés Manuel López Obrador. Sin salidas internas eficientes el país se va entregando a cachos a Estados Unidos, que descubrió otro negocio en México: la industria de la muerte.

Será ese país el que venda las armas para la guerra mexicana, y serán esos intereses los que prevalezcan para que el conflicto se vuelva interminable, así que la brújula política del país, en manos de los azules y Calderón, no indica ningún otro horizonte. ¿Cómo señalar con certeza la profundidad de la herida, el retraso político, social y económico al que nos han sujetado? Esa tarea es indispensable para saber cómo debe cambiar el destino.

Tendrá que venir entonces, a la brevedad, el gesto que marque el camino. El diagnóstico se está haciendo, así como la medicina.

De pasadita

Y a propósito de nuevos vientos, en la jefatura de Gobierno del Distrito Federal se dice que los cambios en el gabinete son inminentes, que los que se van ya lo saben y los que llegan ya están listos, sólo se espera una reunión de Ebrard con todos ellos para que las adecuaciones vayan adelante. Dicen que Arturo Aispuro, titular de la Seduvi, ya hizo maletas, pero que en Cultura, donde todos esperaban un cambio, no pasará nada. Quienes hablan de la salida de Miguel Ángel Mancera de la procuraduría captalina, se quedarán con las ganas.

Lo que para muchos está confirmado es que, pese a la intensa campaña que desplegó en los últimos días Emilio Álvarez para que su nombre apareciera entre quienes podrían suceder al ombudsman nacional, José Luis Soberanes, tal responsabilidad no quedará en sus manos, sino en las del ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. ¡Lástima!