Héctor Zagal propone una parodia de la historia nacional en La cena del bicentenario
para desnudar a los personajes y al país
Maximiliano y Carlota son anfitriones de Juárez, Hidalgo y Zapata, entre otros
Corremos el riesgo de que las conmemoraciones se conviertan en aburridísima catequesis cultural
, dice
Martes 15 de septiembre de 2009, p. 5
Corre el año de 2010 y en el Castillo de Chapultepec los anfitriones, Maximiliano de Habsburgo y Carlota, esperan a los invitados para la cena de conmemoración del bicentenario de la Independencia: Benito Juárez, Porfirio Díaz, Miguel Hidalgo, Emiliano Zapata y Agustín de Iturbide.
La inusitada reunión exhibe a personajes encarnados con características de modernidad que habitan en el México actual, aquejado por el entorno político, social y económico, el mismo que propicia las luchas de poder y la satisfacción de intereses personales, así como por onerosos cargos al erario para pagar costosos manjares.
Ésa es la trama de la novela La cena del bicentenario, escrita por Héctor Zagal y publicada por Planeta, donde el autor baja de su pedestal
a los héroes nacionales para encarnarlos en un contexto actual y rompe –de manera irónica e irreverente– con los modelos rígidos de la historia oficial antes de los festejos conmemorativos de 2010.
La novela, explicó el autor, es una gran metáfora y es un primer desmantelamiento de la historia oficial, que consiste en bajar a los héroes de sus pedestales y convertirlos en personajes de carne y hueso
.
A espaldas de la realidad
Otro elemento, prosiguió Zagal, es la gran parodia que significa esta narración, “al juntar a diversos personajes en una mesa, lo cual es una metáfora de lo que somos y de nuestra realidad.
También cada uno de estos héroes lucha por sus intereses y defiende sus ideas y modelos de país, algunos de manera más afortunada y otros con intereses más mezquinos. Imaginar qué sucedería en una mesa con todos ellos deja entrever que eso terminará en una locura.
Héctor Zagal recurre a temas gastronómicos, como lo ha hecho en anteriores obras, para definir y atribuir características propias a los emblemáticos personajes, porque al jugar con la comida muestro ideas y, sobre todo, porque comer significa un rasgo donde se revela la identidad de las personas y los pueblos. Somos lo que comemos y en el modo en el que lo hacemos se revela nuestro estilo y cultura
.
De tal forma, los capítulos también son despojados de la seriedad del índice y se titulan: Mole negro y chichilo, Chiles en nogada, Atole de ciruela, Pescado zarandeado, Ate de tecojote y, el preferido del autor, Jamoncillos de leche quemada, entre otros apartados.
Sin embargo, continuó Zagal, durante la cena hay un convidado que recuerda a los demás que mientras ellos comen muy bien, abajo, en el valle de México, existen personas pasando hambre, con una cena servida a espaldas de la realidad
.
Ese hombre es Emiliano Zapata, quien por sus características personales es uno de los preferidos por Zagal, al igual que el adusto Benémerito de las Américas.
“Emiliano Zapata es muy complejo porque su perfil tiene muchas aristas y está profundamente comprometido con el pueblo, pero también es muy conservador.
‘‘Todos esos personajes –agregó– son trasladados al presente y en el caso de la emperatriz Carlota plasmé a una mujer frívola, preocupada tan sólo por la buena calidad de la champaña.”
Narración irreverente
El autor de La venganza de Sor Juana enfatizó: Esta novela es un ejercicio irónico, crítico, de autodistanciamiento, pero, al mismo tiempo es una narración desenfadada, irreverente y amable porque el riesgo que corremos es que las próximas conmemoraciones se conviertan en una aburrídisima catequesis cultural
.
Incluso, puntualizó el escritor, quien es un apasionado de la historia de México, con la ironía no sólo pretendo desnudar a los personajes sino al país, a la realidad y a la historia para tomar conciencia de nuestra compleja situación
.
Zagal ha publicado media docena de libros especializados y los ensayos Dos aproximaciones estéticas a la identidad nacional y Gula y cultura.
En 2006 incursionó en la narrativa con esa novela, que firmó con el nombre de su hermana Mónica, con el propósito de demostrar que también los varones escriben novelas feministas