ay en la agenda política, económica y social de América del Norte diversos temas bilaterales y trilaterales de atención urgente que fueron omitidos o que no merecieron, en el encuentro de los gobernantes de Canadá, Estados Unidos y México, que se celebra en Guadalajara, la atención debida, o bien que fueron abordados en forma inercial y con escasa o nula voluntad política.
El primero de ellos es la inevitable renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), una promesa de campaña del presidente Barack Obama y que ahora es reclamada por sectores sociales de los tres países que han resultado afectados –si no es que arrasados– por un instrumento comercial trilateral concebido para beneficiar a los grandes capitales, no a las poblaciones, y que si bien ha impulsado un crecimiento significativo de las tres economías, ha propiciado también una concentración sin precedente de la riqueza y una mayor desigualdad social, fenómenos que en México alcanzan grados de verdadera explosividad.
La crisis económica global hace aún más necesaria una readecuación del instrumento comercial a circunstancias de recesión, en las cuales se acentúan las tragedias sociales creadas por el TLCAN, como la que se padece en extensas regiones del agro nacional.
En otro sentido, todo mundo tiene claro que en materia de seguridad y combate a la delincuencia organizada se requiere de virajes de fondo: la guerra contra el terrorismo
emprendida por el anterior gobierno de Estados Unidos está completamente agotada como componente principal de una estrategia de seguridad nacional y la guerra contra las drogas
que emprendió el titular del Ejecutivo federal mexicano, Felipe Calderón, a comienzos de su mandato, se ha traducido en un baño de sangre y en un claro incremento de la inseguridad pública, pero no en un debilitamiento de las organizaciones criminales. La Iniciativa Mérida y la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) son, en este sentido, acuerdos derivados de visiones caducas y fracasadas, por lo que deben ser reorientados y dotados de sensatez, realismo y un espíritu de pleno respeto a las soberanías nacionales y a los derechos humanos.
Ciertamente no podrá haber entre México y Estados Unidos una frontera segura
ni una frontera inteligente
si no se abordan con lógica las asimetrías económicas, el problema de la delincuencia y el fenómeno migratorio. En torno a este último debe constatarse que, por desgracia, la administración Obama no ha logrado avances significativos en el curso de este año, y que es poco probable que lo consiga si no es mediante una renovada presión política y social de los propios migrantes en territorio estadunidense y con una actitud de mayor firmeza por parte de las autoridades mexicanas.
En suma, el encuentro de Guadalajara no parece haber servido para resolver los temas principales de las agendas; se ha perfilado, por el contrario, como una cumbre protocolaria, inercial y discursiva.