El monero expone en Casa Lamm, con motivo del festejo por los 25 años de este diario
Las 33 piezas se crearon a partir de todo lo que se puede encontrar en un mercado
, comenta
Domingo 13 de septiembre de 2009, p. 3
Los ojos y manos de Manuel Ahumada son los de un alquimista. Su imaginación, en tanto, la de un niño, un poeta, un inventor. Un singular coctel de personalidades a las que debe sumarse el buen sentido del humor, a veces un tanto irónico y hasta negro.
De ello dan cuenta sus historietas, cartones políticos, pinturas, pero sobre todo su quehacer dentro de la escultura, al que ingresó como una especie de terapia ocupacional hace varios años, y en el que ha encontrado un inigualable vehículo para dar rienda suelta a sus inquietudes y necesidades expresivas y estéticas; la principal, contar historias.
El suyo, sin embargo, es un tipo de escultura muy particular, incluso difícil de ubicar y definir, al consistir en una fusión entre la instalación, el arte objeto y el juguete en la que queda borrada toda frontera entre esas vertientes.
De plano, el monero de La Jornada mejor opta por descartar que sea escultura: Para empezar, la escultura es en bronce o mármol, también madera, pero si algo la caracteriza es su inamovilidad; mientras mis obras están hechas con cosas recicladas o reutilizadas y se mueven, o tienen música o luz, o todo junto
.
Una selección de esos trabajos puede apreciarse ahora en la exposición El baúl de los recuerdos, que será inaugurada este lunes a las 20:30 horas, en Casa Lamm, como parte de los festejos por el 25 aniversario de este diario.
De trebejos a trebejos
Integrada por 33 obras, divididas en tres series y otras con temática libre, el factor en común de la muestra es que todas las piezas salieron de la naturaleza urbana
. Es decir, explica Ahumada, son cosas de uso cotidiano en la ciudad
que el autor recuperó o recicló para dotarlas de nuevos sentido y significados.
Entre esos objetos se encuentran planchas, jaulas para pájaro, escobas, burros de planchar, tinas de lámina galvanizada, llaves de agua, en fin, todo lo que puede encontrarse en un mercado
.
De allí que inicialmente el dibujante bautizara a la exposición como El baúl de los trebejos, nombre que se vio obligado a modificar de último momento por un malentendido del encargado de hacer los carteles y las invitaciones de la muestra, quien cambió la palabra trebejos por la de recuerdos.
Como ocurre en sus historietas, dibujos y pinturas, las esculturas de Ahumada hablan de ángeles desolados y borrachos, hadas soñadoras, corazones abatidos o regocijantes, fantásticas máquinas voladoras.
Pero también hacen referencia a El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, uno de los personajes más entrañables para el monero; a Mickey Mouse, representado en medio de varias situaciones chuscas o irónicas; Jack, el destripador; el submarino amarillo de Los Beatles; el naufragio del Titanic...
En fin, un universo lúdico, como asume el creador que es su carácter; pero que en primera instancia también pareciera onírico, aunque el susodicho explica que son obras que hablan de lo real, una realidad tangible y cotidiana
; incluso afirma que cada pieza es parte de su diario personal, al igual que sus historietas, dibujos y pinturas, e incluso varios de los cartones de corte político que publica en este diario.
La particularidad es que este tipo de trabajo tridimensional tiene movimiento, y así varias de las piezas son cajitas de música, o juguetes a los que se iluminan o ejecutan alguna acción.
Ingeniero agrícola de formación y con 30 años de trayectoria como cartonista, Ahumada sonríe cuando se le inquiere respecto de la vena poética que varias personas encuentran en todo su quehacer, y asegura que él nunca ha tenido la pretensión de sentirse poeta.
De la ironía al humor negro
Lo que sí le interesa es que su trabajo este permeado de sentido de humor: Siempre he buscado burlarme de las convenciones, de lo que la gente considera que está bien, y trato de llevar esa búsqueda al límite hasta llegar a lo irónico y al humor negro
.
Uno de los aspectos que llaman la atención de El baúl de los recuerdos es que la mayoría de las piezas carecen de título, lo cual responde a que el monero considera que ponerles nombre implicaría incurrir en pleonasmos, como ocurriría si intitulara sus dibujos.
Esa fue la razón por la que, en vez de título, decidió acompañar cada obra con una pequeña historia, así fuera en una sola frase, como la de una escultura (reproducida en esta página) conformada por un tanque de guerra, que en vez de cañón tiene al frente un pincel con el que va dando forma y color a un cuadro que representa el cielo; su historia es: Y Dios hizo las nubes y envió a su ejército a ejecutar esa tarea
.
La exposición escultórica de Manuel Ahumada, incluida en el programa de los festejos por el 25 aniversario de La Jornada, se mantendrá abierta durante dos semanas en Casa Lamm, ubicada en Álvaro Obregón 99, colonia Roma.