ómo estará de mal el Partido Acción Nacional que, aunque se perfilan otros, por ahora el candidato único para presidirlo es César Nava. Uno de sus compañeros de partido, Gerardo Priego, dijo que se lo van a comer en tamalitos de chipilín, en alusión a su poca experiencia y a su escasa relación, en caso de ser designado, con los dirigentes de otros partidos (La Jornada, 26/7/09) y con los diputados y senadores de su propio instituto político.
Si Nava es el candidato de Calderón, peor para el partido, pues el ocupante de Los Pinos es el principal causante del deterioro del blanquiazul. En este punto no hay dudas. El pretendido presidente del empleo no ha logrado disminuir el desempleo ni mucho menos el número de pobres.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares ha puesto en evidencia que los tres tipos de pobreza (alimentaria, de capacidades y de patrimonio) han aumentado de 2006 a 2008, más los resultados que se obtengan del año en curso.
La pobreza alimentaria es caracterizada como aquélla en la que sus víctimas, los más pobres de los pobres, no pueden obtener la ya recortada canasta básica de alimentos, aunque usaran todo el ingreso disponible para ese fin. Esta pobreza subió de 13.8 millones de mexicanos a 18.2 en el periodo considerado, es decir, 4 millones 400 mil mexicanos más en dos años.
La pobreza de capacidades quiere decir que quienes viven en ella no tienen ingresos suficientes para alimentarse y, además, para gastar en salud y educación. El aumento de este segundo nivel de pobres fue del mismo tamaño que el del anterior.
La pobreza de patrimonio, que se supone que es menos grave que las anteriores, ya que en este nivel el ingreso familiar sería insuficiente para adquirir la canasta básica y los bienes y servicios relacionados con salud, vestido, vivienda, transporte y educación, es la característica de casi la mitad de la población del país: 50.5 millones, es decir, 5 millones 900 mil mexicanos más que en 2006.
La equivocada política de Calderón, que sólo tiene ojos y consideraciones para los ricos y para sus allegados, no sólo aumentó en 6 millones el número de pobres, sino que ha acumulado tal cantidad de muertos civiles, policiacos y militares en su absurda guerra contra el crimen organizado (narcotráfico, principalmente), que la gente duda mucho en salir a la calle. La inseguridad en las calles y carreteras ha aumentado incluso en estados donde la gente emigró hace algunos años (Aguascalientes, por ejemplo) por sentirse amenazada en sus lugares de origen. Ahora parece cosa de suerte llegar sano y salvo a casa, siempre y cuando la residencia familiar no esté también en la mira de los enojados hampones, uniformados o civiles (porque hay de los dos tipos).
El modelo económico que ha seguido Calderón, al margen desde hace rato de las tendencias mundiales en decenas de países que han iniciado sus respectivas rectificaciones, tiene también en contra a las cámaras empresariales. El presidente de la Concamin (Confederación de Cámaras Industriales) ha declarado el lunes pasado que dicho modelo ya está agotado. Pero Calderón y su gabinete económico todavía no se percatan de ello. Zedillo regañaba a los economistas que lo criticaban; Calderón ni siquiera parece haberse enterado de lo que dicen los expertos. Al contrario, vaticina un nuevo ánimo nacional gracias al triunfo de la selección nacional de futbol (La Jornada, 28/7/09), como si el logro hubiera sido de México y sus pobladores y no de un grupito de abnegados deportistas; y como si ese éxito también fuera de la economía ante la grave crisis que atraviesa el país desde antes del tsunami estadunidense.
Ante esta situación, mal hará Calderón en creerse uno más de los ex presidentes priístas que podían, a su antojo, poner y quitar al dirigente de su partido. Lo menos que puede hacer, si de verdad quiere salvar al PAN de la declinación revelada en las pasadas elecciones es sugerir (no imponer), si lo encuentra, un candidato que tenga presencia y el respeto de todos los panistas, especialmente de entre los sobrevivientes históricos que le daban principios y respetabilidad propia y ajena. Y, desde luego, también deberá cambiar su política económica y social, poniendo un freno a sus ilusiones de grandeza y poder omnímodo, para devolver al país la estabilidad y el desarrollo que tanto necesita.
Los neopanistas quisieron ganar posiciones de poder y las han logrado, incluso a la malagueña, pero sacrificaron desde 1975 sus principios fundadores y rectores por un pragmatismo ramplón que, a la menor falla (y vaya que han tenido fallas con Fox y ahora con Calderón), se les ha revertido llevándolos a una pendiente tan negativa que gran número de mexicanos prefirió al PRI como alternativa (gracias también a la profunda crisis de las izquierdas mexicanas). Tal vez también deberían pensar en refundarse o rectificar sus posiciones y no caer en la zona de influencia de quienes lo han desprestigiado: Fox y Calderón, en primer lugar.