L
a convivencia, el placer colectivo del buen comer es un valor menos inocente de lo que aparenta ser. Por la mesa vaga una pulsión visual indefinida: se observa (¿se espía?) en el cuerpo ajeno los efectos de la digestión, se intuye la faena interna del cuerpo; a la manera de esos sádicos que disfrutan la emoción creciente en el cuerpo del compañero, se observan los cambios del cuerpo que se alimenta bien
(Roland Barthes, Lectura de Brillat-Savarin).
A las metáforas culinarias que desembocan en el exceso de la glotonería, el cine propone ocasionalmente el contrapunto del refinamiento gastronómico. Al menos eso sugiere la selección de 40 títulos que bajo el nombre de El banquete ofrece, en tres tiempos –de las entradas a los platos fuertes–, y a lo largo de dos meses, la Cineteca Nacional.
Para no incurrir en una larga enumeración de las propuestas, destacaremos dos títulos, dejando a la curiosidad del cinéfilo, sensible también al placer de la buena mesa, el placer de descubrir por sí mismo el resto del menú.
Homenaje al cine y al desbordamiento sensorial
Tampopo, del japonés Juzo Itami (1985), confunde en su título el propio nombre de la protagonista, el plato de tallarines que se volverá su especialidad gastronómica, y el nombre del restaurante donde un grupo de expertos degustará sus platillos, concediendo a la heroína, al cabo de una serie de rituales de mesa, un certificado de excelencia culinaria. Esta fábula de amor loco surrealista sorprende por su vitalidad y su frescura, y presenta en su registro hedonista una relectura del tema de la pasión en el cine japonés, cuyo máximo exponente había sido, en el terreno del erotismo trágico, la cinta de Nagisa Oshima, El imperio de los sentidos (1975).
Tampopo y su insólita ecuación de erotismo y suculencia –dos amantes se pasan de boca a boca una yema de huevo hasta alcanzar, sin romperla, el orgasmo– explora los territorios de la lujuria lúdica en oposición abierta al discurso sacralizador-blasfemo en el cine poético de Mizoguchi o en una alegoría como La mujer de arena (Teshigahara, 1963).
Estamos lejos del hieratismo y la solemnidad con los que tradicionalmente el cine japonés ha abordado el erotismo. El cine de Itami retoma las enseñanzas del maestro Ozu, acude a citas visuales de Godard, a la música de Mahler, para atender a los reclamos de una modernidad occidental que cancela las ya frágiles fronteras genéricas y los últimos tabúes relacionados con el cuerpo. Tampopo es un homenaje al cine y al desbordamiento sensorial por vías de la fusión de varios géneros narrativos: cine policiaco, western y comedia erótica.
Parábola de la frustración amorosa
Otra película, El festín de Babette, del danés Gabriel Axel, basada en un relato de Isak Dinesen, aborda el tema de la gastronomía desde una perspectiva romántica que combina hedonismo, evocación nostálgica y mitificación de las ceremonias de la buena mesa. En la Europa de fines del siglo XIX, Babette (Stéphane Audran) huye de París, después de la represión que padecen los comuneros, y se refugia en un pueblo pesquero de Dinamarca, en el Jutland.
Sorpresivamente, Babette gana la lotería y recibe de París una fortuna que decide gastar en un festín que alterará por un tiempo mágico las costumbres austeras y el inconmovible puritanismo de sus protectores.
En esta parábola de la frustración amorosa, Babette es el árbitro y guía en un fascinante recorrido por un mapa cifrado, una Carte du Tendre, de los placeres gastronómicos. La delicadeza y erudición de sus platillos sugieren, como el minucioso ritual de la joven Tampopo, una ciencia de la seducción que ha abandonado el tocador y las azarosas estrategias del requerimiento amoroso en beneficio del laboratorio culinario.
Quedan afianzados los nuevos arquetipos: el gourmet y el voyeur, con su rito trasladado de la sexualidad a la gastronomía. La mesa se convierte así en el territorio novedoso de la exploración erótica. El gourmet oficia esta ceremonia del voyeur gastronómico sin recato alguno y sin mesura, con un despliegue fantasioso de su saber culinario.
Babette logrará subvertir con el erotismo de su ciencia el ascetismo de sus protectoras escandinavas, mientras la joven Tampopo perfeccionará su talento en un oasis culinario en una triste periferia de Tokio.
A la visión un tanto complaciente que asimilaba metafóricamente la glotonería a la decadencia moral (La gran comilona, Ferreri, 1973), el cine contemporáneo opone crecientemente el espectáculo del banquete refinado como una experiencia sensual y liberadora.
Hoy miércoles la Cineteca exhibe Tampopo, de Juzo Itami. Mayores informes sobre el ciclo: www.cinetecanacional.net