En sus composiciones no hay línea melódica ni partituras, sólo sonidos sin lógica aparente
música impredecible e intensa
Explica Wilfrido Terrazas que su objetivo es generar una fuerza sonora que atrape al público
Lunes 31 de agosto de 2009, p. a13
Ruidos. Sonidos. Llueven. Caen. Vuelan. Estallan libres y enloquecidos. Esquirlas sonoras que se proyectan en todas direcciones. La guitarra suena a todo menos a guitarra. El piano de cola ha perdido su habitual formalidad. El trombón brama como bestia en celo. El saxofón resolla frenético, desesperado. Sin las riendas limitantes de la técnica convencional, la batería galopa desbocada. Las patas del banco para piano rechinan contra el piso. Y un globo inflado gime frotado por la palma de una mano.
Esto que suena en la sala Xochipilli de la Escuela Nacional de Música, es una de las músicas del siglo 21: un concierto de la antibanda de improvisación libre
Generación Espontánea (GE), fundada en 2006 e integrada por Darío Bernal Villegas, Alexander Bruck, Ramón del Buey, Isaac de la Concha, Wilfrido Terrazas y Fernando Vigueras. En esta ocasión los acompañan la soprano alemana Almut Kühne y Misha Marks.
No hay línea melódica. Ni partituras. Ni base rítmica. Sólo ruidos y sonidos que se suceden sin lógica aparente. Los parámetros habituales no sirven para valorarla. O gusta o no gusta. O conmueve o no conmueve. O dice algo o no dice nada. Mucho tiene que ver la disposición del escucha hacia lo nuevo, hacia lo inesperado; su apertura, su amplitud de criterio. Nadie sabe a hasta donde va a llegar.
Si nos ponemos necios en buscar alguna influencia, algo para intentar catalogar este alebrije sonoro, podríamos decir que en la música de GE se hacinan y se diluyen Jimi Hendrix y Stockhousen; Nina Hagen y Diamanda Galas; Led Zeppelin y Jonn Cage; la música concreta y el free jazz; Miles Davis y Génesis.
Algo de todo eso y mucho más puede haber. Sin embargo –dice el programa de mano– “en sus conciertos no suena realmente a nada de eso, busca crear un espacio de libertad que envuelva al público y lo tome por sorpresa.
Antes que constituir un grupo estable, funciona como una quimérica red de improvisadores que unen fuerzas creativas en una música que es tan impredecible como intensa.
El concierto no es sólo para los oídos, también para los ojos: los desplazamientos de los músicos, su informalidad y el forcejeo con los instrumentos, la teatralidad de Almut Küne como marioneta de hilos rotos, los tropezones de este y aquel, subrayan y complementan el espíritu lúdico, subversivo, provocador, de Generación Espontánea.
No está llena la Sala Xochipilli, pero los que se han dado la oportunidad de confrontar sus gustos y certezas musicales, parecen complacidos. Y lo expresan con una ovación prolongada.
La antibanda ha grabado un disco, reVuelta, que está disponible de manera gratuita en el sello virtual Dog Eared Records (www.dog-eared-records.com).
GE no recurre a computadoras ni sintetizadores, todos sus sonidos surgen de instrumentos tradicionales acústicos. Quizá es una de las razones por las que su trabajo gusta y atrapa.
Al final del concierto, Wilfrido Terrazas amplía la explicación sobre los móviles de Generación Espontánea: Somos un bonche de músicos procedentes de muy distintas formaciones, antecedentes, culturas musicales, que decidimos trabajar en un terreno de nadie, donde nadie tenga ventaja, que no suene a nada en especial, ni rock, ni salsa, ni jazz, ni a clásica, que sea una música que tenga energía, que se convierta en una especie de torbellino, una fuerza sonora que atrape al público.
Señala que de algunos años a la fecha, hay una explosión de improvisación libre, pero somos de los pocos en la ciudad de México que lo hacen con instrumentos tradicionales acústicos.